La historia real del narcosubmarino

El Clan del Golfo de Otoniel, los principales narcos gallegos, una red de lancheros de Huelva y un grupo con base en Asturias saben mucho sobre el semisumergible de Aldán. Ninguno de ellos se sentó esta semana en el banquillo de la Audiencia de Pontevedra. Nada de esto se acreditará por vía judicial. Sin embargo, es lo más cercano a lo que ocurrió
El fiscal Antidroga, Pablo Varela, interrogando a uno de los acusados esta semana en la Audiencia de Pontevedra. GONZALO GARCÍA
photo_camera El fiscal Antidroga, Pablo Varela, interrogando a uno de los acusados esta semana en la Audiencia de Pontevedra. GONZALO GARCÍA

EL ALIJO salió de Colombia tras el visto y place de Otoniel. La DEA, mediante su efectiva red de informantes en Sudamérica, tenía el control sobre un cargamento de 150 fardos que, según pensaba, alcanzaría los 4.500 kilos de cocaína. El transporte se puso en marcha en octubre de 2019, con varias semanas de retraso. Una gran organización gallega invirtió en origen aportando mucho dinero que llegó a manos del Clan del Golfo. Los sudamericanos aportaban la mercancía (posteriormente se comprobó que los 150 fardos solo pesaban 3.000 kilos) y a dos de los miembros de la tripulación de la embarcación elegida para el viaje: un semisumergible de más de 20 metros de eslora con capacidad para cruzar el Atlántico sin repostar. El tercer tripulante, garante de la valiosísima carga, llegaría a Brasil, punto de partida del narcosubmarino, desde las Rías Baixas. El clan gallego optó por un veterano transportista. El elegido llegó, vio y abandonó. Pensó que no debía jugarse la vida a bordo de aquel batiscafo de fabricación casera. Y la salida de la droga se retrasó.

Mientras, en Galicia, la Policía Nacional tenía en el punto de mira a la organización que iba a recibir el cargamento. De sus investigaciones, iniciadas un año atrás, se desprendía que el Clan Santórum, desarticulado posteriormente en la operación del Karar, era el elegido para recepcionar la carga. En las diligencias de esa última causa, posterior al alijo del semisumergible, presuntos miembros del citado clan con base en Vilanova de Arousa comentaron que tenían que cobrar "lo del submarino" en una conversación interceptada desde la Comisaría de Pontevedra. La Brigada Central de Estupefacientes y sus distintas secciones tienen claro que lo de los narcosubmarinos no es nada nuevo, al contrario. Llevan 15 años surcando el Atlántico de Oeste a Este. Y las pesquisas sobre este asunto en concreto estuvieron en manos de la Udyco Central, hasta que dejaron de estarlo. Eso sucedió cuando la National Crime Agency (NCA) emitió un aviso al centro de coordinación a nivel europeo (MAOC-N) con sede en Lisboa. La DEA, igualmente, aportó datos similares. Los teléfonos satélite que manejaban en la embarcación llegaron al CITCO (Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado), que, a su vez, los hizo llegar a Guardia Civil, Policía Nacional y Vigilancia Aduanera. En esta misma fase, la información se desangró. Todos en Galicia supieron casi de inmediato que el semisumergible que acabaría en el fondo de la ría de Aldán estaba marcado. Y nadie en las Rías Baixas saldría a por él.

El proveedor de la droga era un grupo de Cali al servicio del Clan del Golfo asociado con un capo gallego que invirtió en la mercancía

Mientras, el plan B de la organización pontevedresa ya estaba en marcha. Agustín Á., vecino de Vigo, aterrizó en Brasil. Le dijo a sus amigos más próximo que se iba de viaje. Cuando contactaron con él, ya no respondía. Hasta que fue el propio Agustín quien dio señales de vida el 19 de noviembre, cinco días antes de la caída de la droga. "Soy AGS, necesito ayuda". El receptor del mensaje en su teléfono particular y vía SMS fue su amigo Iago S., también vigués pero residente en Palma de Mallorca. Agustín, al servicio del gran clan gallego que había comprado parte del cargamento ilícito, sí se aventuró a pilotar el batiscafo. Lo hizo junto a dos primos ecuatorianos que, como el pontevedrés, alegaron precariedad económica extrema como excusa ante el delito.

A principios de noviembre, el que posteriormente sería el primer narcosubmarino transoceánico incautado ya estaba en el agua. Con el motor ensamblado en Macapá (lo más probable es que el casco también se fabricase en la Amazonia, aunque se desconoce si en parte colombiana o brasileña), los tres jornaleros de una gloria que resultó efímera iniciaron una singladura llena de peligros. Navegando entre dos aguas, fueron aproximándose al primer punto de encuentro fijado para recibir a las planeadoras que se encargarían del final del viaje. Sin embargo, no tardaron en saber que esas planeadoras nunca llegarían. Les habían dejado tirados. Agustín sabía del valor de la droga que transportaba y, mediante sus teléfonos satélite, comenzó a explorar alternativas.

Agustín Á. no fue el primer gallego en subirse al narcosubmarino; un veterano lanchero renunció ante una aventura suicida

La primera opción (del plan B) estaba en Huelva. Una red de lancheros valoró la opción de salir a altamar en busca de la mercancía. Las conexiones entre narcos andaluces y gallegos son cada vez más estrechas. Y fruto de ello, la noticia de que el semisumergible estaba marcado también llegó a oídos de los onubenses. Entre la cárcel y la cautela se quedaron con la segunda. La última alternativa del plan B llegó de Asturias. Con todos los gallegos con las orejas tiesas y ante el caramelo de una carga valorada en 150 millones de euros ante los ojos, otro grupo pensó en acudir al encuentro del narcosubmarino. Al compás de la intervención de estos individuos entraron en la investigación elos especialistas del Equipo Contra el Crimen Organizado de Galicia (ECO Galicia) de la Guardia Civil y la Udyco de la Policía Nacional de Pontevedra, dos unidades que operan de forma conjunta con efectividad. Comenzó a hablarse de que llegaría "una embarcación inusual". El Instituto Armado tomó la batuta, si bien la vigilancia en costas gallegas entre el 22 y el 24 de noviembre fue cosa de Policía, Aduanas y Guardia Civil de forma conjunta.

La fase final ya es conocida. Son los hechos juzgados esta semana en Pontevedra. El semisumergible que debía trasvasar la cocaína en altamar se acercó a la costa, bordeó Portugal y llegó a Galicia. Agustín avisó a sus amigos de que iba a aproximarse a la zona de O Foxo, en Aldán, "donde veraneaba". Pedía auxilio para escapar. Mantuvo esperanzas hasta el último instante de salvar la carga, y eso puede acabar salpicando a los cuatro vigueses que le acompañaron en el banquillo estos días. El narcosubmarino cayó, y Diario de Pontevedra lo contó en primicia para todo el mundo.

El juicio
El fiscal solicita elevadas penas
Tras intentos por alcanzar un pacto que suponía penas de nueve años de cárcel para los tres tripulantes detenidos y seis para los cuatro amigos de Agustín que intentaron rescatarle (a él y, según la acusación, también a la droga), la vista oral se centró en los hechos cometidos por estos últimos acusados. Los tres del narcosubmarino, que reconocieron los hechos, se enfrentan a penas de entre doce y doce años y medio. Los cuatro de tierra, que defendieron que solo querían ayudar a un amigo (si bien uno de ellos señaló que otro le había propuesto "una descarga"), tienen enfrente un panorama delicado: peticiones de pena de entre nueve años y medio y seis años. La Audiencia dictará.

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