Los héroes de la casa

Galicia celebra el Día del Abuelo el 26 de julio como la segunda región más envejecida de España. Tres abuelos y abuelas, pilares fundamentales de sus familias, relatan su día a día

Arturo y su nieta Mariña
photo_camera Arturo y su nieta Mariña. JOSE LUIZ OUBIÑA

Ya es un hecho. Los abuelos y abuelas se han vuelto, en los últimos tiempos, pilares imprescindibles de la sociedad actual. La figura del mayor ya no es la del jubilado que disfruta de su tiempo libre en las terrazas de las cafeterías, o de un crucero por el Mediterráneo, en el mejor de los casos. Hoy los abuelos y abuelas siguen teniendo cargas familiares y obligaciones. Con la llegada de la crisis, algunos se han convertido en una importante fuente de ingresos para las familias y, con ello, han asumido el papel de sustentadores del hogar. Pero, si por algo se caracteriza la figura del abuelo moderno, es por la inagotable tarea de cuidar a los nietos mientras los hijos trabajan.

Tanto es así, que algunos abuelos han llegado incluso a convertirse en unos segundos padres para los más pequeños. 

Por ello, el próximo jueves 26, como cada año, se conmemora el Día del Abuelo. En esta ocasión, Galicia celebra esta fecha siendo la segunda región más envejecida de España, con 195 mayores de 65 años por cada 100 menores de 16, una cifra que supera con creces el índice de envejecimiento nacional y que, además, va al alza, según los últimos datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). En este sentido, se estima que, en el año 2031, más del 28% de la población de Galicia será mayor de 65 años. A pesar de ello, Pontevedra sigue siendo la provincia gallega que registra el índice de envejecimiento más bajo de las cuatro. 

Todo indica que, en un futuro, los mayores se volverán todavía más imprescindibles, si cabe, dentro del entorno familiar, y que cobrarán aún más peso en la sociedad. Muchos de ellos son abuelos, abuelas, e incluso bisabuelas que, como Josefa, Emilia y Arturo, los protagonistas de esta historia, lo dan todo cada día por sus familias. Ellos que, al margen de las estadísticas, ya ocupan un lugar imprescindible, también se han hecho un hueco muy especial en el corazón de los más pequeños de la casa. Pasear, jugar en el parque o aprender juntos son solo algunos de los momentos imborrables que abuelos y nietos comparten a diario y que siempre llevarán en el corazón. Porque ya se sabe: quien tiene un abuelo, tiene un tesoro.

Josefa Souto: "Á bisneta dánselle moitos máis mimos que ás netas, é a nosa alegría"

Cuando los ojos azules de Ánxela se entrelazan con los de su bisabuela Josefa, parece que el mundo gira en torno a ese momento. No existe otra cosa. Es ella quien la lleva a pasear cada tarde, montada en su querida moto de juguete, y también la que sabe donde se venden los gusanitos que tanto le gustan. Porque la bisa, además de ser uno de los mayores tesoros que tiene la pequeña, también es una inestimable protectora. "Non me gusta cando lle berran", dice con ternura. En sus palabras hay un cariño infinito, y también una ilusión inmensa, que Ánxela alimenta con cada sonrisa tímida que le dedica. 

A sus 86 años, Josefa no puede sentir una fascinación mayor por su bisnieta y, por eso, es cómplice de todos y cada uno de sus deseos infantiles. Entre ellos, alguna que otra ración de chocolate a escondidas. Es inevitable: "Á bisneta dánselle moitos máis mimos que ás netas", asegura. "Cando as netas eran pequenas tamén as mimaba, pero agora todo é para ela. Sempre ven a xunta min, porque sabe que son a que lle cumpre os caprichos", añade. 

Fina, su nieta Isabel y su bisnieta Ánxela

A Ánxela y a su bisabuela las separan 84 años de vida y, por eso, Josefa no puede evitar acordarse de lo diferente que fue su infancia. "Nós eramos nove irmáns, meu pai traballaba de peón e a miña nai no campo e mais na casa. Á hora de comer facíase unha tarteira de comida e poñiamonos todos arredor dela. Era o que había, non coma agora", cuenta. "Non tiñamos nada do que hai hoxe en día, nin sequera unha lambetada, e o pan non chegaba. Agora os nenos teñen o que queren. Se a nena non quere a comida, facémoslle outra cousa, e antes iso a nós non nolo consentían", recuerda. Sin embargo, no puede evitar hablar sobre la pequeña Ánxela demostrando verdadera adoración. "En cuestión de comida, ela é a mellor. A outra noite durante a cea quixo comer o mesmo que o avó, fixémosllo, e acabouno todo. É moi boa", dice.

Y, además de sentirse fascinadas la una por la otra, Josefa y su bisnieta son inseparables. "Nunca me deixa atrás", asegura, "se estamos nun sitio e ela marcha, cando se da conta de que eu quedei, volve a buscarme". Mientras tanto, Isabel, la madre de la pequeña, la sienta al lado de su bisabuela. Sus miradas se cruzan de nuevo y Josefa vuelve a sonreír. Entre sus planes también está el de recoger a la pequeña todos los días en la parada del autobús, cuando comience el colegio en el mes de septiembre. Pues, aunque la palabra bisabuela puede decir lo contrario, Josefa está llena de vitalidad. Tan solo unos pequeños achaques le impiden andar tan rápido como quisiera, pero también sabe que, para ello, siempre tendrá a Ánxela, que nunca le soltará la mano.
 

"Caseime con 24 anos e tiven catro fillos, e agora tamén oito netos e cinco bisnetos"


UNA GRAN FAMILIA. Aunque Ánxela es la bisnieta con la que más tiempo pasa, lo cierto es que Josefa no se estrenó como bisabuela en el momento de su nacimiento. Tiene cuatro hijos, ocho nietos y, con la pequeña, suma ya cinco bisnietos. "Eu caseime moi nova, tiña 24 anos e tiven aos fillos pronto", cuenta. Natural de A Devesa, en la parroquia de Alba, Josefa se trasladó a O Piñeiro, en Campañó, nada más casarse. Mientras su marido, trabajador de Tafisa, cumplía turnos de mañana, tarde y noche, ella se ocupaba de la casa, cuidaba a sus hijos y trabajaba en el campo. Y, varias décadas después, lo sigue haciendo. Pues no hay tarde en la que no pase por sus fincas para controlar los cultivos.  Ella, que ha trabajado toda la vida, solo espera que el futuro pueda ser mejor para sus nietos y bisnietos. "Os meus fillos traballaron todos desde moi novos. Eladio, que é o avó de Ánxela, comezou a traballar de peón cando tiña 14 anos, casouse cando estaba na Mili e despois foi para Francia. As netas tamén traballan como van podendo, e oxalá para a bisneta mellore a situación, pero non creo, pola traza que ten. Agora hai moitas menos oportunidades para traballar das que había antes", dice.

Mientras tanto, la pequeña Ánxela atiende a las explicaciones de la bisa desde el regazo de su madre, con una bolsa de sus imprescindibles gusanitos en la mano. Josefa habla del próximo viaje en familia que harán todos juntos y, mientras lo hace, acaricia la mejilla de su bisnieta con una ternura infinita. Los ojos le brillan, y no puede evitar esbozar una sonrisa. En ese instante, tan solo es capaz de mirarla y decir: "é a alegría da casa".

Emilia Redondo: "Siempre quise tener una hija, por eso adoro a Carolina"

El salón tiene techos altos. Huele a madera. Suben a la biblioteca de la mano porque dicen que ahí hay menos ruido. En un gran sofá de color crema, se sientan Emilia y Carolina, una al lado de la otra. El lugar es el centro de día Saraiva Senior, en Pontevedra, donde la primera suele pasar la jornada.
Emilia Redondo hace un nudo a su chaqueta, tiene 85 años y su profesión, maestra, fue su pasión hasta que nació su nieta Carolina. La pequeña tiene 8 años y disfruta cada vez que va a ver a su abuela,  tanto al centro de día como a su casa. 

Emilia siempre quiso tener una hija, pero fue madre de tres varones. Después de que nacieran sus dos primeros nietos, Diego y Mateo, nació su nieta Carolina, y no pudo evitar cegarse con ella. Después llegó Raúl y hace muy poco se unió Lucía. Pero es imposible no darse cuenta del cariño y la adoración que tiene por Carolina, la relación entre ellas es muy especial. "Mi nieta es muy cariñosa, para mí es la mejor niña del mundo",  dice Emilia emocionada.

Estudió magisterio y desempeñó con pasión su profesión en varios colegios de Pontevedra. Comenzó en el colegio Martín de Cotobade y después en el poblado de celulosas Juan Antonio Suances, en el que terminó siendo la directora. También lo fue en el colegio Froebel. "Enseñar es una tarea muy importante, hay que ser consciente de que los niños están empezando como quien dice a vivir, por eso hay que dejarles descubrir y desarrollarse para después aprender", asegura. Adoraba su profesión y la ejerció hasta cumplir los 65 años, cuando se jubiló. 
 

"Mi nieta es muy cariñosa. Para mí,es la mejor niña que existe en el mundo entero"


Aunque dejó las aulas, no renunció a su vocación, e intenta enseñar todo lo que puede a sus nietos. "Mi abuela me ha enseñado muchas cosas", dice Carolina. Además de educar a los más pequeños de su familia, también ayuda a las personas mayores del centro de día al que acude. Ella les corrige las cuentas y les ayuda también a completar crucigramas. Esto último es una de sus grandes aficiones. Por eso, no duda en afirmar que "si volviera a nacer, volvería a ser profesora".

Carolina es lista y cariñosa. El otro día comenzó a dibujar en la pizarra del salón para que los residentes intentasen adivinar qué era lo que había pintado. Sin darse cuenta, surgió una competición. Siempre intenta ir a ver a su abuela lo máximo posible, porque les gusta jugar y hacer actividades juntas, aunque, según cuenta la pequeña entre risas, la última vez que jugaron al bingo, Emilia le ganó dos veces seguidas.

"Mi abuela es muy buena conmigo, y me gusta mucho su forma de ser", dice. Para ella, lo mejor de ser nieta es que su abuela "siempre va a hacerme todos los cariños que quiera, y nunca va a dejar de quererme".

La pequeña explica que de mayor quiere ser reportera, aunque su abuela insiste en que le gustaría que estudiara magisterio como ella. Finalmente, Emilia sentencia: "Haz lo que tú quieras, lo que a ti te guste, porque es tu vida, y lo más importante es que seas feliz". El cariño y admiración entre ambas  se nota solo al verlas juntas en la habitación. Si pudieran ir a cualquier parte del mundo, Carolina lo tiene claro: "Iríamos al sitio en el que ella estuviera más feliz".

Arturo Neira: "Soy feliz, me gusta mucho pasar tiempo con ella"

Canciones africanas con mucho ritmo es lo que Arturo Neira, de 61 años, enseña a su nieta Mariña, que tiene un año y cumplirá dos a principios de agosto. "Ella canta mucho, el otro día volvió del colegio tarareando una canción en inglés", cuenta. "La música es muy importante, no podríamos vivir sin ella, por eso intento inculcársela desde el principio", asegura.

Arturo es profesor de inglés en el IES A Xunqueira I, donde imparte clases desde hace 36 años. "Podría haberme jubilado, pero no me apetece, estoy muy a gusto", explica. Siempre le había gustado cantar y, por eso, cuando le ofrecieron participar en el coro, no lo dudó. Y ya son 15 años los que lleva en el conjunto. 

Arturo tiene tres hijos y, por ahora, solo una nieta, Mariña. Pero parece que dentro de poco aumentará la familia. "Estoy muy ilusionado con la noticia", dice.

Todas las semanas intenta ver a su nieta y también la cuida durante muchas tardes. "Mi hija vino a vivir a Pontevedra un poco porque nosotros estábamos aquí, y además aquí se vive muy bien", señala. "Así puedo ir a recoger a la niña de la guardería algunas tardes con mi mujer, y también cuando se pone malita.  Tenemos una relación cercana y estoy muy contento, me gusta formar parte de su día a día todo lo que puedo. Soy feliz, me gustan mucho los niños y, sobre todo, estar con mi nieta", asegura. Mariña quiere jugar por todo el parque y subirse al tobogán. "No tiene mucho miedo, es un poco intrépida", dice Arturo.
 

"Tenemos una relación bastante cercana, me gusta formar parte de su día a día"


Los padres de Mariña son grandes lectores, por eso le han inculcado este valor. Arturo no duda en decir que "es probable que tenga más libros que muchos adolescentes". "Me gusta mucho contarle historias o escuchar con ella audiolibros. Siempre me lo pide y yo encantado. Así pasamos más tiempo juntos", cuenta.

"Mi nieta es muy divertida, los niños siempre dicen lo primero que se les pasa por la cabeza. Sobre las siete de la tarde, la frase de Mariña es ¿vamos a tomar algo?". "Por eso la llamo pinchiño. Le gustan mucho las tapas que ponen en las terrazas, así que siempre la llevo a tomar el aperitivo". Para Arturo no hay nada mejor que ser abuelo. "Cuando le conté a una amiga mía que iba ser abuelo, me respondió que lo iba a disfrutar mucho, porque ahora yo sería el poli bueno. El poli malo le toca a los padres", explica. Se ríe y no duda en decir: "Es verdad, aunque yo no quiero mimarlos mucho, es genial ser el poli bueno". 

"Mariña es alegre y cariñosa. Al principio es un poco tímida y se tapa la cara, pero en cuanto coge confianza no para de sonreír", dice su abuelo orgulloso. "Nos gusta venir al parque para divertirnos, ahora con la edad que tiene da mucho juego porque ya habla y es muy curiosa", asegura.

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