"Nos comían a besos y parecía que nos conocieran de toda la vida"

Los estudiantes del IES Frei Martín Sarmiento que viajaron como voluntarios a Marruecos tienen claro que volverán. "Fue increíble"
Los estudiantes pontevedreses ejercieron de maestros con los pequeños de Meski. CEDIDA
photo_camera Los estudiantes pontevedreses ejercieron de maestros con los pequeños de Meski. CEDIDA

Fátima, Mónica, Carlota, Inés, Diego, Dani, Paula y Marta están todavía en una nube, "muy contentos", apenas unos días después de volver de Marruecos, a donde viajaron ocho días como voluntarios para dar clases de español a los niños de la escuela de Meski, en la provincia de Er-Rachidia, y ayudarles a mejorar las precarias instalaciones. Lo hicieron en colaboración con la ONG local África soy yo. Junto con Iria y Mohamed, que este curso cambiaron de instituto, forman parte del grupo Nós colaboramos, surgido el curso pasado en la clase de Economía de 1º de Bachillerato. Impulsaron una campaña de crowfunding con la que recaudaron más de 6.000 euros, suficientes para pagarse el viaje y llevar dos maletas de material escolar.

"Al principio nos costó un poquito porque el contraste con España es muy grande", confiesa Marta. "El primer día eran todos súper buenos y al segundo ya tenían confianza. Estaban con nosotros como si nos conocieran de toda la vida, nos comían a besos. Nos hablaban en árabe pero hacían todo lo posible por que nos entendiéramos, por gestos. Y los juegos los pillaron totalmente".

Con los monitores de la ONG África soy yo. CEDIDA
Con los monitores de la ONG África soy yo. CEDIDA


Una de las cosas que más les sorprendió a los pontevedreses fue que los pequeños "venían solos, incluso niños de cuatro años, y por la calle también iban solos, a cualquier hora" y lo asentados que están los roles de género. "Las niñas eran muy buenas y los niños más trastes. A ellas ya las educan para que sean así y tienen obsesión por la estética, se pintan con henna... Una niña incluso me tocó las rodillas. Parecía que alguna gente no había visto unas piernas en su vida", apunta Carlota.

Les enseñaron en español a decir los números, los saludos, los colores, las partes del cuerpo, las estancias de la casa y palabras relacionadas con la familia, la comida, o los animales... "Destacaría lo felices que estaban todos", apunta Dani. Y su generosidad. "Les dimos unas galletas y partieron un trocito para nosotros. La mayoría las guardaron en la mochila para repartirlas en casa. Nos daban besos y abrazos.

"El primer día todo el pueblo salió a la calle a recibirnos. Pensamos que estaban en fiestas, pero todo era por nosotros"

Durante su estancia en Meski se alojaron en la residencia familiar de los responsables de la ONG y "a veces los niños nos venían a la puerta de casa para que jugáramos con ellos".

DIEZ HORAS EN BUS. El viaje comenzó el 6 de septiembre con un vuelo a Marrakech, donde conocieron la ciudad antes de subirse a un bus para un viaje de diez horas. "De allí a Meski son diez horas de bus, sin contar el tiempo que se paraba el conductor a rezar, daba igual donde estuviéramos. Casi perdemos el avión de vuelta".

Nada más poner un pie en la localidad de destino "todo el pueblo salió a la calle para recibirnos". "Yo pensé que era por una fiesta -apunta Marta-, pero era por nosotros. Antes de irnos también nos hicieron una fiesta, nos vistieron con ropas típicas, nos hicieron los tatuajes de henna...".

Recepción de los jóvenes tras bajar del autobús. CEDIDA
Recepción de los jóvenes tras bajar del autobús. CEDIDA
 

Otra "experiencia increíble" fue el viaje al desierto. "Fuimos en camello a las dunas y dormimos en jaimas". Mónica, con un brazo escayolado a causa de un resbalón que le lesionó un dedo, protagoniza la anécdota menos divertida. "Visitar un hospital marroquí fue un poco impactante. Primero el seguro me mandó a una clínica privada, pero la radiografía había que hacerla en la pública. Por lo del seguro adelantaban a los españoles, pero en las urgencias veías gente tirada por el suelo sagrando, niños llorando...".

Hicieron de profes con niños de varias edades y también ayudaron a mejorar sus precarias instalaciones

En los ocho días de aventura no les dio tiempo a echar de menos a sus familias. No fue para tanto el calor previsto, a pesar de llevar pantalón largo, ni tampoco pasaron hambre. "Nos ponían un platazo en medio para compartir. La comida estaba muy especiada, pero el pan estaba buenísimo", dice Marta. "Y tomamos más fruta que aquí", apunta Mónica. Y té a todas horas. "Un día Carlota y yo les hicimos una tortilla de patatas", apunta Inés.

Hicieron muy buenas migas con los integrantes de la ONG, que les ofrecieron su casa para otra ocasión. "Nos trataron genial y volveríamos, sin duda. De hecho vamos a intentar volver", aseguran. Este curso repiten asignatura de Economía, aunque no con la profesora que lideró el proyecto, Mary Luz Iglesias, ahora en Santiago. Este año lo ven difícil, con la carga que supone 2º de Bachillerato. "¿Quizás el próximo verano? Podríamos ir con nuestro dinero y recaudar para llevarles cosas".

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