La normativa de furanchos solo permite la apertura de estos establecimientos durante tres meses con horario limitado. De lunes a jueves, los propietarios podrán comercializar el excedente de vino de su propia cosecha entre las cinco de la tarde y medianoche. Los viernes y vísperas de festivos, la atención al público se amplía hasta la una de la madrugada, y los sábados podrán abrir entre las doce de la mañana y la una de la madrugada. El horario de domingos y festivos también empezará a media mañana, aunque el cierre se adelanta una hora, hasta la medianoche.
En 2012, un año antes de la aprobación de este reglamento, el Concello contabilizó 40 loureiros en el municipio. Todos ellos estaban en situación irregular.
La proliferación de estos establecimientos es directamente proporcional al volumen de la vendimia del año anterior. Su número en el municipio también ha ido en aumento en los últimos años. De los 20 anotados en un principio en las listas oficiales del Concello se pasó a los 22 que existen en la actualidad.
La presencia de los furanchos en las parroquias se mantiene a pesar de la creación de la Indicación Xeográfica Protexida (IXP) Ribeiras do Morrazo, un sello que abría la puerta a que los pequeños viticultores pudieran comercializar su vino a través de un sello homologado. La Unión Europea dio el visto bueno a esta IXP, la cuarta que existe en Galicia, a principios de 2018. Pero la obligación de registrar los viñedos lastró su despegue.
De las 2.340 hectáreas de terrenos dados de alta en el Rexistro Vitícola de la Xunta, solo mil estaban al día poco después del visto bueno de Bruselas a la Indicación. El resto de fincas, más de la mitad, están abandonadas o poseen vides híbridas, prohibidas por este sello, que abarca ocho municipios: Bueu, Cangas, Marín, Moaña, Poio, Pontevedra, Redondela y Vilaboa.
