Investigan delitos de odio, coacciones y hurtos a menores en el 'botellódromo'

Jóvenes denuncian la inseguridad y discriminación por cuestiones de sexo, robos y amenazas por parte de un grupo concreto de individuos. La Policía Local vigila con lupa estas actividades
Un grupo de jóvenes en el recinto del botellódromo, en Pontevedra. RAFA FARIÑA
photo_camera Un grupo de jóvenes en el recinto del botellódromo, en Pontevedra. RAFA FARIÑA

Un grupo de una docena de jóvenes, todos ellos menores de edad, lleva algunas semanas causando graves quebrantos a quienes se acercan al recinto del botellódromo de Pontevedra. Encontronazos voluntarios en busca de pelea, violencia verbal y de género contra chicos y chicas por su orientación sexual o por su simple vestimenta, empujones, hurtos de botellas y de teléfonos móviles, todo ello con un objetivo aparente: generar un ambiente de confrontación que acabe en una pelea. La práctica, que llevan a cabo siempre buscando "presas fáciles" como lo son los grupos menos numerosos y normalmente más jóvenes, se ha detectado en las últimas semanas en el citado recinto reservado para el consumo del alcohol en el Norte de la ciudad, a orillas del río Lérez. Sin embargo, no fue hasta este fin de semana cuando algunas de las víctimas dijeron basta y dieron cuenta de lo que ocurría a través de las redes sociales.

Fuentes de la Policía Local de Pontevedra confirmaron este domingo a este periódico punto por punto la existencia de tales prácticas. Señalaron que la presencia uniformada en la zona es constante, pero admitieron la dificultad para frenar esas actitudes. Ello es así porque, del mismo modo que hacen quienes acosan en el ámbito escolar, los investigados aprovechan las ventanas de ausencia de seguridad pública para hacer sus fechorías. Además, por el momento no se han interpuesto denuncias concretas, lo que complica las cosas a la hora de que los agentes puedan fijar sus objetivos.

El principal modus operandi de este grupo de jóvenes delincuentes, además de los insultos por cuestiones de género y el acoso a chicas y a chicos, consiste en el hurto de las botellas que los menores adquieren para consumir en el botellódromo. En medio de la confusión buscan que se produzcan riñas, empujones y peleas, y aprovechan para hacerse con los teléfonos móviles de los demás.

Los presuntos autores de los hechos juegan con la ventaja de su edad. Muchos no rebasan los 16 años, por lo que la acción policial y judicial sobre ellos se limita ante según qué supuestos. Al mismo tiempo, la coacción y la amenaza que ejercen sobre el resto les sirve para que las víctimas no den el paso de interponer denuncia.

Mientras, el único entorno público en el que es "legal" consumir bebidas alcohólicas en la ciudad se ha convertido en un espacio menos seguro de lo deseable.