Diario de viaje...

Lores y los galos

Miguel Anxo Fernández Lores, ante el Ayuntamiento de París. JOAQUÍN BARREIRO
photo_camera Miguel Anxo Fernández Lores, ante el Ayuntamiento de París. JOAQUÍN BARREIRO

DESPOJADO, QUIZÁS para siempre, de su traje gris de príncipe gitano y de aquellos jerseys rojos que tanta fama le dieron, Lores afronta la primera jornada del periplo por París ataviado como un muchacho de Nuevas Generaciones. Chaqueta azul y camisa a rayas, probablemente de Lacoste, aunque esto último no pude confirmarlo. Complementa todo ello con un bolso de señora mayor con el que, entiendo yo, transmite su compromiso con la igualdad de género y con el entendimiento intergeneracional.

El edificio del gobierno de París es de una hermosura excesiva, tanto por dentro como por fuera. Eso puede comprobarlo usted por sí misma si se toma la molestia de visitarlo, como hice yo.

El alcalde había venido repasando su discurso en el avión, no sé por qué, si se lo sabe de memoria. El foro se desarrolla en dos salones, uno grande y otro no tanto. Miguel Anxo Lores interviene a media mañana y está anunciado como la estrella de la jornada. Le toca enfrentarse al público solo, en la sala grande, entre dos mesas redondas, una sobre la batalla contra el CO2 y la otra sobre la transición energética de las grandes ciudades. Atiendo a todos los intervinientes con enorme interés pero no entiendo nada, pues hablan en un idioma incomprensible, probablemente francés. Entre ellos, Jaume Barnada, un catalán que lleva en la solapa un lazo amarillo y según luego me contaron, aprovechó la oportunidad para mandar un par de merecidos zascas al Estado español.

La intervención de Lores se celebra en un antiguo salón de fiestas muy barroco, lleno de filigranas doradas, preciosamente iluminado por lámparas de araña y con el techo decorado con frescos de escenas que representan la libertad, la igualdad y la fraternidad. Allí bailó Lores ante un público entregado de 674 personas (las conté una a una), todas ellas especialistas de todo el mundo en asuntos de urbanismo, medio ambiente, movilidad y cosas así.

Habla con traducción más o menos simultánea, a cargo de María Xosé López Escudeiro, a quien usted recuerda por haber sido concelleira en el primer mandato de Lores. El alcalde dice todo aquello que sabemos en Pontevedra pero no en París ni en los lugares de origen de los miembros de la audiencia. Explica los logros de su modelo urbano, cuenta lo de los premios de nuestra ciudad y lo de la repercusión mediática que nos cubre últimamente.

Para un pontevedrés se hace raro ver las caras del público cuando alguien les habla de las ventajas de expulsar a los coches de las ciudades y da datos como el consabido de los niños que van caminando solos al cole o el de que en Pontevedra hace muchos años que no matamos a nadie con un coche, no como en el resto del mundo, donde la gente va por ahí atropellando al prójimo.

La intervención, con todo y traducción se desenvuelve en 15 minutos intensos en los que resume sin soporte de imágenes sus 20 años de gestión. Se extiende proponiendo a su audiencia que el ejemplo pontevedrés es extrapolable a cualquier otra ciudad, grande o pequeña.

El discurso de Lores no estuvo mal, a pesar de que no es fácil venir a una ciudad como París a tratar de convencer a nadie de las ventajas de las ciudades sin coches. La alcaldesa de esta ciudad, que gobierna con un tripartito de izquierdas, tiene varios problemas. Al parecer le acaba de dimitir uno de su gobierno y uno de los motivos es precisamente el proceso de peatonalización emprendido en algunas zonas de la ciudad. Lo mismo que está pasando en Madrid. Lo que ocurrió en Pontevedra en 1999. Es normal. La gente tiene miedo.

Como los compañeros de la prensa se empeñaron en trabajar entrevistando a gente importante, acabo en un salón donde regalan comida y bebida, cotilleando. Allí pude comprobar dos cosas: una, que eso de que hablando castellano se entiende uno en cualquier rincón del mundo es una soberana mentira. La gente con la que hablé me dijo cosas en diversas lenguas y yo dije a todo que oui, oui. La otra cosa, la más importante, que el zumo de pomelo es amargo, ¡pero si se le añade azúcar gana bastante! ¡Pruébelo!

Luego, a primera hora de la tarde, Lores tuvo un encuentro con el vicealcalde de París. Allí hablaron largamente de cosas de regidores. El de París le preguntó a Lores cómo se peatonaliza una ciudad y Lores le contestó. Dijo, y en eso lleva razón, que es más difícil y comprometido hacerlo en una gran ciudad que en una pequeña, pues en París apenas un 20% de la población se desplaza en coche, cuando en Pontevedra lo hacíamos un 70% cuando él llegó, cifra que se redujo a menos de la mitad.

De ahí a la Sorbona, donde en la tarde del martes el alcalde tuvo otra intervención de la que daremos cuenta el jueves.

Sin más novedad, salvo que estoy tremendamente desconcertado. Me enteré de que no nos llevan a Eurodisney. No se entiende venir a París y no visitar Eurodisney, pues como todos sabemos, Walt Disney copió descaradamente nuestro modelo peonil justo antes de criogenizarse.

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