La integración en el colegio ayuda a fomentar la igualdad en la sociedad

Niños con discapacidad comparten aula con el resto de alumnos, lo que beneficia a todos. Autismo, parálisis cerebral, síndrome de Rett o Down, conviven en el centro educativo

Son niños muy especiales. No sólo por el hecho de que las discapacidades que tienen los hacen diferentes al resto de sus compañeros, sino porque trabajar con ellos hace ver la vida de otros modo. En el Sagrado Corazón de Placeres hay niños que tienen autismo, parálisis cerebral, síndrome de Rett, síndrome de Down o trastornos de conducta, entre otras discapacidades. Mientras muchos padres optan por formar a estos chavales en centros específicos, en el Colegio Sagrado Corazón de Placeres cuentan con cinco aulas específicas dentro de un centro ordinario y, además, niños integrados plenamente en el aula con los que las cinco tutoras de las aulas específicas no trabajamos.

Los chavales de las aulas específicas realizan también horas lectivas en las aulas ordinarias, lo que les permite hacer vida normal con el resto de compañeros del centro. De esta manera, en prácticamente todas las aulas del colegio hay algún niño con discapacidad en algún momento del día, lo que hace que todos los niños del centro vean con normalidad convivir con los chavales. La educación inclusiva vivida desde la primera infancia ayuda a todos los niños a ser más tolerantes, más comprensivos y a tratar de una manera más cercana a las personas con discapacidad. De hecho, las profesoras de las aulas específicas buscan que sus niños pasen el mayor tiempo posible en la aulas de ordinario y que participen en todas las actividades que hacen sus compañeros.

Pero la integración también se trabaja a la inversa. Los niños con discapacidad tienen sesiones de teatro semanales donde se favorece la expresión oral y se fomenta la comunicación gestual y el control del tiempo y en ellas también se incluyen niños del resto de aulas. Para ellos resultó una experiencia muy gratificante, pues se dejaron contagiar por la positividad que irradian las personas con discapacidad.

En el centro los chavales de especial pueden estar hasta los 21 años y para ayudarles en su vida diario el centro cuenta con un aula de transición a la vida adulta, en la que trabajan habilidades sociales y desarrollan programas de adquisición de hábitos de orden, alimentación o aseo como hacer la cama, fregar los platos o poner una lavadora.

CONDUCTA AGRESIVA. Los trastornos de conducta pueden ser muy diversos y en el centro tienen un niño que, debido a la dispacacidad que padece, ha desarrollado conductas agresivas. En las últimas semanas, los profesionales del centro recibieron un curso de autodefensa con el que recibieron nociones básicas para saber responder ante una situación extrema generada por una persona con problemas de conducta. "Nunca tuvimos que parar a ningún niño, es un extremo al que nunca hemos llegado. Nos formamos para saber reaccionar y que un chaval con estos problemas no cause daño a sus compañeros", indican.