Un ciudadano holandés con documentación de Guyana y natural de Paramaribo (Surinam) tiene las credenciales perfectas para convertirse en lo que supuestamente era: uno de los mayores traficantes de cocaína del Viejo Continente. Paul Wouter fue la pieza de caza mayor de la operación que incluyó el arresto de Manuel Charlín Gama. Desconocido para el gran público y también para la Policía (carecía de antecedentes), sin embargo, llevaba desde junio de 2017 residiendo en una de las urbanizaciones más lujosas de Marbella, una vivienda unifamiliar con una piscina con vistas al infinito que no envidia a la de ninguno de los jeques que habitan el popular ayuntamiento malagueño.
Wouter, cuya presencia en la trama solo fue descubierta en su fase final, cuando se reunió con el histórico Jacinto Santos Viñas, era el superior jerárquico de todos los demás detenidos, según fuentes de la investigación. Solo se movía en vehículos de gama alta y se alojaba en los hoteles más lujosos cuando se desplazaba a Madrid. No sabía que la Brigada Central de Estupefacientes y el Greco Galicia ya le pisaban los talones. Cuando fue detenido la semana pasada ya había recibido el aviso y pretendía abandonar su domicilio con una bolsa repleta de billetes, miles de euros envasados al vacío.
Se sospecha que el propio Wouter empleó sus contactos en su país de origen y que fue a pocas millas de allí donde se cargaron las 2,5 toneladas de polvo blanco cuya introducción en Europa pretendía supervisar desde su mansión marbellí.
Su figura recuerda a la de Nicolás Rivera, otro hombre fuerte, en su caso mexicano, del narcotráfico internacional, que fue detenido en 2010 después de asociarse con grupos gallegos para introducir toneladas de cocaína oculta a través de contenedores. Era vecino de Cristiano Ronaldo en La Finca.
