En la madrugada del lunes al martes, una patrulla de la Policía Nacional que se hallaba de servicio en la zona de la Praza de España, junto a la Subdelegación del Gobierno, se encontró con una escena dramática. Una mujer con el rostro cubierto de sangre se dirigió a los agentes, que le preguntaron qué había sucedido. Con erosiones y hematomas en la zona del rostro, la lesión más preocupante parecía ser la de uno de sus oídos, del que seguía brotando sangre. Calle abajo, en dirección al río Lérez, se encontraba el supuesto autor de los hechos. La víctima condujo a los policías hacia su domicilio, donde se hallaba un individuo conocido por ellos por delitos anteriores de similares características: violencia machista.
"Llegué a casa sobre las dos y él estaba con un amigo común y con su perro. En cuanto se fue él comenzaron los insultos. ¡Puta! ¿de dónde vienes?". La denunciante, que desde el mismo martes cuenta con una orden de protección las 24 horas, explica que "me agarró del cuello y empezó a darme puñetazos. ¡De esta no sales!, me dijo".
En su posterior testimonio en sede policial, donde acudió para presentar la denuncia, fue más explícita, explicando que ambos iniciaron "una fuerte discusión", ya que "a él le llegó la notificación de la demanda de divorcio".
Ambos estaban casados desde hacía dos años. Sellaron su matrimonio pese a que el ahora investigado ya le había puesto la mano encima en un episodio que llamó la atención a los vecinos de su barrio en el año 2016. Entonces, cuenta, no tuvo la valentía que ahora muestra para presentar denuncia, pero las autoridades actuaron de oficio. Vieron cómo la golpeaba escaleras abajo y hasta la vía pública a puñetazos y patadas. Aquel día ya acabó en el Hospital de Montecelo. Sin embargo, volvió con él, y se casaron.
"Me casé cuando él estaba preso en A Lama por una agresión a otra mujer de una relación anterior. Le iba a ver y pensé que así podría acceder a privilegios. Quise darle otra oportunidad", detalla la víctima.
Sin embargo, la secuencia que le tocó vivir en la madrugada del lunes al martes le hizo tocar fondo, y abrir los ojos de una vez por todas.
"Esto fue la gota que colmó el vaso. Vi pasar mi vida por delante en dos segundos", recuerda, y explica lo que el presunto agresor le decía mientras le golpeaba. "No me vas a dejar, te voy a matar con todas, si no eres para mí no eres para nadie".
En su denuncia, la mujer explica que el encausado estaba muy agresivo y eufórico, probablemente bajo los efectos de las bebidas alcohólicas y las sustancias estupefacientes. "se abalanzó sobre mí, me rompió la sudadera, me empujó y me tiró sobre la cama, me propinó golpes en la cabeza, en la cara y el cuero cabelludo", a lo que añadió que "en un momento dado dejó de golpearme y me agarró el cuello con ambas manos apretando con fuerza". La víctima declaró en la Comisaría que le faltaba el aire para respirar y que suplicó por su vida, "pidiéndole en reiteradas ocasiones que la dejara, que se ahogaba".
La agredida explica que se hizo la dormida y que esperó a que su expareja estuviese desprevenido para calzarse y huir. El agresor se durmió y ella consiguió huir, con la fortuna de que la Policía Nacional se encontraba muy cerca de su casa.
El Juzgado de Instrucción 3 de Pontevedra intentó tramitar los hechos por la vía de urgencia, algo que resultó imposible dadas las lesiones "de consideración" que presenta la mujer. "Tienen que esperar para ver las secuelas", apunta la víctima, que, eso sí, tiene desde entonces una orden de protección que incluye policías uniformados y de paisano a su disposición las 24 horas del día. "Tengo agentes pululando por donde estoy yo todo el tiempo, además del contacto directo con uno de los responsables de la UFAM (Unidad de Familia y Mujer) de la Comisaría de Pontevedra. "La labor de ellos es inmejorable e impagable. Me dan seguridad y confianza". Solo tiene buenas palabras hacia los agentes. "Decidí hablar para que no le pase a ninguna mujer más", concluye.
Alejamiento. La condena previa por malos tratos, la gravedad de la agresión y el riesgo para la denunciante de una posible reiteración delictiva, unido a la hoja histórico penal del investigado, llevó a la jueza a dictar una orden de alejamiento hasta que concluya la causa.