''La libertad existe, por eso luchamos, para alcanzarla''

La escritora presenta en la Festa dos Libros su novela El lunes nos querrán, ganadora del Premio Nadal 2021
Najat El Hachmi en una imagen de archivo.
photo_camera Najat El Hachmi en una imagen de archivo. CEDIDA

El libro repasa muchos temas, la amistad, la libertad, la pobreza, el racismo... pero cuando se sentó a escribirlo, ¿qué quería contar?

Quería contar la historia de la amistad entre las dos protagonistas, porque me apetecía poner en valor ese tipo de vínculo, muy importante para cualquier persona, pero más en determinados momentos de la vida. De hecho, en determinadas edades nos parece lo más importante. Cuando escribimos lo hacemos sobre cuestiones conflictivas, porque sin conflicto no hay historia. Pero a veces se come a los elementos más positivos, que suponen un poco de alivio a determinadas situaciones. Quise plantear que en medio de estas circunstancias tan duras en las que viven las protagonistas hay algo bonito, un asidero. No es una historia fácil, pero aun así, el punto más optimista de la novela es esa amistad.

Y también las ansias de libertad, las ganas de vivir su propia vida.

Esa lucha por la libertad es un tema que atraviesa casi todo lo que he escrito. Casi todas las historias son esa. Pero en este caso quería vincularla con la amistad entre mujeres.

''La segregación urbanista es una dinámica con efectos muy importantes sobre las personas'', apunta la escritora

Las protagonistas quieren huir de una comunidad tradicional en la que hay determinadas normas, pero la vida fuera de ahí tampoco es fácil y un ejemplo es la presión para encajar en el canon de belleza occidental. ¿Existe la libertad?

Sí existe, para eso luchamos, para alcanzarla. Yo soy libre. Es cierto que de vez en cuando asoma el peligro de nuevas formas de someternos y eso es lo que cuesta ver. Porque a veces, esas normas de las que escapamos se nos reformulan y nos cuesta ver en ellas el sometimiento. Has puesto el ejemplo de la presión sobre el cuerpo. Esa es una de las formas inesperadas sobre las que se ha rearmado la opresión sobre la mujer. No lo preveíamos en otros momentos en lo que luchábamos por la liberación pero, por la vía del mercado, de la creación de nuevas necesidades como consumidoras... al final hemos terminado sin poder disfrutar y vivir en paz con nuestros cuerpos. En el caso de la novela, las protagonistas vienen huyendo de un modelo anterior, el de sus madres, y se incorporan a otro modelo, el de las mujeres que están fuera de ese barrio. Pero esas mujeres también están condicionadas por normas sociales y no son tan libres como los hombres. Las protagonistas permiten ver las trampas de la sociedad de aquí. No se trata solo la opresión que viven en tanto que mujeres nacidas en familias musulmanas, sino también esa otra forma de discriminación de las sociedades occidentales. No podemos afirmar que exista una sola sociedad en la que todo esté solucionado para las mujeres, incluso en los países más avanzados en materia de igualdad.

Si usted no hubiese nacido en Marruecos y sido hija de padres migrantes, ¿podría haber escrito esta novela?

Dependería mucho de mi clase social. Uno de los condicionantes de esta novela es el de la pobreza, ahí creo que hay una experiencia compartida con muchas autoras españolas que no nacieron en otro país y son la primera generación en su familia con acceso a la educación superior. También las personas que hayan vivido el éxodo rural a las ciudades pueden verse representadas en algunas de las experiencias de las protagonistas de mi novela.

Supongo que sus lectoras se verán reconocidas en esas barreras que dibuja en la novela, como la configuración de los propios barrios, que también es excluyente.

La segregación urbanística que se va dando de forma espontánea es una dinámica muy poderosa que relega a una determinada población a unos barrios concretos. Eso acaba teniendo efectos muy importantes sobre las personas. Es cierto que puede surgir cierta solidaridad y apoyo, pero también es perjudicial para las personas que habitan estos barrios y para el resto de la sociedad: acabamos estando más separados de lo que querríamos. Para las mujeres esa segregación es especialmente perjudicial porque se crean sociedades paralelas en las que rigen las normas de los miembros de esa comunidad, que viene de una sociedad tradicional, muy patriarcal y con normas religiosas. Ahí la penetración de valores como la igualdad puede verse afectada. No hay una convivencia normal. 

''Ampliar la mirada, el imaginario que estamos construyendo incluirá más puntos de vista'', subraya Najat 

Usted es muy crítica con ciertos aspectos de la cultura musulmana y también con las posturas que desde occidente los relativizan desde el punto de vista del relativismo cultural.

No cabe ningún relativismo con el machismo. Entre las personas musulmanas hay muchas chicas jóvenes que están sufriendo esa opresión y agradecen que yo diga lo que ellas no pueden. Por otro lado, hay personas muy críticas, porque siempre que salimos a criticar el machismo ocurre lo mismo: hay una reacción muy virulenta. Me llama la atención que se me acuse de fomentar el racismo por denunciar el machismo, como si yo no sufriera el racismo también. Las que estamos en esta situación no podemos desatender ninguno de los frentes, son dos realidades con las que tengo que convivir. No se puede simplificar.

¿Echa de menos el punto de vista de las mujeres migrantes en la literatura?

Creo que está surgiendo. Estoy convencida de que van a salir escritoras de las chicas que veo en los institutos, igual que yo. Lo que hay que hacer es que el acceso a la educación y la cultura sea para todos. Se trata de escribir desde lo que somos, y, simplemente eso, amplía los márgenes de la literatura. Al ampliar la mirada, el imaginario que estamos construyendo incluirá más puntos de vista. Pero se está generando un cambio que, además, lo motivan las lectoras, y esto transforma el panorama del libro, porque ellas tienen el poder.