PONTEVEDRANDO... La Pepita

Hamburguesas para gourmets como usted

Trabajadores de La Pepita de Pontevedra. ALBA SOTELO

La hamburguesa era a la gastronomía como una canción de King África a la música: un producto para consumir y olvidar. Pero resultó que a alguien se le ocurrió dar la vuelta al concepto...

HAY COSAS que no se entienden, y déjenme que desarrolle el tema. La hamburguesa es un plato que se ha reinventado una y otra vez, siempre para depreciarla, hasta hace poco. Por su nombre, es de imaginar que le inventó algún alemán, con toda probabilidad hamburgués de Hamburgo. Eso debió ser, así a ojo, en el año catapum, que como usted está imaginando, fue hace un montón de tiempo, al menos varios siglos. Desde entonces el plato fue evolucionando hasta convertirse en el emblema de la comida rápida. El asunto fue evolucionando hasta hace muy pocos años. Una hamburguesa era una cosa cualquiera que uno comía en dos segundos sin preguntar cómo se hacía, ni quién la hacía. A fin de cuentas, se servía en pocos minutos, se comía en cuestión de segundos y a la media hora uno o una olvidaba que había comido.

Ésa era la historia de nuestra vida. Usted lo sabe como lo sabemos todos. La hamburguesa era a la gastronomía como una canción de King África a la música: un producto para consumir y olvidar. Pero resultó que a alguien se le ocurrió dar la vuelta al concepto. Como ser, era una locura. Si hace diez años alguien nos dice que haríamos cola para comer una buena hamburguesa, que reservaríamos una mesa o que pasaríamos toda una semana en familia para planificar una comida en una hamburguesería, nadie nos creería. A nadie se le ocurría que una hamburguesa podría convertirse en un producto gastronómico de calidad.

Pero la humanidad subsiste gracias a que evoluciona. Un día abrieron en Pontevedra La Pepita. Un amigo mío, Adrián Rodríguez, me dijo: "Tienes que ir a La Pepita, que es una barbaridad". Empezó a hablarme de la calidad del producto, de la atención, del servicio y de todas esas cosas que dice uno o una cuando recomienda un restaurante. Ya estaba yo convencido cuando me dijo que ahí, en el número 2 de Cobian Roffignac, en Pontevedra, se servían las mejores hamburguesas de la Vía Láctea. A ver: eso no era normal. Que un amigo con criterio se emocione hasta el llanto recomendando una hamburguesa no es normal. Así que el hombre insistió e insistió hasta que me convenció bajo el argumento de que él pagaba la cuenta.

Así que allá nos fuimos. Ante mí se abrió un universo de sensaciones hasta entonces inexplorado. Mi percepción de todo cambió para siempre. Mi vida, mi pasado, mi presente y mi futuro se abrieron a una nueva dimensión. Disfruté de mi primera hamburguesa en La Pepita y aquella experiencia sobrepasó en satisfacción al día de mi boda. Una hamburguesa, señores míos y señores, puede ser un plato excelso. Y disfrutarla en La Pepita es una experiencia afortunadamente repetible, siempre que uno vuelva, que todos volvemos. La materia prima es, entre otras, la carne de buey certificada y suministrada por el mayor productor de carne de buey; el pan lo cuecen en Pontevedra, en la panadería A Santiña, que ha sido galardonada como la mejor panadería artesana de España. Orgullosos a morir, no me diga usted que no.

Vale. La marca La Pepita, hoy se extiende por España entera. El primer restaurante, al que no llamaremos hamburguesería por no confundir, se abrió en Vigo, pero la expansión comenzó aquí, en Pontevedra, donde se abrió la segunda Pepita. Dos empresarios, Miguel Álvarez y Javier Romero, decidieron apostar por la propuesta y eligieron nuestra ciudad. La pareja de Miguel mantiene vínculos familiares y personales con Pontevedra y Javier es de Barro, aquí mismo. "Es una ciudad que conocemos muy bien. Pontevedra es el presente y el futuro. Lo tiene todo. Reúne todas las condiciones para apostar por este tipo de negocio". Pues parece que es verdad, porque La Pepita, aunque empezó en Vigo, se sirvió de Pontevedra para conquistar España entera. Hoy hay pepitas por todas partes, en buena medida porque Pontevedra demostró que el negocio era próspero más allá de Vigo. Hoy están en Compostela, Vitoria, Santander, Oviedo, Ourensa, Palma y en tantos otros sitios que si usted quiere la lista completa es mejor que se vaya a la web porque aquí no caben. Van abriendo por todas partes.

Y luego está lo que más importa. En Pontevedra trabajan 16 personas. Ya me dirá usted si eso no es crear empleo. Así se crea trabajo de calidad. Tan claro lo tienen, que los jefes, cuando les decimos de la foto, piden no salir ellos, sino el personal, "el verdadero capital de esta empresa". El 80% de los trabajadores y trabajadoras siguen aquí desde 2014, año en que abrieron su restaurante. Eso es a lo que llamamos empleo de calidad y estable. Gente comprometida que tratan a los clientes con la misma deferencia con la que se sienten tratados. Ahí están lo scretos del éxito de La Pepita: calidad suprema, atención suprema, empresa suprema y todo eso en una ciudad suprema. Y es así, amigos y amigas, como se consigue que una hamburguesa sea un plato para gourmets.