Lo que comenzó como una colaboración sin grandes aspiraciones ha acabado desbordando todas las previsiones, logrando un volumen de donaciones insospechado, lo que obliga, de paso, a una logística que no estaba en los cálculos.
Todo comenzó en 2018, cuando la localidad guineana de Gambasse recibió la visita de un equipo deportivo que financió la construcción de una pista de atletismo. El gancho perfecto para que los chavales hicieran deporte y, al mismo tiempo, acudiesen a la cercana escuela (solo el 54% de los niños están escolarizados, porcentaje que baja al 40% en el caso de las niñas).
La oenegé Silo Gambasse lleva 17 años cooperando con este poblado. El 80% de sus voluntarios son sanitarios y ahí centran su labor, pero desde que llegó la pista de atletismo también se encargan de recoger zapatillas usadas y enviarlas desde Barcelona para que los chavales puedan hacer deporte con un calzado digno.
Al saber de esta iniciativa, Álvaro Rodiño, Alberto Pazos y Víctor Riobó, tres pontevedreses amantes del running, reflexionaron sobre la cantidad de zapatillas que acababan tirando a la basura por renovación, pese a que aún podían dar un buen servicio. "Así fue cómo pensamos que podíamos aportar nuestro granito de arena", apunta Álvaro.
Difundieron la campaña por las redes sociales y gracias a la colaboración de El dulce de leche, que cedió los despachos que tiene por la ciudad para recoger las donaciones, comenzaron a recibir las primeras zapatillas. Lo que suponían que sería algo testimonial se convirtió en tsunami de solidaridad hasta el punto de que la tienda Miller Running Vintage —propiedad de Víctor Riobó y que hace de improvisado almacén— se ha quedado ya pequeña.
MÁS 750 PARES. Y es que Pontevedra y toda la comarca se han volcado con esta idea. Acumulan más de 750 pares de zapatillas, "el 99,9% en buen estado o incluso nuevas", asegura Álvaro, y el objetivo es llegar a las 850, lo que permitiría garantizar un par a cada uno de los niños que viven en Gambasse.
El siguiente paso será, quizás, el más complejo: trasladar todo este material hasta Guinea Bissau. Se hará en maletas con capacidad para 30-40 pares, "pero facturar cada una cuesta 180 euros", aclara el joven. Hasta la fecha han conseguido financiación para enviar nueve maletas, "que llevarán lo más urgente, el calzado de tallas pequeñas», pero aún les queda material para llena un contenedor, junto con material escolar. "Pero para eso necesitamos ayuda económica", aclaran.
La campaña entra en su recta final, pues concluye el próximo domingo. Los tres emprendedores vuelven a apelar a la sensibilidad colectiva para lograr su soñado objetivo.