Ana Belén Prado Meira

"No quise peluca, no me gusta que el cáncer sea un tabú"

▶ Con 36 años Ana se encontró un tumor en el pecho izquierdo. A la semana le diagnosticaron cáncer e inició el tratamiento. Se operó, se sometió a sesiones de quimioterapia y radioterapia y congeló cuatro óvulos para preservar su fertilidad. Todo sin perder la sonrisa ni las ganas. Su historia es la de una luchadora nata

Ana en un viaje reciente a Colombia. DP
photo_camera Ana en un viaje reciente a Colombia. DP

Ana desborda optimismo. Y energía, mucha energía. De hecho, atiende la llamada de este periódico a punto de entrar a una clase de spining, una modalidad de ejercicio en bicicleta que hace sudar a cualquiera la gota gorda.

Su contacto lo facilita Adicam, la Asociación de Diagnosticad@s de Cáncer de Mama, y su testimonio llega a estas páginas en una fecha especial: a dos días de la conmemoración del Día Mundial contra el Cáncer y justo un año después de que recibiese la primera dosis de quimioterapia.

Tiene 37 años y fue diagnosticada de cáncer de mama hace relativamente poco, el 14 de noviembre de 2017. Ocho días antes se había encontrado un bulto en la mama izquierda y decidió ir al médico. Desde 2015 vigilaba la otra mama (la derecha) por un fibroadenoma "al que los médicos no le daban importancia", por eso dice que la noticia le cogió "desarmada". "Nunca me imaginé que pudiera ser cáncer. Cuando me lo dijeron pensé que se equivocaban, porque soy una persona que hace deporte, que come sano y que se cuida. Además, me había hecho una biopsia unos días antes y pensaba que, si hubieran encontrado algo, me llamarían".

Ana se quedó en "shock", pero no permitió que el diagnóstico le noqueara. "Pregunté ¿qué hay que hacer? Y me enfrenté a ello. Al principio me quejaba porque te lo dicen de una forma tan natural que impacta. Tú lo ves como un problemón, pero en realidad no lo es, no hay que darle más importancia de la que tiene. Me dijeron que no era un cáncer agresivo y me lo plantearon como cualquier otra enfermedad, como si fuera una gripe, y la verdad es que lo llevé bastante bien. Es bueno normalizar el proceso", relata.

Un mes más tarde, el 14 de diciembre, entró en quirófano para someterse a "una cirugía conservadora" que le dejó "el pecho tal y como lo tenía". Según dice, todo gracias a la "buena atención prestada por la Seguridad Social" y a "los grandes cirujanos que tenemos en Pontevedra. No puedo quejarme de nada", señala.

En enero (de 2018) dio un paso más en la "escalada" de la enfermedad y acudió a una clínica de fertilidad para congelar cuatro óvulos. En aquel momento la maternidad no entraba dentro de sus planes más inmediatos, "pero como tenía cierta edad y no sabía si iba a poder tener hijos o no, decidimos hacerlo" antes de recibir tratamiento.

TERAPIA. "Hace un año, a las 16.30 de la tarde, me pusieron la primera vez la quimio. Estaban mi madre, mi novio, mi suegra... (silencio)".

Ana todavía se emociona al recordar su primera sesión de quimioterapia. Su fortaleza emocional es robusta, pero hay momentos en los que cojea y éste es uno de ellos. Esta joven luchadora recuerda que estaba "muy asustada" cuando llegó al hospital de día por la incertidumbre de no saber cómo reaccionaría al tratamiento. Sin embargo, las enfermeras le ayudaron a despejar los miedos y su actitud se encargó del resto.

Esta vez sí que se enfrentaba a la situación prevenida. "Ya sabía lo que me iba a encontrar, así que unos días antes me corté el pelo como un chico. Quieras o no, no es lo mismo ver cómo se cae un pelo pequeño que como lo hace uno largo. En la segunda sesión llegué a casa, cogí la maquinilla de cortar el pelo de mi pareja y me lo rapé. Ahí ya me caía de raíz, pero es algo que no me afectó. Todo lo contrario. No quise peluca, porque no quiero que el cáncer sea un tabú. Es algo normal que le sucede a cualquiera y que se puede solucionar de mil maneras".

Ana vistió su cabeza con gorros y pañuelos a juego con sus looks de diario. "Me veía bonita y no me importaba si la gente me miraba, porque es un tratamiento que tengo que seguir y ya está". Cuando alguien le preguntaba por su estado "le explicaba lo que me pasaba". Sin vetos ni paliativos.

El tratamiento incluyó un mes y medio de radioterapia en el Hospital Meixoeiro de Vigo, "que estuvo muy focalizada en la zona a tratar". "Todo fue bien", indica.

APOYOS. El verano pasado fue cuando entró en contacto con Adicam, la Asociación de Diagnosticad@s de Cáncer de Mama, que acaba de cumplir su primer año en Pontevedra. La entidad le aporta información, formación y apoyo, haciéndole ver "que no eres la única que pasa por esto". Además, le ha brindado la oportunidad de participar en reuniones y cursos. El último al que asistió fue sobre reiki y dice haber quedado "encantada".

La Administración sanitaria corre a cargo del tratamiento médico, pero el cáncer abre muchas lagunas que se escapan de sus competencias (o al menos de las que marca la Ley). Ana se encontró, por ejemplo, con la falta de fisioterapeutas especializados en la prevención del linfedema, una inflamación bastante común en los brazos que se produce a raíz de la extirpación de los ganglios.

En su caso le extrajeron tres ganglios centinela y otros tres "normales", y al descubrir los posibles efectos se topó con que solo hay un terapeuta que abarca este campo en Pontevedra y otra en Santiago, "con una lista de espera de seis meses". "Hay muchos nichos de mercado" que necesita el paciente oncológico y que "no están cubiertos", advierte.

La incorporación al mercado laboral es otro hándicap de los enfermos de cáncer, aunque en el caso de Ana ha sido un trance bastante llevadero. Es autónoma y tiene negocio propio, así que ha podido trazar la hoja de ruta a su manera y según sus necesidades.

Es más, como le ha ocurrido a muchos otros pacientes, el cáncer le ha hecho cambiar el chip y reordenar sus prioridades. Según cuenta, hace seis años tomó los mandos de un bar en Barro, en el que volcó su vida y su tiempo. "Por la mañana funcionaba como un negocio enfocado al peregrino y por la noche como furancho".

Ahora su rutina es bien distinta. Su jornada termina a las cinco de la tarde, dejando suficiente margen "para descansar y hacer vida". "Antes no disfrutaba, solo trabajaba y cada año el trabajo iba a más . Ahora funcionamos desde el 1 de marzo hasta noviembre y estos meses (en los que el negocio está cerrado) los aprovecho para adelantar cosas".

Ana llegó a recibir críticas por gestionar el cáncer con tanto positivismo, pero no ceja en su empeño de relativizar las cosas. Por eso, cuando le preguntan qué mensaje lanzaría a otros pacientes dice: "Es muy importante normalizar la enfermedad. Además, con todo el desarrollo de tratamientos e investigación que están haciendo, quién sabe. Nuestros hijos igual ya no pasan por esto".

Adicam atiende a más concellos
Desde su puesta en marcha en Pontevedra (en enero de 2018), Adicam ha realizado un "arduo trabajo de campo", visitando los centros de salud y las organizaciones socio sanitarias del área. Según informan fuentes de la entidad, el trabajo ha ido in crescendo, recibiendo también a pacientes de concellos cercanos como Poio, Caldas de Reis o Cerdedo-Cotobade. En este último año la asociación atendió a 38 mujeres diagnosticas de cáncer de mama y a tres con otras dolencias oncológicas. Entre otros servicios, ofreció masajes para drenaje linfático, consultas de prevención de linfedema, atención psicológica continuada, pilates y reiki.

 

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