Pokémon resiste junto al Lérez

Cientos de personas dedican sus horas de ocio al juego que hizo furor en el verano de 2016 y que en la Boa Vila gana en adeptos

Un grupo de aficionados a este juego virtual reunidos en una de las muchas 'pokeparadas' de la ciudad. DAVID FREIRE
photo_camera Un grupo de aficionados a este juego virtual reunidos en una de las muchas 'pokeparadas' de la ciudad. DAVID FREIRE

Si uno se detiene ante la Alameda unos instantes, especialmente en las tardes de los fines de semana, observará a un grupo de personas dando vueltas en círculo. "Están 'farmeando'", explica Iria, una de las administradoras del grupo de Telegram que reúne a los aficionados pontevedreses al Pokémon Go. ¿Perdón, 'farmeando'? "Bueno, recargando productos que les ayudan en el juego", puntualiza, tras entender que los neófitos estén algo despistados con esta jerga tan "técnica".

POKEMON. Todo se remonta al verano de 2016. Bajo el paraguas del gigante Nintendo, la empresa Niantic lanza un juego para smartphone que revolucionaría la sociedad mundial. La estampa se repetía por todas partes: parques, tiendas, restaurantes... ¡hasta en el retrete aparecían pokémons! A sus practicantes se les reconocía fácil. Les delataba el modus operandi: caminaban por la calle, sujetando el móvil con una mano, mientras con la otra deslizaban un dedito de arriba a abajo por la pantalla.

Y así durante meses. Pero casi todo lo que sube, baja y aquel fenómeno de masas empezó a decaer. "Llegó un momento en que era muy difícil conseguir los pokémons. De hecho, yo dejé de jugar durante un tiempo porque los gimnasios eran imposibles", explica Iria.

En octubre de ese año, la afición por el juego había tocado fondo, sus incondicionales se habían pasado a franquicias de la competencia (como Fortnite, Crash Royale o Ingress) y Niantic decidió dar un golpe de timón para recuperar el trono perdido. Hizo fácil lo difícil, diversificó el juego, le aportó jugabilidad y, lo más importante, introdujo una novedad que los usuarios pedían a gritos: jugar en equipo. "Al principio, los desarrolladores se preocuparon más de proteger el juego y de luchar contra el pirateo, que de ir renovándolo. Y eso lo mató", apunta Lucas, un joven de 16 años que juega desde hace dos.

LOS FIELES LOCALES. Sin embargo, a pesar de esos vaivenes en las preferencias de los usuarios, los "pokeadictos" pontevedreses siempre mantuvieron su fidelidad al juego, hasta el punto de que los 50 que crearon un grupo de Telegram en 2016 se han multiplicado hasta llegar al medio millar. "Y a esos hay que sumar los que no están en el grupo, pero que se apuntan a nuestras quedadas de forma habitual", matiza Iria. Porque una de las señas de este colectivo es su frenética actividad: todas las semanas se convocan reuniones para "cazar" pokémons en grupo, cuando no para asaltar algún gimnasio rival o para sumarse al Día de la Comunidad, eventos mensuales de tres horas de duración en los que se ofrece la posibilidad de capturar una criatura especial y poco frecuente.

Sobre el perfil de los jugadores, resulta imposible establecer un patrón. La lógica invita a pensar que en su gran mayoría serían adolescentes, por su adicción a los videojuegos, pero la realidad es que Pokémon Go rompe todos los estereotipos y aquí se pueden encontrar desde estudiantes hasta jubilados. "A nivel mundial, la media de edad está entre los 16 y los 22 años; aquí es de 35 a 40", subraya la administradora.

HORAS Y HORAS. Esa variedad explica que el tiempo que cada uno le dedica al juego sea igualmente heterogéneo. La media oscilaría entre dos y cuatro horas al día, "pero están los que solo entran 15 minutos, de camino al trabajo o al instituto, y los que llegan a pasarse 24 horas jugando".

Especialmente llamativo es el caso de algunos jubilados, que descubrieron el juego, prácticamente, por prescripción médica. Iria aclara que "son diabéticos, tienen problemas de corazón u otra patología... y como les recomendaron caminar bastante, se metieron en el juego y ya no salieron, porque dicen que así sus rutas ya no son monótonas y también tienen un aliciente para salir cada día de casa".

Así que ya saben: si se encuentran a un grupo de personas alrededor de una estatua o caminando con la vista clavada en el móvil y el dedo recorriendo la pantalla, no están hablando por whatsapp ni revolucionando Instagram; están de "caza". Virtual, eso sí.

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