Primeras condenas por la cocaína del Elcano

ESTADOS UNIDOS 'PRESIONA' A ESPAÑA (1) ▶Las dos descargas de droga detectadas por la DEA en El Bronx y en New Jersey procedentes del buque-escuela ya tienen su respuesta judicial en Nueva York: ocho y siete años de cárcel para los proveedores de las sustancias. Un tribunal militar español procesa por estos hechos a siete miembros de la tripulación

El Juan Sebastián Elcano, a su llegada a Nueva York en abril de 2014.
photo_camera El Juan Sebastián Elcano, a su llegada a Nueva York en abril de 2014.

La llegada del Juan Sebastián de Elcano a la ría de Pontevedra durante el verano de 2014 trajo consigo una sorpresa inesperada. La Drug Enforcement Administration (DEA) había informado de la presencia en el emblemático velero de al menos siete narcotraficantes que, aprovechando su condición de marineros o de personal civil de la embarcación, se dedicaban a transportar sustancias estupefacientes de puerto en puerto. La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil estableció un operativo que se saldó con arrestos varios y con el hallazgo de un alijo de 127 kilos de cocaína de extrema pureza. Estaban ocultos en un habitáculo que se emplea para almacenar velas de repuesto. El escándalo era de dimensiones mayúsculas: la leyenda de la Armada era un narcobuque con todas las letras.

Cuatro años y medio después de los hechos (que incluyeron detenciones en Pontevedra, primero, y en Cádiz, a continuación), la Justicia española sigue viajando lenta. No así la norteamericana. Un tribunal neoyorquino ha condenado a penas de ocho y siete años de cárcel a Alberto Siado-Álvarez y a Jorge Luis Hoayeck, respectivamente. Ambos fueron extraditados desde Colombia (residían en la zona de Cartagena de Indias) varios meses después de los hechos. La DEA y la Policía de Colombia tenía datos suficientes como para considerar que eran las personas que suministraban la cocaína y la heroína que llegaba a Manhattan a través del Juan Sebastián de Elcano. Lo hacían, según fuentes de la investigación, a través de Joaquín P.Z., alias Mondongo, un autónomo que conducía un taxi y ofrecía toda clase de servicios a quienes llegaban en barco al populoso puerto cartagenero.

El sistema, según trascendió, era bien sencillo. Mondongo cobraba 1.000 euros por establecer el contacto necesario entre los miembros de la tripulación "metidos" a narcotraficantes y los dueños de la droga. El polifacético taxista contactaba con Manuel Francisco S.P., que, según figura en autos, era "el hombre de confianza de los narcotraficantes". Ni más ni menos que el cocinero, con 18 años de servicio a bordo del Juan Sebastián de Elcano.

Pero la doble condena procedente de la corte penal estadounidense guarda una relación tangencial con los 127 kilos incautados en España. Los delitos que fueron sometidos a juicio tuvieron que ver con las dos entregas de estupefacientes efectuadas en el área metropolitana de Nueva York por quienes en un principio eran "personas desconocidas" para la agencia antidroga norteamericana.

1. "Esos dos desconocidos"

La pericia de los investigadores antidroga de Estados Unidos fue el elemento esencial para poner fin a las actividades ilícitas que se desarrollaban con el buque escuela como tapadera. El 14 de mayo de 2014, mientras realizaban un seguimiento a narcos conocidos por ellos en una casa humilde de El Bronx, detectaron la salida de dos personas desconocidas de la parte trasera de un Jeep de color gris. A continuación, más personas relacionadas policialmente con el ilícito negocio aparecieron en el lugar. "No era una reunión normal", explicaron los agentes, que consiguieron captar con una cámara una prueba clave: la entrega de ocho kilos de droga (cuatro de heroína y otros cuatro de cocaína) por parte de "esos dos desconocidos". Los investigadores optaron por no actuar aún. No sabían de dónde procedían aquellos hombres y tenían claro que podían llevarles hacia un pez gordo. Ni se imaginaban lo que encontrarían. Seguimientos por Queens, Hatford o Connecticut no aclaraban nada. No sabían que aquella información ayudaría a acabar con una historia criminal que afectaba a tres continentes y que sumió en un escándalo a la Armada española, poniendo a 16 personas entre rejas a ambos lados del Atlántico. Así lo narra un artículo publicado en el Boston College Law Magazine, que destaca la figura de Andrés Torres, fiscal antidroga de New York, como pieza clave para arrojar luz a lo que sucedía. Su trabajo ha concluido, pues a las citadas condenas de los capos colombianos se unieron otras siete, también firmes, dictadas contra quienes recibían la mercancía en Estados Unidos.

En la madrugada del 15 de mayo, los desconocidos del Jeep gris intercambiaron sus mochilas por 14.000 dólares en efectivo. El chófer (viajaban en el asiento posterior) les dejó cerca del río Hudson, en un barrio del West Side, en Manhattan, donde se halla la terminal de cruceros en la que atracan las compañías más importantes del mundo. Sin embargo, aún no habían logrado determinar hacia dónde se dirigían.

Al día siguiente, en Connecticut, los agentes se incautaron de más de 50 kilos de heroína y cuatro de cocaína, además de armas y 85.000 dólares en efectivo. Varios narcos locales se entregaron, pero nada se sabía aún del origen de la droga.

2. Más indicios

Cuando los agentes empezaron a sospechar de que el único barco amarrado en la zona en la que dejaron a los individuos era el majestuoso Elcano (aparte de El Intrépido, portaviones nortemericano reconvertido a museo flotante), retrocedieron en el tiempo hasta el 13 de mayo, cuando detuvieron a dos narcos colombianos en New Jersey. El buque escuela ya estaba en Manhattan y tres de sus tripulantes les habían entregado 27 kilos de cocaína. Tres personas distintas, según la DEA, a aquellos dos desconocidos, pero que procedían del mismo lugar: el Juan Sebastián de Elcano.

3. El fiscal

"Inicialmente nos sorprendió saber que el Elcano había estado acostumbrado a traficar con cantidades significativas de cocaína y de heroína", detalló el fiscal Torres a medios de su país. "Los traficantes de drogas y marineros sin escrúpulos aprovechaban la fama mundial del barco para traficar hacia algunos de los mercados más importantes, como la ciudad de Nueva York".

El buque no estaba sujeto a controles aduaneros, lo que le convertía en un lugar perfecto para ocultar la droga. Los propios marineros confirmaron que no existía control de entrada y salida, un elemento que está dificultando en gran medida la investigación del alijo que llegó a España con el buque.

Sobre el desenlace judicial de los dos cargamentos (el de El Bronx y el de New Jersey) en relación con los tripulantes del buque escuela, fue bien distinto. Los dos que entregaron las mochilas en El Bronx confesaron su crimen e ingresaron en una prisión militar. Los de New Jersey apostaron por defender su inocencia, por lo que serán juzgados.

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