DIARIO DE UN CONFINADO

Jamás recargue un Clipper

Imagen de la zona monumental. RAFA FARIÑA
photo_camera Imagen de la zona monumental. RAFA FARIÑA

8.00
Con la novedad de que por primera vez desde que dura este encierro empiezo el día rematadamente mal. Primero porque me despierto a una hora insólita, y luego porque inmediatamente me quemo la nariz. Eso puede que merezca una explicación. El caso es que estos días tengo dos encendedores: un Clipper, buen mechero, ecológico por cuanto es recargable y se puede reponer la piedra; el otro es un Atomic, cuya marca no nos dice nada. Tampoco está mal: es igualmente recargable, viene con encendido electrónico y tiene la ventaja de que incorpora un novedoso dispositivo, una palanquita que nos permite a los gordos regular la salida del gas para agrandar o encoger la llama resultante, cualidad de la que carece el Clipper.

Bien, resulta que me despierto a esa hora absurda y me lío un pitillo. Lo sujeto entre mis sensuales labios, bajo la mirada para ver si el móvil me ofrece alguna cosa nueva y enciendo el Clipper. El Clipper solamente tiene un defecto, y es que la llama va haciéndose más pequeña con cada encendido a medida que el gas se le va acabando, hasta que desaparece por completo y es en ese momento cuando hay que recargarlo, cosa que yo había hecho la noche anterior. Y cuando está recién cargado es un lanzallamas. Entonces yo, con el cigarro en la boca y la vista baja, enciendo el Clipper todavía medio dormido olvidando que está recién cargado y la llamarada me quema la nariz. No reaccioné, además, con los reflejos que me caracterizan, sino todo lo contrario: sí reaccioné con los reflejos que me caracterizan, por lo que estuve un rato dudando entre apagar el mechero o apartar la nariz de la llama. Finalmente hice alguna de las dos cosas, no recuerdo cuál, pero la nariz ya estaba irremediablemente quemada.

No es una quemadura severa, pierda cuidado, pero sí dolorosa. Tampoco es cosa de ir a urgencias para que me la vean. Imagínese, con la que está cayendo, que aparezco por ahí quejándome de que me quemé la nariz. Mi señora me aplicó una pomada y con eso y una hercúlea capacidad de sufrimiento lo voy sobrellevando. Ahora sí, un consejo le voy a dar: entre un Clipper y un Atomic no tenga dudas: siempre el Atomic. Y todo eso me pasa por practicar la ecología y el reciclaje.


15.25
Vuelvo al móvil y leo en Twitter que hay deportistas quejándose de que no les dejan entrenar. Algunos de ellos tienen plaza olímpica y dicen que si no entrenan y finalmente se celebran los Juegos de Tokio llegarán en inferioridad de condiciones frente a rivales que sí entrenan en otros países. No lo pillo: miles de trabajadores se irán estos días a la calle; todos ejercemos la responsabilidad de encerrarnos en casa; otros se exponen a contagiarse en sus centros de trabajo pero tenemos que hablar de si los deportistas pueden o no entrenar.

Y otra cosa digo: en inferioridad de condiciones llegarán como siempre los atletas afganos o de Costa de Marfil, que no entrenan en centros de alto rendimiento, ni tienen a su servicio entrenadores, fisioterapeutas y psicólogos; ni patrocinadores, ni ninguna otra cosa. Reconforta escuchar a Gómez Noya diciendo que en situaciones como ésta el deporte pasa a un segundo plano o seguir a Pablo Dapena, encerrado en su casa compartiendo un vídeo de los empleados y empleadas del Froiz de Ehegaray animándose y animándonos. Esos son verdaderos campeones que saben que ahora lo que nos jugamos está por encima de ambiciones personales. Los demás, a chorar a Cangas, lo siento. En estos momentos si algo sobra es el egoísmo. También a mí me duele la nariz y no voy por ahí pidiendo que me dejen salir de casa.


17:50
El dolor me impide dormir la siesta, así que veo en La2 un documental sobre ranas y otro sobre animales que viven en situaciones extremas. Me solidarizo con unas y otros, pero no logro conciliar el sueño. Si tiene usted un Clipper, nunca lo recargue.


19:50
Por fin veo el discurso del rey Felipe. Cuatro frases comunes. Poca cosa más que decirnos que somos una sociedad fuerte y pronto volveremos a la normalidad. Qué equivocado está. Cuando esto pase, nada volverá a ser lo mismo, como no lo fue tras los atentados del 11-S o tras la II Guerra Mundial. Habrá otra normalidad, pero no la de antes de la pandemia. La normalidad es cambiante para todos salvo para un rey mientras lo es. Creo que Felipe VI pensaba más en sí mismo que en usted o yo. Él, de no ser por el escándalo de su padre, estaría viviendo su normalidad de siempre, y confía en volver a ella en un par de meses. Parece convencido de que lo olvidaremos todo y seguiremos como si nada. Espero que no, que los españoles reconsideren si lo que necesitan es que la jefatura del Estado esté en manos de gente de poco fiar que ni siquiera sabe hacer un discurso motivador en tiempos de zozobra.


20:45
Rutina diaria: aplausos en la ventana, cena, tele y a cama. Afortunadamente mi señora y yo compartimos encierro con nuestro hijo, el único aquí que mantiene la mesura, la cordura y la cohesión familiar, social y territorial.

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