"El Camino es una droga"

Peregrinación ▶Recorrer el Camino de Santiago acabó convirtiéndose en una necesidad para Marcelino Lobato, 'el peregrino pasante', que  pasó por Pontevedra con destino a Santiago, donde pondrá fin a medio siglo de caminatas en las que acumuló 110.000 kilómetros

Marcelino Lobato, el peregrino pasante, enfrente de la Iglesia de A Peregrina. GONZALO GARCÍA
photo_camera Marcelino Lobato, el peregrino pasante, enfrente de la Iglesia de A Peregrina. GONZALO GARCÍA

Su presencia no pasa desapercibida. Ataviado con los ropajes tradicionales del concheiro (bordón, túnica, sombrero, zurrón, cuerno, esclavina y rosario), Marcelino Lobato Castrillo pasó el miércoles por Pontevedra en la que será su última peregrinación a Santiago de Compostela. La primera vez que este leonés de nacimiento y logroñés de adopción, de 66 años, "uno de tantos locos que andan por los caminos", recorrió la ruta jacobea fue en 1972. Tenía 17 años de edad. Lo hizo sin el aspecto que tiene en la actualidad por un itinerario que estaba sin señalizar y que discurría por asfalto en su práctica totalidad.

"Ya era peregrino cuando decidí vestir un traje de peregrino para rendir homenaje a todas las personas que han muerto en los caminos y que han dejado una huella y marcado la senda que seguimos quienes les hemos sucedido".

Marcelino recuerda que una conversación que mantuvo con su amigo Félix Cariñanos en 1970 le animó a dar sus primeros pasos en el Camino. "Fue peregrino antes que yo. Le pregunté qué había sido lo que le más le había llamado la atención y me dijo: Cerca de Carrión de los Condes (Palencia) hay un pueblo que tiene una pequeña iglesia románica, cuya parte de arriba está llena de temas sexuales. Y en efecto, visité el templo y lo comprobé. Si la persona que lo construyó da con la Inquisición no le dejaría ni poner la primera viga y acabaría quemado en la hoguera". No obstante, considera que "al igual que hicieron genios como Dalí o Picasso, es bonita esta ruptura de perjuicios sociales, como lo han podido comprobar los siete millones de peregrinos, de los cuales tres millones lo han visto porque se lo he dicho yo".

Marcelino, que conoce España "pueblo por pueblo", asegura que ha ido "con las manos abiertas, con amor, respeto y humildad" en todas las peregrinaciones que ha realizado hasta el momento, que suman un total aproximado de 110.000 kilómetros, todas ellas "a pie, calzando unas zapatillas, unas botas y unas sandalias". Dentro de dos o tres días llegará a la Praza do Obradoiro donde, anuncia, "me cortaré la coleta, como los toreros", para poner fin a medio siglo de peregrinaje "por todos los caminos que te puedas imaginar: el del Norte, la Vía de la Plata, el Camino de Madrid, el Camino de Valencia, el Camino del Noroeste...Hay tantos caminos como peregrinos".

"El cuerpo y la mente los tengo muy bien, pero hay algo que me dice para, que tu vida ya se ha acabado: las piernas. En las cuestas sufro y a veces lloro, y al Camino se tiene que ir a disfrutar de él, de la gastronomía o cuando se ve a una ardilla saltando de un árbol a otro".

Marcelino se considera un privilegiado por haber podido disfrutar de su auténtica pasión: el mundo del peregrinaje, la búsqueda, el camino en pos de un objetivo, así como todo el mundo de filosofías, sentires, culturas, humores y paisajes naturales y humanos que se esconden detrás. Empezó haciendo el Camino diez años seguidos, saliendo desde San Juan Pie de Puerto o de Roncesvalles, para luego dar el salto a Europa. "En 1999 me dio la locura de recorrer Jerusalén, Israel, Cisjordania, Turquía y Grecia, acompañado de un burro y un perro", señala Marcelino, que en ese tiempo también peregrinó durante siete meses al Vaticano a través de Bari, Roma y Florencia. De regreso a España, pasó por Santiago de Compostela para llegar a la meta de Fátima (Portugal). "Soy afortunado porque para efectuar estos viajes se precisan patrocinadores, y yo los tengo", apostilla.

Destaca que "el Camino es como una droga; el que se mete no sale, pero es una droga que nos da vida, con independencia de las motivaciones que tiene cada peregrino para recorrerlo. ¿Qué sería Pontevedra sin la Virgen Peregrina?", pregunta Marcelino. Además, rechaza fijar un plazo límite para finalizar la peregrinación. "Para mí el tiempo no existe", explica tras poner de relieve su rechazo a las nuevas tecnologías por la carga de estrés que aportan al día a día.

Catorce metros de credenciales en un solo año
Con las credenciales selladas durante los recorridos que efectuó durante 2004, Marcelino tuvo una ocurrencia curiosa: unirlas para formar una gran credencial gigante, digna del Libro de los Récords, que atestiguaba los 3.200 kilómetros totales que cubrió durante ese año.

Fueron nada menos que dos Caminos de Santiago, una Vía de la Plata, un camino desde el Sur de Francia a Puente la Reina, un Camino de Viana do Castelo (Portugal) a Santiago de Compostela, tres caminos de Santiago a Fisterra, un Camino de Madrid y una Javierada... En total son 870 credenciales unidas, decoradas con sus correspondientes sellos, que alcanzan 14 metros de longitud.

Comentarios