PONTEVEDRANDO

Los coches no disfrutan

El Concello de Pontevedra fue pionero al limitar la velocidad en las zonas peatonales a 10 kilómetros por hora. DAVID FREIRE
photo_camera El Concello de Pontevedra fue pionero al limitar la velocidad en las zonas peatonales a 10 kilómetros por hora. DAVID FREIRE

CUANDO ALGUIEN de fuera viene a Pontevedra por lo general se asombra de conocer un lugar tan diferente, donde los niños van solos por la calle y los coches nunca tienen prevalencia sobre quien va caminando. Luego, en algunos casos empiezan a hacer preguntas buscando un pero, un defecto, algo que se haga mal o que no se haga del todo bien. Nada es perfecto en esta vida, pero quienes cuestionan el modelo acaban quejándose, por ejemplo, de que no hay suficientes plazas de aparcamiento. Yo les digo que más bien sobran algunas, ya que si no queremos coches menos vamos a crear lugares en los que aparquen.

Por cada plaza de aparcamiento que se cree entrarán 50 coches más, cuyos conductores están convencidos que esa plaza les va a tocar precisamente a ellos y a ningún otro. Estarán media hora dando vueltas hasta que encuentren un lugar libre. Para eso tenemos aparcamientos disuasorios, para que dejen sus coches en las afueras de la ciudad, a diez minutos del centro caminando. Aunque haya todavía quien no lo sepa, buena parte del tráfico en cualquier ciudad es de vehículos que buscan dónde aparcar. Es un tráfico innecesario que irrita todavía más al conductor que al viandante.

Otra pregunta que suele hacerse es qué pasa con la gente que va, pongamos por caso, a una tienda de mascotas a comprar un saco de 50 kilos de pienso. Nadie lo tiene tan fácil, que para eso media ciudad es zona de carga y descarga. Va usted, aparca justo delante de la tienda y tiene tiempo más que sobrado para comprar el pienso, pagarlo, incluso robarlo, meterlo en el coche y largarse. Aquí está todo calculado. Cuestión parecida es la de los taxis y las furgonetas de reparto. Tienen toda la ciudad para ellos solos.

En Pontevedra fuimos reinventándonos cada día porque nadie había hecho nada semejante

¿Y si llueve?, preguntan otros. Pues señora, un coche no es un paraguas. O sí lo es, pero ésa no es la principal función ni es excusa para subirse a un coche. Una vez que llovía entrevisté a mi hermano el doctor Cota y me dijo que él tenía un paraguas, pero lo perdió en los años ochenta y se quedó sin él. Desde entonces no tiene paraguas. Yo conocí a un tío que tenía un Rolex y sólo sabía hablar de su reloj, que le había costado 300.000 pesetas. Le dije un día que yo me había comprado un reloj de 20.000 y venía con coche incluido. La lluvia es así, si llueve, llueve, y eso no es motivo para meterse en un coche, como no lo es para consultar la hora. Capucha o paraguas y a vivir la vida, que es hermosa. Y más que tenía que llover si no fuera por el cambio climático generado en buena medida por tanto coche.

Luego preguntan por el caso de los discapacitados. Pues ellos siempre tienen plazas de sobra si van en coche y una ciudad accesible si van a pie. Como conclusión, a todos los dubitativos, que por lo general plantean todas esas cuestiones tras saber que aquí gobierna un alcalde del BNG desde hace más de 20 años, sólo hay que decirles que si los vecinos y vecinas de Pontevedra llevamos dos décadas eligiéndolo por algo será: porque nos gusta la ciudad que ha venido diseñando. Y nos gusta cada día más, a medida que el modelo se desarrolla. La peatonalización del puente de O Burgo, pongo por caso, es una maravilla. Cualquier ciudadano del mundo mataría por tener ese puente en su ciudad. Los cuatro nostálgicos que se quejaban de que nuestro puente más antiguo perdía su esencia de los años 50 del siglo pasado han dejado de chillar una vez que comprobaron que una mayoría clamorosa se sentía orgullosa de que nuestro puente medieval sigue siendo el mismo puente de siempre pero mucho mejor, mucho más puente, mucho más hermoso y libre de coches, de motores, de humos y bocinazos.

Los coches no tienen derechos. Puede que ya lo haya escrito alguna vez y lo haré muy a menudo. Los derechos los tienen las personas, y entre un ciudadano que elige montarse en una máquina que pesa tonelada y media, que ocupa un espacio grandioso, que contamina y emite todo tipo de ruidos; y otra que opta por caminar, debe prevalecer el derecho del peatón. Siempre y en cualquier caso. Afortunadamente cada día hay más ciudades que nos toman como ejemplo. Es la fuerza de la razón. Vienen aquí, ven lo que hemos hecho y quieren copiarlo. Hacen bien en venir aquí a aprender, más que nada porque en Pontevedra fuimos reinventándonos cada día, sobre todo al principio, porque nadie había hecho algo semejante. Ahora ya vamos a tiro fijo porque ya sabemos lo que funciona y lo que no. Ya sabemos que nuestros hijos y nuestras nietas tienen una ciudad para ellas, no para que la disfrute un coche. Los coches, en eso estaremos todos de acuerdo, no disfrutan. Pueden matar de golpe o lentamente, pero ni así disfrutan. Son como Santiago Abascal, que carece de sistema nervioso central.

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