La odisea de comer a ciegas

El CIFP Carlos Oroza celebró un almuerzo muy especial que se degustó con los ojos cerrados. El objetivo era ponerse en la piel de una persona con problemas de visión
Los participantes utilizaron un antifaz durante casi toda la comida.
photo_camera Los participantes utilizaron un antifaz durante casi toda la comida.

"Me manché la nariz 57 veces, pero fue una experiencia muy buena". El blogger Faustino Batallán (@GaliciaGastro) fue una de los personas que este miércoles se apuntaron al reto de vivir de primera mano el día a día de quienes padecen discapacidad visual, concretamente a la hora de comer. ‘Para min, para ti..., para todos’ es el nombre del proyecto impulsado por el Centro Integrado de Formación Profesional Carlos Oroza y que se concretó en una comida a ciegas. En ella participaron miembros del propio CIFP, de la Once y de la asociación Juan XXIII, que atiende a personas con discapacidad psíquica.

La iniciativa, que cumple su cuarta edición, fue idea de la profesora de Hostelería y Turismo Tina Otero, tal como explicó la vicedirectora del centro, Pilar Tallón, que también se apuntó a la experiencia utilizando uno de los antifaces que la Once facilitó a las personas sin problemas de visión que quisieron ponerse en el lugar de quienes no tienen la suerte de ver qué hay en el plato.

Técnicos de la Organización Nacional de Ciegos Españoles ofrecieron la formación necesaria al alumnado de los ciclos medios de Servizos y Dirección de Cociña para que estos la pudiesen poner en práctica a la hora de atender a los comensales, tanto a los que sufren alguna discapacidad visual como a los que utilizaron el antifaz durante toda la comida o al menos la mayor parte.

"Las pautas básicas son que los alimentos deben comerse de un bocado y deben estar deshuesados y sin espinas", explicó Tallón. Además se utiliza la conocida como técnica del reloj. Es decir, el camarero indica al comensal en que punto del plato se sitúa la carne o el pescado y en cual la guarnición según las agujas del reloj. Para capturar el bocado sin sobresaltos "hay que coger el tenedor con las puntas hacia arriba, pinchar y girar".

Hasta ahí la teoría. En la práctica, como afirmaron los participantes, siempre suele ser ligeramente más complicado, aunque finalmente la vajilla quedó vacía en la mayoría de casos. Los camareros, además de explicar la organización del plato, también echan una mano al comensal ayudándole a llegar al vaso o a la copa si ven que hay dificultades. Tallón apunta otro truco, y es que el plato debe ser blanco para no confundir con los colores a las personas que tengan restos de visión.

El menú de ayer estuvo compuesto de una serie de aperitivos (gazpacho, croquetas de jamón, canapé de mango y ravioles con salsa de queso) complementados con un cóctel, rape a la marinera y carrilleras al vino tinto, todo ello regado con vino blanco y tinto. De postre, tiramisú.

CON ANTIFAZ. La prueba de los aperitivos no supuso ningún escollo, a excepción de los raviolis. Aunque los comensales coincidieron en que "están buenísimos", su tamaño obligó a tener que usar el cuchillo, con la correspondiente dificultad. Situación parecida se vivió con las carrilleras. "El problema es que cortas un trozo y cuando te lo llevas a la boca descubres que es gigante".

"Yo si fuera ciego comería con las manos, directamente", apuntó otro participante. No es fácil y por eso no fueron pocos los que quisieron valorar "la suerte" de poder ver. Eso sí, quienes se animaron a utilizar el antifaz destacaron que comer a ciegas ayuda a potenciar los otros sentidos, desde el gusto y el olfato hasta el oído.

DISTINCIÓN. "Fue una experiencia muy interesante", apuntó el presidente de la Asociación de Xenealoxía e Heráldica de Pontevedra, Carlos Acuña, que también participó en el almuerzo. "Solo identificar cada objeto en el espacio y localizar la comida en el plato ya causa extrañeza". Aun así, afirmó que fue una "experiencia maravillosa" y no le pareció agobiante no sacarse el antifaz casi en ningún momento. "Fue realmente instructivo. Es difícil comer así, tiene mucho mérito y hay que valorar la dificultad que tienen estas personas. Los alumnos lo hicieron muy bien". Su mayor temor era "tirarme la comida por encima, pero no ocurrió". En cuanto al sabor, admite que "me ha gustado, pero reconozco que se come mucho con la vista. El tiramisú y las carrilleras me habrían gustado más si los viera".

"Pontevedra recibió muchos premios por su accesibilidad y pensamos que se podría aprovechar este nicho de mercado. No hay muchas ciudades preparadas en este sentido", apuntó la vicedirectora del centro. "Queremos distinguir a nuestros alumnos para que tengan esta formación específica. Las personas con discapacidad visual no viajan solas, gastan dinero...". De hecho, esta formación es extracurricular "y no podemos dedicarle todo el tiempo que quisiéramos". El CIFP Carlos Oroza es el único centro de Galicia que la incluye en su programa. La práctica pendiente es que sean los propios alumnos quienes se pongan en la piel de sus clientes "para ver sus limitaciones y ver en qué tienen que mejorar el servicio".

Comentarios