Pontevedrando... Los tres hermanos

Si el partido menor quiere mantenerse o medrar, debe aportar soluciones, no negar la acción del Gobierno
Imagen de un Pleno en el Teatro Principal. GONZALO GARCÍA
photo_camera Imagen de un Pleno en el Teatro Principal. GONZALO GARCÍA

Con una composición como la que tiene ahora el Gobierno pontevedrés, que no variará gran cosa salvo por la desaparición previsible del acta de Ciudadanos, que es la primera que está en juego, es claro cuál es el papel que debe interpretar cada quién: por razones obvias, quien ha creado y aplicado un proyecto a lo largo de las últimas décadas, ha de convencernos de que el Modelo de Pontevedra tiene recorrido, desarrollos pendientes, como el de Santa Clara, y nuevos horizontes, como la ya anunciada apuesta por la atracción de empresas dedicadas a las nuevas tecnologías, de las que ya tenemos un puñado de ejemplos exitosos, y a las industrias de la cultura, el deporte y el tiempo libre. Deben conseguir que visualicemos por dónde quiere el grupo mayoritario llevar ese Modelo global. No es fácil, pero es su trabajo.

Desde el grupo que lidera la oposición, su labor tampoco es asunto de coser y cantar. Son la alternativa, posición en la que el pueblo de Pontevedra los ha colocado una y otra vez desde 1999. Sus opciones pasan por hacernos ver que tienen otro modelo mejor. No hay otra. Y, como los anteriores, ha de hacerlo con concreción. Ni a los primeros les vale con decir: "Seguiremos avanzando porque o decimos nós", ni para los segundos es tan sencillo como afirmar: "Lo haremos mucho mejor pero sin decir qué y cómo".

Unos y otros han de esforzarse porque en cada elección local Pontevedra se lo juega todo: un Modelo de ciudad y de sociedad que puede parecernos mejor o peor pero que es único. Tal como se ha desarrollado Pontevedra, en una línea que hoy muchos empiezan a copiar y que no es como un castillo de Lego, al que se le pueden añadir o quitar elementos manteniendo su estructura, hay que tener extremos cuidado con todo aquello que se promete. Esperemos que quienes hoy lideran el Gobierno y la oposición estén a la altura, no hay por qué dudar de su interés.

Luego está la última fuerza descontando al extinto Ciudadanos, la hermana menor que ha gobernado como parte minoritaria. Es la posición más delicada y la que requiere mayor inteligencia. Renegar abiertamente del Gobierno del que han formado parte puede no ser lo más eficaz. Puede, no, rectifico. No es lo más eficaz. Eso estaría dotado de cierta credibilidad si quien lo hace hubiera mostrado sus desacuerdos mientras formaban parte del Gobierno.

Lo típico: "Tal medida no nos gusta, o no nos termina de convencer, o creemos que es mejorable, pero votaremos a favor por lealtad al Gobierno del que formamos parte, por no hacer peligrar la estabilidad ni la buena imagen de la institución y porque lo demás lo hacen bien, de ahí que seamos sus socios". Además está de moda eso de airear las desavenencias entre socios. Que le pregunten a Sánchez y a sus socios si tal circunstancia no se ha dado a lo largo de todo el mandato ni una sola vez, si el socio pequeño ha alzado la mano con entusiasmo siempre votando con el grupo mayoritario, no es creíble que presenten una enmienda a la totalidad de la acción de sus socios.

Ni una nota de prensa, ni una rueda, ni una declaración que contradijera una medida adoptada por el grupo mayoritario. Si además esa actuación a lo largo de casi cuatro años nos pareció sincera, que nos lo pareció, es difícil que cale a estas alturas el mensaje de que sus socios lo hicieron mal. Y puede que sea lo mejor, pues si de verdad ese mensaje cala, lo que estarán transmitiendo es que, bien se actuó así por entreguismo, bien por intereses políticos ajenos a los de la ciudadanía representada.

Siempre es la posición más complicada. Surge inevitablemente la necesidad de marcar distancias entre socios, y quien lleva el peso de la Alcaldía lo tiene más fácil, y más todavía si ya ha gobernado con socios y sin ellos. La hermanita menor es la que debe decidir hasta dónde quiere llevar esa distancia. Si la estira más de lo justo, puede crear animadversión entre el electorado. Si se muestra como un enemigo acérrimo de sus socios, quizá haya gente que diga: "Si estos vienen a estorbar en lugar de a ayudar, igual mejor voto a uno de los otros, o al que ya está para estorbar, o al que va a seguir gobernando según todos los indicios y las encuestas. No vamos a meter al enemigo en casa".

Es un equilibrio complicadísimo, eso se entiende. Pero por lo general, si el partido menor quiere mantenerse o medrar, debe aportar soluciones, no negar la acción del Gobierno al que a día de hoy sigue perteneciendo. Puede resultar que cuando se dé cuenta esté haciendo campaña contra sí mismo. Pongamos que en Orihuela del Tremedal se cerró una calle y que eso generó cierta polémica. Pues todos, los grandes y los pequeños, que defendieron durante todo un mandato el cierre de la calle, si salen ahora a decir que estuvo mal, están diciéndonos que votaron a favor de una medida que les parecía fatal, que la defendieron en los plenos municipales, en los medios y en todas partes a sabiendas de que estaba mal.

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