Dicen Chema García Ibarra y Leonor Díaz que empezaron haciendo cine en Elche simplemente porque vivían allí. Pero en un momento dado sí que tomaron la decisión consciente de no cambiar de escenario. "Simplemente por el hecho de rodar donde no se rueda normalmente ya ganas frescura. Ves cosas nuevas; la gente va por la calle de una forma diferente; habla con un acento distinto... Si ves lo mismo una y otra vez, el mismo tipo de casting, de calle, de música... es muy aburrido. Al menos para mí", explica el cineasta, multipremiado cortometrajista (con El ataque de los robots de Nebulosa-5, Protopartículas o Misterio ha pasado por los festivales de Cannes, Sundance o la Berlinale), que clausurará la edición de este año del Festival Novos Cinemas de Pontevedra con su debut en el largometraje. "A mí personalmente me encanta ver películas hechas en un pueblo pequeño de Lituania, en una isla perdida de cualquier océano o en Groenlandia. Y que sean películas que que surjan directamente del sitio de donde es el cineasta. Cuando conoces bien lo que te rodea no caes en ese folclorismo en el que, a lo mejor, sí que caes cuando llegas de fuera a hacer algo. Si formas parte de ese sitio, es fácil que tú mirada sea más neutra, más limpia".
Además de protagonizar la sesión de clausura del festival, García Ibarra también está impartiendo esta semana un taller sobre dirección de arte junto a la responsable de este departamente en sus trabajos, Leonor Díaz. "Que el triángulo que forman la dirección artística, la dirección de fotografía y la dirección esté bien hecho es muy importante para una peli. Se nota cuando se trabaja desde el principio con esos tres pilares conectados. Cuando no es así, a veces, ves que el vestuario va por un lado y la dirección artística por otro. Eso te saca un poco de la película. A mí me gusta mucho esta forma de trabajar que tiene Chema en la que todo está unido desde la concepción de la película", comenta Díaz.
VOLCARLO TODO. Los dos elogian al festival pontevedrés y su apuesta por centrar su programación en operas prima. "En las primeras películas siempre hay como una especie de descaro inicial muy interesante. Y se percibe ese miedo a que quizás no puedas hacer más cine, así que intentas volcarlo todo de golpe", señala el director. "Hay que tener en cuenta que el cine es algo que normalmente va lento. Una película puede tardar en hacerse cinco años. Así que entre la primera y la tercera pueden pasar quince. Lo normal es volverse cada vez más conservador. Así que sí, yo también creo que, en general, las primeras películas son mucho más frescas y dinámicas", añade Leonor Díaz.
Sobre Espíritu sagrado, cuya proyección en Pontevedra coincide con su presencia en salas comerciales, García Ibarra cuenta que sigue "a un grupo de aficionados a la ufología en la ciudad de Elche". Como ha hecho a lo largo de toda su carrera, vuelve a contar con actores no profesionales. El film "tiene un tono de ciencia ficción, pero súper doméstico, en un barrio de una ciudad industrial", algo con lo que también ya ha jugado en otros trabajos.
El cineasta, que solo aprecia diferencias entre hacer un corto o un largo en cuestiones logísticas y de producción ("todo son películas; de hecho, me está apeteciendo mucho volver a hacer un corto, en la playa, con el mar todo el tiempo de fondo"), reconoce que otra ventaja de trabajar en la periferia es la falta de presión. "La verdad es que yo vivo bastante ajeno a la industria. Eso siempre permite que tengas aire fresco alrededor".
