Javier Porro: "Entendí que Dios me amaba más que yo mismo y lloré como un cerdo durante 20 minutos"

La fe y la biografía del párroco de la basílica de Santa María protagonizaron Conversas na Uvi, junto a Rodrigo Cota

Javier Porro con Rodrigo Cota, en la Casa das Campás. DAVID FREIRE - Conversas na Uvi
photo_camera Javier Porro con Rodrigo Cota, en la Casa das Campás. DAVID FREIRE

Había estudiado Historia del Arte. Solía escribir críticas de arte en periódicos y revistas. Tenía un buen trabajo como profesor en el colegio Peleteiro de Santiago. Pero estaba insatisfecho. "Un día entré en la parroquia de San Fernando. Un cura joven se sentó a mi lado y le conté lo que me pasaba. Él me dio el perdón y yo sentí que Dios me amaba más que yo mismo. Me puse a llorar como un cerdo durante 20 minutos". Así explicaba este martes Javier Porro cómo sintió la llamada con 30 años, un trabajo estable y novia.

El párroco de la basílica de Santa María repasó buena parte de su biografía –antes y después de consagrarse a Dios– en compañía del columnista de Diario de Pontevedra, que lo entrevistó ante un nutrido público entre el que se contaban feligreses, amigos y familiares, como la exalcaldesa de Vigo Corina Porro, su hermana.

Desde su infancia en Ferrol hasta su vida actual en Pontevedra, pasando por sus años como estudiante o su experiencia en el seminario. Porro nació en el Ferrol de los años 60, hijo de un militar de Palencia y una ferrolana. A los 18 años comenzó sus estudios de Filología, pero una mala experiencia en la Universidad provocó que abandonase el curso. "Fue una experiencia durísima en la que sufrí acoso por parte de mis compañeros de residencia. Años después todavía me costaba pasar por ciertas zonas de Santiago por si me los encontraba", explicó este martes el párroco.

Al curso siguiente, se matriculó en Historia del Arte. Aunque siempre había sido creyente, durante aquellos años se alejó de la doctrina católica "porque todo era pecado y me prohibía lo que me gustaba". Así, el sacerdote explicó que entiende que la gente joven no se sienta atraída por la Iglesia ya que "yo mismo creí poder vivir sin Dios durante un tiempo". Fue la dimensión social de la Iglesia la que hizo que Porro volviese a conectar con la fe. Entonces, ya cerca de los 30, acudió a la Jornada Mundial de la Juventud de 1989 en Santiago de Compostela con el papa Juan Pablo II. "Íbamos más por hacer amigos que por el papa, pero dijo algo que me llamó la atención. Algo así como si alguien siente que Dios le llama por otros caminos diferentes al matrimonio, que no lo dude. Yo lo vi clarísimo".

SEMINARIO. Dos años después entró en el seminario. Aunque su experiencia allí no fue del todo buena. "Tenía vocación de cura, no de seminarista", explicó Porro refiriéndose a la disciplina de este tipo de centros. Fue entonces cuando dejó el Peleteiro y cambió sus corbatas por un alzacuellos. "Usaba corbatas muy coloridas, tenía una de Navidad que llevaba una pila y hasta tenía luces. Cuando entré al seminario las subasté para darle el dinero a un misionero", recordó. Sus alumnos las compraron y se las devolvieron como regalo de Navidad.

La falta de fe en la sociedad actual, las prisas y la imposibilidad de que las mujeres ejerzan el sacerdocio fueron temas tratados también en el encuentro del martes. Para terminar, Cota le preguntó cómo llevaba el celibato. "El que ha sentido la llamada de Jesucristo y quiere dedicarse a Dios lo lleva muy bien", contestó.

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