Tres generaciones unidas por la maternidad

Con motivo de la celebración del Día de la Madre, tres generaciones de madres de tres familias pontevedresas reflexionan sobre cómo ha cambiado la maternidad en las últimas décadas. Aunque nada es ahora lo que fue cuando las hoy bisabuelas se lanzaron a la aventura de tener a su primer vástago, el amor infinito hacia los hijos e hijas permanece inalterable
Patricia García con su madre, Ana Varela; su abuela, Elcira Muradás, y sus hijos, Vera y Roque. RAFA FARIÑA
photo_camera Patricia García con su madre, Ana Varela; su abuela, Elcira Muradás, y sus hijos, Vera y Roque. RAFA FARIÑA

El amor infinito e incondicional por sus hijos, el deseo de garantizarles un futuro sin carencias y, en definitiva, de allanarles el camino hacia la felicidad unen a las madres de hoy y de siempre. Sin embargo, la manera de vivir y ejercer la maternidad ha sufrido el impacto de los años y los cambios sociales. Así, la incorporación de la mujer al mercado laboral, además de retrasar la edad de convertirse en madres, ha puesto en juego elementos como la conciliación de trabajo y familia y el reparto de responsabilidades en las tareas de crianza y cuidado, aspectos incuestionables en otros tiempos.

Con motivo de la celebración, este domingo, del Día de la Madre, tres generaciones de madres de tres familias pontevedresas reflexionan sobre cómo ha cambiado la maternidad a lo largo del último siglo. Porque nada es ahora lo que fue cuando las hoy bisabuelas se lanzaron a la aventura de tener a su primer hijo. Nada... salvo el amor de madre.

Patricia García con sus hijos, Vera y Roque; su madre, Ana Varela; y su abuela, Elcira Muradás. RAFA FARIÑA
Patricia García con sus hijos, Vera y Roque; su madre, Ana Varela; y su abuela, Elcira Muradás. RAFA FARIÑA

ELCIRA, ANA Y PATRICIA. Elcira Muradás nació en Forcarei hace 82 años y se casó muy joven, "casi sin conocer" a su marido, Serafín Varela. "Entonces en la aldea o estudiabas o te casabas temprano. No había otra", aclara Elcira. En 1958, con solo 18 años, se convirtió en madre por primera vez, de una niña llamada Ana que, como era habitual en aquellos tiempos, nació en casa. Cuando la niña tenía dos años, madre e hija se marcharon a Panamá para reunirse con Serafín, emigrado en el país centroamericano. "Al principio lloré mucho. Añoraba a mis padres, a mis hermanos..., pero luego me acostumbré", recuerda Elcira. Allí compatibilizó la maternidad con su trabajo de cajera en un supermercado de su propiedad que también tenía una cafetería. "Mi marido al llegar ya me tenía lavadora y buscó a una muchacha para que se quedase con Ana", explica.

En Panamá vivió diecisiete años, en el transcurso de los cuales se convirtió en madre por segunda y tercera vez de dos varones (en 1965 y 1968), pero también hubo de separarse de su primogénita, que a los ocho años regresó a Pontevedra para estudiar en el internado de las Calasancias. "Fue muy duro. Veníamos a verla de vez en cuando, pero no todo lo que quisiéramos y no era como ahora que puedes llamar por teléfono todos los días... Fue duro, pero el emigrante va para ahorrar para su tierra", cuenta Elcira.

"Ser madre es la cosa más maravillosa que le puede pasar a un matrimonio" (Elcira)

En 1973 regresaron todos a Galicia, pero unos años después, con apenas 40 años y dos hijos que eran todavía adolescentes, se quedó viuda. En 1980, poco después de la muerte de su esposo, Ana la convirtió en abuela y fue un "aliciente" más para seguir tirando del carro. "Los hijos te van tapando huequitos y el ser abuela me hizo muy feliz", señala Elcira, que hoy, además de cuatro nietos, tiene tres bisnietos. "Ser madre es la cosa más maravillosa que le puede pasar a un matrimonio si le gustan los niños", afirma sobre la maternidad.

Su hija Ana, de 63 años en la actualidad, se caso en 1978 y, siguiendo la estela de su progenitora, dos años después, con solo 21 años, se estrenó en la maternidad (de un niño), experiencia que repitió en 1986 (de una niña). "Antes trabajabas, te casabas y tenías hijos", comenta. Ella, al igual que Elcira, fue una madre trabajadora. "Primero trabajé en una agencia inmobiliaria y después en una mutua de seguros hasta que me jubilé. Lo compatibilicé bien con la maternidad porque mi madre, como ahora yo con mis nietos (tiene tres), siempre me echó una mano", precisa.

Respecto al reparto de responsabilidades, con su marido trabajando lejos del hogar, apenas existió. "En mi caso, mi marido creo que nunca cambió un pañal, y eso que adora a los niños. La parte lúdica le correspondía a él, que los llevaba a donde fuera, pero el trabajo diario a mí", precisa.

Ana también establece diferencias entre la primera maternidad y la segunda. "Con el niño veía todo peligros. Tenía muchas inseguridades. Incluso dar el pecho era traumático, no podía dárselo en cualquier sitio como hace mi hija ahora, necesitaba mi intimidad. Con la niña ya era más abierta y la hijos era mucho más restrictiva". Tampoco es de dar consejos ni de intervenir en la labor de su hija como madre: "Soy muy respetuosa, mi madre también lo fue y no intervengo".

"Compaginé trabajo e hijos porque mi madre, como ahora yo con mis nietos, siempre me echó una mano" (Ana)

Patricia García, nieta de Elcira e hija de Ana, tiene 35 años y se estrenó en la maternidad a los 32, mucho más tarde que su madre y su abuela. "Mi marido y yo llevamos cinco años casados pero 18 de relación. Nos planteamos la idea de tener hijos pero nos hacía iludirse sión la boda y, sobre todo, queríamos tener los papeles arreglados de cara a tener hijos", explica.

Ahora es madre de una niña, Vera, de tres años y medio, y un niño, Roque, de uno. "La maternidad te cambia la vida porque cambia todo tu sistema de prioridades. Sabía que tenía sus cosas preciosas y sus cosas muy duras. Mi madre me lo transmitió desde muy pequeña. Así que era básicamente lo que me esperaba, pero por mucho que te digan que no vas a estar tan cansada en tu vida como cuando seas madre, no puedes asimilar el grado de cansancio real que vas a tener hasta que lo sufres", destaca.

Lo más complicado para ella ha sido en el terreno laboral. "Yo trabajaba como profesora de extraescolares y ajustar el horario laboral a la maternidad me supuso complicaciones. Cuando mi hija empezó la etapa escolar mi trabajo no era compatible. Después monté mi propio negocio (una academia de inglés en Meaño) y sigo trabajando en extraescolares, pero ajustar el horario laboral a la maternidad ha sido el gran problema. En mi caso la conciliación pasa por mis padres, son mi fuente de conciliación. Sin ellos sería muy complicado sacar esto adelante", destaca.

Respecto al reparto de responsabilidades con su marido, asegura que están más "mano a mano" de lo que lo estuvieron sus progenitores. "Mi marido juega un rol más presente. Nos repartimos las tareas en función de las obligaciones laborales de cada uno. Con todo, las madres que yo conozco seguimos llevando un peso muy relevante en cuanto a los hijos y las obligaciones domésticas", afirma.

"Mi marido y yo nos repartimos las tareas, con todo, las madres aún llevamos un peso muy relevante" (Patricia)

En su opinión, "lo más duro de ser madre es la duda constante de si lo estás haciendo bien o cómo les pueden llegar a perjudicar las decisiones que tomas". "Ser madre hace que te estés analizando constantemente, quieres convertirte en la mejor versión de ti misma, lo cual a veces es difícil cuando arrastras cansancio, mil y una responsabilidades, miedos, inseguridades, juicios externos... Es una experiencia maravillosa, pero dura, muy dura", confiesa Patricia. "Lo mejor son, por absurdo que suene, tus hijos: oírles reír, sus pequeños-grandes logros diarios, esos abrazos y besos que te reconcilian con la vida y que curan cualquier mal. ¡Y cuando se quedan dormidos! –resalta–. Esa liberación diaria te devuelve un poco a la realidad. Es como sufrir un síndrome de Estocolmo maravilloso: me tienen absorbida pero no lo cambiaría por ningún escenario en el que no estuviesen".

El legado que les quiere transmitir a sus hijos, lo tiene claro: "Me gustaría que aprendiesen a ser felices con poco, a disfrutar de los pequeños placeres de la vida y a sobrellevar los golpes sin huniludirse, a preocuparse por los demás sin renunciar a cuidarse a sí mismos y –añade– me gustaría que se les dibuje una sonrisa cuando de adultos piensen en mí y que siempre se alegren de volver a casa".

Este domingo, las cuatro generaciones de la familia que encabeza Elcira se reúnen para "honrar a la matriarca máxima".

De izquierda a derecha: Patricia Figueiras; su madre, Amalia Rey; su abuela, Carmen Espiño; y su hija, Triana. PATRI FIGUEIRAS
De izquierda a derecha: Patricia Figueiras; su madre, Amalia Rey; su abuela, Carmen Espiño; y su hija, Triana. PATRI FIGUEIRAS

CARMEN, AMALIA Y PATRICIA. Carmen Espiño nació hace 85 años, a los 25 años tuvo a su primer hijo y a los 30 a la segunda. "Cando fun nai sentinme de marabilla. O que máis queres do mundo son os fillos", afirma desde su casa, en la parroquia estradense de Riobó.

Aunque nunca accedió al mercado laboral, tuvo que compatibilizar el cuidado de los niños con el "traballo das veigas". Además, eran los años 60 y las lavadoras eran todavía un lujo que muy pocos se podían permitir. "Ía lavar a roupa ao pilón e unha veciña quedaba cos nenos", recuerda.

Con su marido, que falleció hace 16 años, apenas podía contar. "O meu home daba a vida polos fillos, pero tiña un taller de motos e traballaba todo o día. Viña as tantas da noite. A miña sogra estaba na casa e axúdabame algo, pero o máis forte sempre era para min", explica.

"Cando fun nai sentinme de marabilla. O que máis queres do mundo son os fillos" (Carmen)

Hoy Carmen es abuela de tres nietos y bisabuela de cinco bisnietos. "Nunca pensei que ía chegar aos anos que cheguei. Ser avoa e bisavoa é o máis bonito do mundo. Teño unha chifladura cos bisnetos", afirma. Eso sí, aunque experiencia en la maternidad no le falta, Carmen no es amiga de dar consejos. "Non lle dou consellos a ninguén. Cada un ten que facer o que lle sae da cabeza", afirma.

Lo sabe bien su hija, Amalia Rey, de 55 años. Ella fue madre mucho más joven, con tan solo 19 años, y no recibió ningún consejo de su progenitora, pero sí su ayuda y apoyo incondicional. "Tiven uns pais que me axudaron moito. Fixéronme unha casa ao lado da súa e sempre contei con eles", destaca. "Eu era moi asentadiña e formal e, por sorte, saíume todo moi ben", añade.

Al igual que su madre, debido a las obligaciones laborales de su marido, asumió en solitario la crianza de su única hija, Patricia. "Crieina eu soa. Agora os pais cambian pañais, duchan os fillos... Meu marido, pañais, cero –afirma–. Fai máis agora cos netos que coa filla, aínda que non lle faltou de nada".

Aunque reconoce que la maternidad, "ao ser tan noviña", le cogió un poco "por sorpresa", insiste en que siempre fue motivo de felicidad. "A vida non me cambiou moito porque se quería saír tiña con quen deixala. Ademais Patricia foi unha nena moi boa e fácil de criar. Nos estudos sempre foi ben e eu sempre a axudei en todo o que puiden e agora coido aos netos (tiene dos), se non ela non podería traballar", asegura.

Consejos le da los justos. "Só pequenas cousas, pero tampouco necesita moitos. Patricia é moi boa nai porque sempre o quixo ser. Ela tiña que ser mamá", destaca.

"Meu marido fai máis agora cos netos que fixo coa filla, aínda que non lle faltou nada" (Amalia)

Lo confirma Patricia Figueiras, su hija, de 35 años, que comparte hogar con sus progenitores. En su caso, tras sufrir un aborto a los seis meses de gestación, su estreno en la maternidad le llegó a los 25 años, cuando nació Enzo, y repitió la experiencia hace seis con Triana. "Tiña claro que quería ser nai e nova porque quería que os meus nenos tivesen unha nai e tamén unha amiga como tiven eu", explica.

Patricia también tenía claro cómo quería educarlos y la clase de vida que quería proporcionarles. "Os meus fillos desde pequenos van ao cine, ao teatro e a un montón de actividades. Os sábados imos cear fóra e xa teñen viaxado moito. So nenos moi activos. Eu quería que fose así. A min non me faltou nada de pequena, pero a vida que vivín foi moi diferente á que viven eles. Son dúas maneiras diferentes de vivir e de sera nai. Eu estaba na casa e eles están afeitos a pasear. Eu quería que fose así", precisa.

Para eso son necesarios dos sueldos, "cun só non poderiamos facer esa vida", y ahí es donde juega un papel protagonista su madre, Amalia. "Eu, polo meu traballo, hoxe estou en Ferrol, mañá en Muxía... –apunta Patricia, fotógrafa de profesión–. Se non tivese unha persoa na casa que me axuda non podería traballar", subraya. "Os meus pais axudáronme sempre en todo: co coche, coa primeira cámara...", añade con orgullo.

Respecto a la maternidad, para Patricia es sinónimo de "felicidade". "Para min agora a miña vida son os meus fillos ante todo. Non saio de festa, non volvín tocar a noite, pero non o cambio por nada", recalca. En su caso, cuenta al cien por cien con la participación de su marido. "El cambiou pañais, dúchaos e cando están enfermos tanto se levanta el coma eu", señala.

"Se non tivese a miña nai na casa axudándome cos nenos non podería traballar" (Patricia F.)

Aunque la maternidad principalmente le reporta felicidad, también reconoce sus dificultades. "Sofres un montón: cando enferman, cando se dan golpes... –afirma–. Agora mesmo teño a nena cun ollo morado. No se sabe o que se lles quere ata que os tes".

Lo mejor es verlos felices. "A súa felicidade é a túa", recalca Patricia. En cuanto a cómo la ven a ella sus hijos, solo le gustaría "que se sentisen queridos, protexidos e orgullosos da súa nai como me sinto eu da miña".

Este domingo "as tres nais" son las protagonistas de una reunión familiar.

Isabel Santiago con su bisnieta, Alia; su nieta, Leticia Vázquez; y su hija, Elna González. DP
Isabel Santiago con su bisnieta, Alia; su nieta, Leticia Vázquez; y su hija, Elna González. DP

ISABEL, ELNA Y LETICIA. La marinense Isabel Santiago nació en 1953 en el seno de una familia de 15 hermanos y con 20 años se casó y tuvo a su primera hija, Elna. El segundo, Rubén, llegó cuatro años después, en 1977, y la tercera, Aroa, en 1982.

Pese a su juventud, la maternidad no supuso ninguna sorpresa. "Yo ya había ayudado a criar a mis sobrinos, incluso asistí a los partos de unas sobrinas. Entonces no noté esa diferencia de no tener hijos a tenerlos. Estaba muy acostumbrada a estar con niños y después lo estuve con los mayores porque trabajé cuidando abuelitos", cuenta Isabel, que hasta que nació su hija menor no accedió al mercado laboral.

Eso sí, trabajo no le faltaba. "Tenía que lavar en el pilón. Cuando nació mi segundo hijo mi marido me trajo la lavadora y, aunque al principio no la quería, después ya vi que era una maravilla. En los primeros meses de casada viví con los padres de mi marido y me ayudaba mi suegra también", indica. Pese a que eran otros tiempos, también su marido se implicó en la crianza. "Trabajaba hasta tarde, pero dio biberones y cambió pañales".

"Antes los padres te ayudaban 'de aquella manera'. Ahora ayudan más" (Isabel)

Respecto a los cambios en la manera de vivir y ejercer la maternidad que vinieron con los nuevos tiempos, Isabel pone el foco en el papel de los abuelos. "Antes los padres te ayudaban de aquella manera. Mi suegro decía: O que teña tenda que a atenda ou a venda. Ahora se les ayuda más", recalca.

En cuanto a las dificultades que acarrea la maternidad, señala el "miedo" constante a que les pase algo a los hijos, sobre todo cuando llega la adolescencia. Con todo, asegura que la maternidad es "lo mejor del mundo".

Elna González, su primogénita, es de la misma opinión. Ella, que se casó incluso antes que su progenitora, a los 18, también fue madre por primera vez a los 20 años, de una niña llamada Leticia, a la que, cinco años después, en 1999, le daría un hermano, Antón. "Yo tenía claro que quería ser madre y quería serlo joven para criarlos y después disfrutar con ellos. De hecho, ya hemos ido a conciertos juntos", comenta Elna, que en la actualidad tiene 48 años. "Me siento orgullosísima de mis dos hijos", destaca.

Pese a sus deseos de ser madre, no contaba con las tablas de Isabel. "Al principio necesité su ayuda porque al ser primeriza tenía muchos miedos, para el baño y para todo", precisa.

En su caso, no dio el salto al mundo laboral hasta que su hijo menor cumplió dos años. "Con Leti no trabajé, estaba en casa. Eran otros tiempos. Antes no era tan difícil como ahora, que, si no trabajan los dos, con un sueldo no alcanza. Antes estirabas y, en mi caso, en los primeros años me ayudaron mis padres", reconoce.

Ya cuando trabajaba, la conciliación no supuso un problema porque tenía horario matinal y el niño iba a la guardería y Leticia al colegio. En cuanto a la participación de su marido en la crianza, fue escasa. "Él trabajaba en hostelería y llegaba muy tarde a casa. Además trabajaba todos los días", subraya.

"Ahora si no trabajan los dos, con un sueldo no alcanza. Antes estirabas" (Elna)

Sobre los cambios en la manera de gestionar la maternidad, insiste en que aunque algunas cosas, como la sanidad, han cambiado "y nada tuvo que ver mi embarazo con el Leticia, las preocupaciones y los miedos son los mismos". No obstante, reitera, "la maternidad es lo más grande que hay". "Por los hijos lo das todo. Me gustaría que Leti se sintiera orgullosa de la madre que tiene como yo estoy de la mía, que es una madre diez. Madre, abuela y bisabuela todoterreno", añade.

Y Leticia Vázquez lo está de ambas, tanto como Isabel y Elna lo están de ella y de Alia, la niña que el pasado mes de febrero las convirtió en bisabuela y abuela con tan solo 69 y 48 años, respectivamente.

Leticia, de 28 años recién cumplidos, se estrenó en la maternidad algo más tarde que su madre y su abuela, pero a una edad por debajo de la media actual, que ronda los 32. Ella también tenía claro que después de casarse quería tener hijos pronto y así fue. "No quería ser madre tan joven como ellas, pero cuando mi marido y yo tuvimos una estabilidad, los dos con trabajo fijo, nos casamos, hizo ahora un año, y, por suerte, me quedé embarazada enseguida", cuenta la joven, que trabaja en la cocina de la Brilat, en Figueirido.

A diferencia de su madre y su abuela, ella compatibilizará la crianza de Alia con sus responsabilidades laborales. "Ahora es inviable no trabajar, pagando casa y todo es imposible", asevera la joven, que hasta junio está de baja maternal. "Cuando la termine, mi marido cogerá lo que le queda de su baja de paternidad y después ya tenemos plaza en la escuela infantil. Hay que tenerlo todo organizado", sostiene. El reparto de responsabilidades con su pareja también la diferencia de las generaciones anteriores. "Vamos a medias en todo", asegura.

"Al principio la maternidad es dura. El posparto es muy difícil y nadie te lo cuenta" (Leticia)

A dos meses de volver al trabajo contempla con temor el momento de la separación. "Cuando la dejo sola dos horas me angustio –admite–, pero yo estudié Educación Infantil y soy consciente de que ella va a estar bien y de que le va a venir genial para socializar, para aprender y para inmunizarse, que hoy en día los niños los tenemos en burbujas. Antes iban un poco más a trote, como se podía, y ahora parece que son de cristal y no dejan de ser niños igual que antes. Obviamente, a medida que mejoran las cosas intentamos que estén cada vez mejor, pero creo que a veces nos excedemos un poco, y me incluyo".

Respecto a la maternidad, estos dos meses ya le han bastado para comprobar que el amor que se siente por un hijo es mucho mayor de lo que se imaginaba. "Nunca te imaginas poder querer a alguien así", afirma. No obstante, en estos dos meses también ha vivido de primera mano la dureza de la maternidad: "Al principio es duro. El posparto es muy difícil y nadie te lo cuenta, pero a medida que va pasando tiempo y te vas acostumbrando y cogiendo rutinas, se lleva todo mucho mejor. También tengo que decir que yo tengo una niña que es una santa".

"Lo mejor de ser madre es todo –afirma sin dudarlo–. Desertarme y verla a ella es maravilloso". Respecto al futuro de Alia, de momento solo pide que "tenga una infancia feliz". "Me gustaría que, como tuve yo, mi hija tuviera una infancia feliz y que sintiera que tiene una familia que la quiere y la apoya en todo".

Este domingo será su primer Día de la Madre y la celebración, con sorpresa incluida, está asegurada.

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