Por otra parte, la erupción sirve también para poner en el mapa las islas. "A xente fai bromas de que por fin na Península van diferenciar Las Palmas de Gran Canaria de La Palma", cuenta Graciela Gómez, vecina de Barro que vive en Las Palmas. Además, los comentarios también se apiadan del presidente canario, que lleva una legislatura en la que se suman una pandemia mundial y, ahora, la erupción de un volcán.
Más allá de las bromas, los pontevedreses que viven en las islas, especialmente los que se encuentran en La Palma, viven con incredulidad lo que está ocurriendo. El volcán siempre estuvo allí, pero ninguno se imaginó nunca verlo en acción.
Lucía González. Estradense en La Palma desde hace 16 años
Lucía González lleva 16 años en la isla de La Palma y nunca se imaginó que fuese a vivir la erupción de un volcán. La estradense habla con normalidad sobre volcanes, su energía, lava y alertas, pero pensaba que jamás vería uno en acción, porque creía que "ocorrería dentro de centos de anos". Sin embargo, tras unos días de movimientos sísmicos todo hacía pensar que la erupción era solo cuestión de tiempo. "Eu non pensei que fora a ser tan rápido, pero o domingo entereime polos medios de comunicación, porque na zona na que resido non percibín nada", cuenta González, que vive en el este de La Palma. Su primera reacción fue enterarse de si la zona en la que explotó la lava en un primer momento estaba habitada y podían haberse producido daños personales. "Dentro do malo foi un certo alivio saber que, nun primeiro momento, ocorreu nunha zona sen casas e non afectou a ninguén", cuenta.
Desde la explosión que anunciaba el comienzo de la erupción, "a covid quedou nun segundo plano". Así, el despertar del volcán supone sentimientos encontrados, ya que podría ser espectacular en otras circunstancias pero en este caso el avance de la lava destroza casas y campos de cultivo a su paso, lo que supone una tragedia. "Eu non coñezo a ninguén pola zona", cuenta González, que apunta que su trabajo como policía local le podría suponer la participación en tareas de evacuación o control del tráfico durante estos días.
La convivencia con los volcanes es algo normalizado en la isla, donde hay personas para las que esta es la tercera erupción de su vida. "Non é que se fale deste tema todo o tempo, pero si están presentes os recordos doutras erupcións no ano 49 e no 71", explica. Por otra parte, la estradense muestra su total confianza en los científicos y vulcanólogos que siguen de cerca la evolución del fenómeno. "Eu notaba certo ambiente de tranquilidade ao principio, cunha calma tensa pola gran información que tiñamos por parte das autoridades, pero agora teño a sensación de que a xente está máis angustiada, nerviosa e desolada", cuenta.
Suso Comesaña. Vigués en el Sur de La Palma
En el trabajo de Suso Comesaña hablaban este lunes de la belleza del volcán lanzando magma y él no podía disimular su indignación. "Se puede hablar de belleza cuando un fenómeno de este tipo no afecta a nadie, pero no creo que se pueda disfrutar de un río de lava que se está llevando por delante toda la vida de muchas personas", apunta. El vigués afincado en La Palma vive de cerca cómo las lenguas con lava sepultan todo a su paso. Hace solo dos meses vivía en un pueblo que ahora forma parte de la zona de exclusión por los efectos del volcán. "Por un lado me siento tranquilo porque me he librado, ahora mismo estaría evacuado si siguiese allí, por eso tampoco puedo evitar la tristeza por los que eran mis vecinos", explica justo después de recibir la llamada de un amigo cuya hermana se había quedado sin casa. Ahora mismo, su domicilio se sitúa al Sur de la isla, en Fuencaliente, a nueve kilómetros del punto de la carretera que ha sido cortado por el avance del magma.
Comesaña hizo el lunes vida normal, se levantó todavía de noche para salir a correr antes de trabajar y "había un polvo que se metía en los ojos". Tenía previsto participar este fin de semana en una carrera de trail por la isla para la que llevaba mucho tiempo preparándose y que ha tenido que ser suspendida. "Es normal, aunque se pudiese correr, con un desastre como este nadie tiene el cuerpo para ir a una carrera, no es el momento, ahora toca ayudar", explica.
Paula Gálvez. Pontevedresa que vivió en La Palma cuatro años
"Las sensaciones han cambiado por completo en una horas. Al principio veía a la gente más tranquila, en shock, y ahora está más preocupada, enfadada y cabizbaja". Lo explica Paula Gálvez, que sigue con especial atención los acontecimientos en La Palma, ya que vivió en la isla durante cuatro años. Hace uno volvió a su ciudad, Pontevedra, pero ha dejado amigos "que son familia" en la isla bonita. "Es impactante ver destrozadas por la lava carreteras por las que solía moverme yo", indica.
Estos días ha estado especialmente activa en redes sociales mostrando su apoyo a quienes han sido sus vecinos durante cuatro años. "Reconozco que no salgo del lado de la tele y el teléfono, he estado hablando con gente para preguntarles cómo están y comprobar si todo estaba bien", cuenta. Hasta ahora, solo el hermano de una de sus amigas palmeras ha tenido que abandonar su casa para refugiarse en la de su hermana ante la posibilidad de que el magma llegue a su domicilio.
"Todo el tiempo estuvieron muy bien informados sobre cómo proceder, el protocolo está bien diseñado y por eso hay una tranquilidad relativa, aunque es muy duro para las personas que pierden sus casas", cuenta.
El riesgo de que un volcán entre en acción es algo con lo que los isleños han convivido durante toda su vida. "Estando allí, había días en los que por la mañana leía en la prensa que había habido 17 sismos durante la noche, yo me sorprendía pero el resto de la gente se lo tomaba con normalidad", dice. De todas formas, Gálvez no se imagina vivir la erupción en directo. "Tiene que ser terrible, me dicen que en la zona en la que vivía yo se siente el rugir", apunta.
Además de los destrozos que provocarán los ríos de lava en el terreno, en las últimas horas también se ha hablado de la atracción que supondrá un volcán en erupción para el turismo. "Hay que pensar que, aunque la zona no sea la más habitada de la isla, hay casas que van a desaparecer y sus dueños lo perderán todo, además ese es un lugar en el que hay muchos cultivos de plataneros que van a quedar sepultados y las tierras inservibles, eso es lo primero en lo que hay que pensar".
Sin embargo, en lo que se refiere al turismo, Gálvez apunta un probable repunte de curiosos que viajen para ver los ríos de magma. "Ahora mismo La Palma es el centro de atención, una isla pequeñita de la que nadie habla, y es normal que quien está perdiendo su casa esté molesto porque haya quien piense en lo bonito que puede tener todo esto, para ellos esto no es una foto bonita, es un desastre", indica.
Celeste Crespo. Marinense en Tenerife
Para Celeste Crespo, marinense que vive desde hace 21 años en la vecina isla de Tenerife, la realidad de una erupción era algo en lo que no pensaba hasta que se produjo el enjambre sísmico que anunciaba la explosión del volcán en la zona de Cabeza de Vaca. "Sabemos que los volcanes están vivos pero dormidos, lo que pasa es que yo no me imaginaba viviendo esto, creía que pasaría en miles de años y que yo no lo vería", cuenta.
Aunque vive el fenómeno desde la distancia, asegura que hay un sentimiento de solidaridad con la isla vecina y no teme el aislamiento que pueda suponer un posible corte de las comunicaciones por aire debido a la nube de cenizas. "Tenemos la suerte de tener comunicación por aire y por mar y en Tenerife no supondría un problema, aunque el La Palma el corte de carreteras pueda ser más lioso", explica.
Por otra parte, muestra tranquilidad debido a que las autoridades publican de forma puntual todas las alertas relacionadas con el volcán. "Ya no son tiempos como los de antes, hay una preparación que permite que el volcán no te coja por sorpresa", apunta. Del mismo modo, insiste en los sentimientos encontrados que manifiestan estos días muchos canarios. "Por un lado hay una parte de las personas a las que les ilusiona ver el volcán en acción, pero al mismo tiempo sientes empatía con todas las personas que están perdiendo sus casas", lamenta.
Beatriz Freire. Pontevedresa en Tenerife
"Es un fenómeno insólito, muy bonito para las fotografías, pero me parece una frialdad hablar en esos términos porque la lava se está llevando por delante casas, es un impacto enorme que produce mucha pena". Beatriz Freire lleva 21 años en Tenerife aunque sea de Pontevedra. Estos días sigue atenta la última hora del volcán que ha paralizado la isla de al lado. "Yo creo que muchas personas no eran conscientes de la inmensidad que se les venía encima", apunta.
Del mismo modo, Freire no puede evitar pensar en qué pasaría si fuese el Teide el que despertase. "Con lo grande que es sería terrible", señala. Aun así, se muestra tranquila y confiada en el trabajo de los expertos, que han conseguido prever la actual erupción y trazar una serie de planes para evacuar las zonas de peligro. "Se transmite una sensación de control de la situación, con puntos de encuentro para evacuar desde hace días y los avisos para que la gente tuviese las mochilas preparadas, hay buenos protocolos aunque la lava no la para nadie", lamenta.
Del mismo modo, indica que mucha de la gente que habita en zonas del rural se verá perjudicada por los efectos del volcán al no tener sus viviendas aseguradas. "Son casas que pueden tener un valor catastral muy bajo y, sin embargo, han supuesto el trabajo de toda una vida", indica. Por ello, la solidaridad es la principal respuesta de los canarios de las demás islas con los palmeros.