Necesitan cariño, ¿se lo podéis dar?

El director de la Residencia de Maiores de Campolongo escribe una carta a la juventud para que envíen muestras de afecto a los mayores
Imagen de algunos de los residentes en Campolongo durante una de las últimas celebraciones de cumpleaños que han tenido lugar este año en las instalaciones. BEA CÍSCAR
photo_camera Imagen de algunos de los residentes en Campolongo durante una de las últimas celebraciones de cumpleaños que han tenido lugar este año en las instalaciones. BEA CÍSCAR

El mejor obsequio de las Navidades. Las decenas de mayores residentes en el geriátrico de Campolongo esperan muestras de cariño de los jóvenes pontevedreses. Se trata de una iniciativa puesta en marcha por el director del centro, Juan José López Peña, que en una emotiva carta (reproducida debajo de la fotografía) explica a la juventud por qué es necesario demostrar ese amor y afecto a los mayores que pasarán estas navidades en la residencia. "No nos falta nada, si acaso, nos duele lo que nos sobra: soledad. Y nos sobra porque no estáis aquí. Pasáis por delante de nosotros sin mirarnos, como si fuéramos una realidad indeseada (...) habéis dejado de querernos".

La intención es leer la carta en los centros de enseñanza para que la Residencia se llene de misivas cargadas de cariño hacia los mayores. La iniciativa, que espera ser viral y sentar un precedente en la ciudad, está en marcha y esperando una respuesta masiva de los y las jóvenes de Pontevedra. "¿Queréis ser nuestra leña y ayudarme?", dice la carta.

Carta del director a los jóvenes de Pontevedra

Llegué a ellos sin querer, o quizá el destino me preparó toda la vida para llegar a ellos; no lo sé, pero estoy seguro de que no hay mejor lugar para mí que este: Un pequeño mundo increíble, un abrazo constante que me reconcilia con la vida, una casa grande con gente maravillosa con sienes plateadas, una residencia de ancianos.

Los miro cada día y veo a mi abuelo, a mi padre... De ambos aprendí cosas importantes que no olvido. Con ambos disfruté de momentos imborrables y, ahora, son mi guía. Miro sus sonrisas, sus molestias, sus enfados y siento que algo falta en nuestras vidas, porque la suya y la mía ya están unidas para siempre.

Muchos piensan que este es un lugar de llegada, una última estación con parada obligatoria, donde preparar, siempre a desgana, el viaje hacia ese último destino que a todos nos espera, y tienen parte de razón, porque solo hay dos cosas ciertas en la vida: Que todos morimos, y que no sabemos cuándo. Pero se equivocan si piensan que aquí no existe la vida, la alegría y la ilusión por ver amanecer otro día. Quizá la única diferencia sea que, aquí, tenemos la evidencia de que el camino se acorta según pasa el tiempo. ¿Qué nos falta?

Los ancianos en la tribu siempre fueron los portadores de experiencia, de sabiduría, de tradición. A ellos se consultaba para entender el mundo, porque entusiasmo y experiencia siempre deben ir juntos: Fuerza y dirección; movimiento y guía. Una y otra se pertenecen y necesitan. Una y otra no sirven por sí solas. Si desconectamos con nuestro pasado vivido, perderemos la brújula de la identidad futura. Podemos construir lo que seremos, pero desde lo que fuimos y somos, nunca desde un lienzo blanco sin historia. ¿Qué nos falta?

Vosotros, jóvenes, sois invencibles. No tenéis más que futuro, pero la vida es solo un instante y, con el paso de los días, todos empezaréis a notar que el peso de pasado y futuro se equilibran. Luego, al final, la vida es como un libro cualquiera, con la mayoría de las páginas leídas. Es entonces cuando constatamos con los dedos el final que irremediablemente se acerca. ¿Qué nos falta?

No nos falta vida, os lo aseguro. No nos faltan ganas, alegría, risas ni esperanzas. En este universo nuestro no nos falta nada; si acaso nos duele lo que nos sobra: Soledad.

Y nos sobra porque no estáis aquí, porque pasáis por delante de nosotros sin mirarnos, porque nos ignoráis como si fuéramos una realidad indeseada a la que basta ignorar para creerla falsa, porque desdeñáis nuestro valor y nuestro amor, porque, en fin, habéis dejado de querernos.

Nos faltáis vosotros, os echamos de menos en nuestra vida, queremos que volváis a mirarnos y, juntos, encontrar de nuevo un camino común que nos haga más libres y nobles. ¿Cuántos libros podemos escribir con nuestra vida? ¿Por qué nos empeñamos en creer que el ayer pesa más que el mañana? ¿No podemos seguir soñando con un mundo perfecto?

Pronto será Navidad, el tiempo más triste en nuestra casa, porque nos duele todo lo que fue, todo lo que no es, y todo lo que ya no será y, además, lo vivimos a solas, porque no son muchos los que tienen una familia a la que regresar y quiero, ¡necesito!, hacerles sentir que siguen vivos. ¡Vivos!

Quiero una lluvia de cariño en forma de cartas, de mensajes, de felicitaciones, de fotos. Misivas llenas de cariño en las que les hagáis saber que cuentan con vosotros, que no los olvidáis. Fotos, recuerdos, amor a granel para que comprendan que su vida sigue teniendo sentido. Mil gotas de amor que generen una lluvia que los empape de nueva energía. Decidles que no están solos. ¡Decidles que sois nosotros, que somos vosotros!

Todos tenemos cicatrices en el alma y en el cuerpo, yo también, pero no vale excusarse en ellas para no mirar alrededor y dar un poco de nosotros para hacer mejor la vida de otros. Que cada uno busque a esos otros y les regale un poco de su tiempo, de su paz de su alegría, que cada uno elija.

Yo solo pido que, esta Navidad, nos lleguen mil cartas dirigidas a los residentes de la Residencia de Maiores de Campolongo, en Pontevedra. Con mil, me basta.

Nunca he sido lo que fui, La vida es un proyecto inacabado: Yo soy siempre lo que seré, convencido como estoy de que mañana es una nueva construcción que depende de mis fuerzas mientras que, ayer, es un asunto acabado en el que contemplaré mis fracasos, para aprender de ellos.

Dice el poeta "Que la muerte nos apague cuando aún estemos encendidos".

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