CAMINO A LA NORMALIDAD

Precampaña en pandemia

El presidente de la Xunta, Núñez Feijóo, en una comparecencia con mascarilla. XOÁN REY (EFE)
photo_camera El presidente de la Xunta, Núñez Feijóo, en una comparecencia con mascarilla. XOÁN REY (EFE)

AQUÍ, COMO imagino que en Euskadi, los partidos ponen la maquinaria en marcha para la primera precampaña en pandemia, que falta un mes para las autonómicas. Las últimas encuestas que se han publicado, una de ellas en este periódico, mantienen a Feijóo en una cómoda mayoría absoluta de entre 38 y 42 escaños. Aunque son encuestas realizadas recientemente, no difieren mucho o casi nada de las que habíamos conocido antes de la anterior desconvocatoria. Es decir, que el escenario político no ha cambiado demasiado durante la pandemia. El PP mantiene una posición sólida que permitiría a Feijóo gobernar un mandato más, que sería el cuarto consecutivo.

En cuanto al resto de los partidos, hay diferencias sustanciales entre unas y otras encuestas. Viendo las últimas nueve, todas muy recientes, el PSdeG va desde los 17 hasta los 22. En todo caso una subida importante con respecto a los 14 de 2016. Pero cinco diputados de diferencia entre nueve encuestas son demasiados. El BNG subiría espectacularmente con respecto a los seis escaños de hace cuatro años. Se movería entre los nueve y los doce. Otra barbaridad. Y Galicia en Común sufriría un desplome que lo dejaría entre los tres y los ocho.

Así, como primera conclusión, las empresas encuestadoras, como siempre en los últimos años ofrecen entre ellas unos resultados muy dispares. La volatilidad, sobre todo entre el voto de izquierdas y nacionalistas, es lo suficientemente amplia como para que ni siquiera se pueda hablar de tendencias, más allá de que todas coinciden en que el PsdeG sube bastante y el BNG se viene arriba, ambos a costa de la marca blanca de Podemos, que tuvo 14 escaños en 2016 superando a los socialistas.

Pero las grandes diferencias entre unas y otras encuestas son demasiado llamativas. No es lo mismo que el PP fluctúe entre los 38 y los 42, lo que viene siendo un arco más o menos normal, pues estamos hablando de un porcentaje de votos muy superior al 40%, que meterle el PSdeG un arco de cinco diputados al PSdeG o de cuatro a Galicia en Común, que no llegaría ni al 10%. Esos bailes de cifras y esa disparidad entre empresas demoscópicas lo único que nos señala es que está todo en el aire.

Es como en aquella escena en la que un personaje le dice a Cantinflas a qué hora quedan para el día siguiente y Cantinflas contesta: "Entre las siete de la mañana y las dos en punto". Si yo fuera Feijóo no me dormiría en los laureles. Tiene un electorado muy fiel, pero normalmente unas elecciones se deciden por un 4 o un 6%, entre el que hay votantes descontentos, nuevos votantes, algún que otro desinteresado y mucho indeciso. Los que ya tienen el voto decidido no lo van a cambiar. No sabemos cuánta abstención habrá, dadas las circunstancias, ni cómo se desarrollará la campaña, que será la más extraña que hayamos visto y en la que las redes sociales tendrán mucha más incidencia que los actos electorales. Eso puede no ayudar a Feijóo, que siempre se viene arriba en campaña y al que le gusta el contacto con el electorado y se mueve muy bien en las distancias cortas. Tampoco es el suyo un voto combativo, como sí lo es el de sus tres competidores, pues ni Vox ni Ciudadanos ni mucho menos esa nueva coalición de tres partidos diminutos tienen la mínima oportunidad de lograr un sólo escaño.

Se verá cómo evoluciona el escenario, pero sospecho que habrá sorpresas. Un vuelco no demasiado grande porcentualmente en un par de provincias o tres podría arrebatarle la absoluta a Feijóo, y dado que no tiene con quién pactar, perdería el Gobierno. La encuesta publicada por el Grupo Progreso, por ejemplo, le da al PP un arco que va de 39 a 42, pero a los tres partidos de la actual oposición, si los sumamos, los pone entre 32 y 40, y la absoluta está en 38, así que hay pelea.

La campaña va a ser movida, o eso debiera. De momento, Feijóo ofrece una imagen muy institucional y muy presidencialista y su mejor rival, Ana Pontón, que lo es por carisma y por discurso, no se ha lanzado a degüello. Tampoco sabemos si habrá o no debates, pero dado que la campaña será poco presencial, sin grandes actos, los debates pueden tener más incidencia que nunca. En las anteriores autonómicas Pontón salvó al BNG del desplome en un debate.

Los debates son exigibles, más ahora que nunca. A Feijóo le puede beneficiar el todos contra uno, que le permitiría presentarse como un líder sólido frente a una terna de socialistas, nacionalistas y comunistas. Pero eso puede convertirse para él en un infierno si no sale bien parado. Todo puede suceder y la cosa puede estar más abierta de lo que parece.

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