Cruz Roja Pontevedra atiende a más de 8.000 personas en sus proyectos de inclusión social. Cáritas ofrece ayuda al doble de familias que hace un año. La pandemia hace mella, y la solidaridad de los vecinos de la Boa Vila está siendo aire para otras. Cada vez son más las personas en el límite de la pobreza, acuciadas por ERTE de larga duración, paro y pocas y nulas oportunidades laborales. Marcos Rey, concejal de Benestar Social, exprime al máximo la capacidad del Concello de Pontevedra para poner de su parte y minimizar las graves consecuencias que sufren un gran número de personas tras la crisis del coronavirus y, por extensión, toda la comunidad. A la espera de obtener datos en profundidad de un estudio en el que trabaja la concejalía, el edil pone sobre la mesa el perfil de las personas que están en riesgo de pobreza en la actualidad en la capital de la provincia. "El grupo más numeroso es el de familias monoparentales, esencialmente mujeres con hijos a su cargo".
Con grandes dificultades para conciliar la vida laboral y las obligaciones familiares, son personas que en muchos casos "trabajan en el ámbito de la economía sumergida", según detalla Rey, en empleos como el cuidado de mayores o las tareas de limpieza en domicilios particulares, normalmente sin contrato y con escasa formación. La cuestión de la raza parece ser también un factor que incide, pues entre estas personas al límite de la pobreza se encuentran varias mujeres de etnia gitana.
Para llegar a estas conclusiones, el responsable del área de Benestar Social del grupo socialista del gobierno local se basa en las personas que solicitan las diferentes ayudas públicas: la Risga, la Renda Social Municipal, las Axudas para Situacións de Emerxencia Social y las Axudas de Inclusión Social.
Empleadas en la economía sumergida, en el cuidado de mayores o en limpieza del hogar, también sufren para conciliar su vida personal
Tras el citado grupo de mujeres que viven en el seno de familias monoparentales y con hijos a su cargo, Marcos Rey destaca a un segundo colectivo, no tan numeroso como el anterior pero sí significativo, que incluye a varones que también viven en soledad y que tienen importantes dificultades para insertarse socio-laboralmente, por diversos motivos. En algunos casos se trata de parados de larga duración y en otros, al problema del trabajo se unen adicciones a sustancias estupefacientes, alcoholismo y, "en bastantes casos, también personas con algún tipo de discapacidad". En este segundo grupo también impera el denominador común de la escasa formación, un aspecto cada vez más relevante en una sociedad como la actual en la que el sistema productivo está cambiando a marchas forzadas.
Para frenar, en la medida de lo posible, esta ola de exclusión, el Concello ya ha dado algunos pasos, como el incremento en un 40 por ciento de los fondos previstos para inserción social, que pasan de 200.000 a casi 330.000 euros. Una de las vías que utiliza Pontevedra para combatir el problema, además de las ayudas directas, es la financiación a colectivos como Cáritas, que recibe 34.000 euros de las arcas públicas este año, Rexurdir, Calor y Café o el Banco de Alimentos, todos ellos con inyecciones municipales que se incrementaron en los últimos presupuestos.
Muchas de las ayudas que aporta el Concello van a parar a jóvenes que salen de los centros de menores, con un objetivo claro: dotarles de la formación precisa para insertarse en el mercado.