Hasta que se apague el Sol

HACE UN AÑO Georgina Molina hacía cola durante la noche para ser atendida en la comisaría de Aluche, en donde se gestionan los trámites de los inmigrantes que piden asilo en España. La primera cita se la dieron para 2022. Huyó de su país, Nicaragua, amenazada por la policía y con el miedo de acabar con una bala en su cabeza. Alicia Valencia se escapó de Colombia por el mismo motivo: el miedo y la presión a la que los paramilitares someten a los campesinos. Ambas hablan con la emoción de quien quiere volver a sabiendas de que nada en su país será igual. Pero no se rinden. "Seguiremos luchando hasta que se apague el Sol", declara la colombiana, integrante de la Guardia Indígena y de la Asociación de los Cabildos Indígenas del Norte del Cauca.

Las dos visitaron este lunes Pontevedra dentro del programa Defensoras de Dereitos, que lleva a cabo la Coordinadora Galega de ONGD. Así, pasaron por la Deputación de Pontevedra y por el Concello para celebrar encuentros con las responsables de Transición Ecolóxica en el Gobierno provincial Iria Lamas, y con la edil de Igualdade en el Concello, Paloma Castro. Además, en los próximos días pasarán por diferentes municipios de la provincia para dar a conocer la realidad en sus países junto a otras activistas.

A secretaria da Coordinadora Galega de ONGD, María Paz, habló de la necesidad de "defender ás que defenden, especialmente ás mulleres", ya que padecen de forma específica tipos de violencia machista por su activismo social. En este sentido, destacó el aumento de los asesinatos a defensores de Derechos Humanos, de modo que el año pasado fueron 321 las personas asesinadas en 27 Estados de todo el mundo.

El riesgo que corrían sus vidas fue el motivo por el que, tanto Alicia como Georgina dejaron sus países. Aún así, con un océano de por medio, ambas realizan trabajos de divulgación en España para dar a conocer la realidad del entorno que tuvieron que abandonar y concienciar a la sociedad.

Así, Alicia Valencia habló de la situación en el área Norte del Cauca, en el suroeste de Colombia, un territorio ocupado por la guerrilla de las FARC. Contrariamente a lo que pueda pensarse, el acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC no ha traído la calma al lugar. "Hace tres años de aquel acuerdo y ahora hay más muertes que antes", explicaba este lunes Valencia. "Se va contra la comunidad civil, el Gobierno es el primero que viola los derechos del pueblo nasa, al que pertenezco", denunciaba la lideresa indígena.

Valencia reclamó este lunes la propiedad de la tierra para los pueblos indígenas, frente a los terratenientes que utilizan grandes superficies para el cultivo de caña de azúcar para hidrocarburos; también la educación pública para todos en Colombia, acuerdos para la sustitución de cultivos ilícitos que se adapten a las costumbres del pueblo nasa y el respeto al medio ambiente. Este punto cobra especial importancia en un momento en el que jóvenes de todo el mundo se movilizan ante la crisis climática. Así, criticó igualmente las presas y centrales hidroeléctricas en el río Cauca, que "despoja" a los nativos de una fuente de agua.

Por su parte, Georgina Molina denunció la situación en Nicaragua. La activista feminista, que fue víctima de abusos sexuales en la infancia, nunca imaginó "que un Gobierno de izquierdas fuera a quitarnos el derecho al aborto".

La nicaragüense fue acusada por la policía de Daniel Ortega de financiar el terrorismo por llevar alimentos a personas que luchaban en la calle por un cambio en el Gobierno. Esto sucedió en la primavera de 2018 y, meses después, estaba huyendo de su país "como una delincuente cuando son ellos las ratas que deberían estar abandonando el barco". En su huida de Nicaragua se sintió como aquella niña de seis años abusada. "Creía que ya no me podía pasar nada peor que aquello", terminaba.