O Mulo, el capo que no supo frenarse

Desde que esquivó una muerte que parecía segura en los años 90 en un ajuste de cuentas cuando aún era un don nadie hasta su última condena han transcurrido casi tres décadas

O Mulo, durante una de sus últimas visitas a la Audiencia de Pontevedra. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera O Mulo, durante una de sus últimas visitas a la Audiencia de Pontevedra. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

RAFAEL BUGALLO Felo, O Mulo, se ganó su apodo por su corpulencia. Decían de él que, en su juventud, era capaz de cruzar la ría de Arousa a nado. El narcotraficante de Cambados, posiblemente el más activo de las Rías Baixas en el siglo XXI (si tomamos como referencia las veces que fue detenido y la cantidad de cocaína que se le atribuyó) tiene por delante un panorama desolador. Esta semana acaba de conocer que el Tribunal Supremo ha elevado su condena por el alijo de 1.245 kilos de cocaína del Coral I hasta los 14 años de prisión. Sigue pendiente, además, de que el mismo TS resuelva los recursos planteados tras ser penado con ocho años y medio por las cerca de cuatro toneladas que, según la Policía, intentó colar por la ría de Arousa en planeadora en 2008. Y por si todo eso fuese poco, deberá regresar a la Audiencia de Pontevedra en breve plazo para responder por un supuesto delito de blanqueo de capitales procedentes del narcotráfico cometido a principios del presente siglo. El fiscal pedirá un mínimo de cinco años de prisión por esos hechos. 

O Mulo, terco, siguió intentando colar grandes cantidades de cocaína a través de Galicia a pesar de sufrir caída tras caída. Tal vez pensó que la buena estrella que tuvo un día seguiría siempre a su lado. Quizás creyó por un momento que tendría la misma suerte que en los años 90, cuando, de un mordisco, primero, se libró de ser enterrado vivo en un presunto ajuste de cuentas, y por un suspiro, después, esquivó los balazos de un supuesto socio suyo que pensaba que le había delatado. 

O Mulo tiene por delante un mínimo de 22 años y medio de cárcel

En aquella época, Bugallo no pasaba de ser un piloto de planeadoras que trabajaba para otros en su Cambados natal. Con el cambio de siglo pensó en promocionar a capo de la droga, y su ascenso fue tan vertiginoso como su caída. 

En el año 2000, O Mulo se seguía creyendo intocable. La Brigada Central de Estupefacientes ya le pisaba los talones, pero fueron los americanos de la DEA quienes le detuvieron en la operación Banano, atribuyéndole la parte final de un gran alijo. Salió absuelto. Y siguió tentando a la suerte. 

En 2004, la Policía Nacional intervino 4.000 kilos de cocaína en el pesquero White Sands, una embarcación procedente de África. Una vez más, Rafael Bugallo fue interrogado. Y de nuevo quedó libre. Seguía siendo un mirlo blanco a ojos de la Justicia, pero no de los especialistas antidroga de la BCE. 

La Audiencia de Pontevedra volverá a recibirle, en este caso para responder por un presunto delito de blanqueo de capitales

Un año después, la Guardia Civil le investigó durante algún tiempo por su posible implicación, aunque fuese de forma tangencial, en el brutal asesinato de los primos Feijoo, muertos a manos de sicarios en un molino de O Salnés. Las pesquisas tampoco llegaron a nada. 

Así hasta 2006, con la llegada a Pontevedra de la unidad Greco Galicia, una sección de élite enviada por la Brigada Central de Estupefacientes para combatir a los grandes narcos gallegos sobre el terreno. Los agentes no tardaron en cazarle con las manos en la masa, cuando acudía con un gran alijo de cocaína en dirección a la Boa Vila. La droga fue incautada en el peaje de San Simón, pero Felo consiguió zafarse. En este caso, optó por embestir con su coche al de la Policía y escapar. Sería su última huida, pues poco tiempo después fue detenido en Vilagarcía. 

Por esos hechos sí resultó juzgado y condenado, pero antes de ingresar en prisión ya estaba preparando su siguiente fechoría. Fue en 2008. En agosto. Cientos de bañistas se sorprendieron al ver una planeadora en llamas en la playa de A Lanzada. O Mulo había vuelto a caer cuando pensaba colar 4.000 kilos de droga colombiana. En este caso no eligió bien a sus socios, que no realizaron su trabajo como debían. 

El Supremo deberá resolver las alegaciones tras su condena por los 4.000 kilos de cocaína de A Lanzada

El retraso en el juicio le permitió salir de la cárcel y volver a las andadas. El Greco Galicia le cazó nuevamente en 2015, el día de Reyes, cuando iba a dar la orden de zarpar a una planeadora que tenía que recoger 1.245 kilos de cocaína. De esos hechos procede la condena conocida esta semana, que no será la última, porque O Mulo sigue tentando a la suerte. 

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