"Si nosotras pudimos, ¿cómo no van a poder otras mujeres?"

Juventina López e Ita Xocol eligieron no resignarse a la opresión de los poderosos ni al silencia y luchar para defender la dignidad de sus comunidades y, especialmente, de las mujeres. Hoy son un ejemplo para su país y para el resto del mundo

Juventina e Ita, en la exposición 'Tecedoras do cambio' que se exhibió en la Pazo Provincial. JAVIER CERVERA
photo_camera Juventina e Ita, en la exposición 'Tecedoras do cambio' que se exhibió en la Pazo Provincial. JAVIER CERVERA

ADEMÁS DE activista, mediadora de conflictos y guía espiritual, Juventina López preside una asociación indígena agropecuaria en su población de Champerico. Manuela ‘Ita’ Xocol dirige una emisora de radio comunitaria y defiende los derechos de las mujeres k’iche’ en Nahualá. Ambas están recorriendo estos días la provincia de Pontevedra, de la mano de la Coordinadora Galega de ONGD y la Deputación, para dar a conocer sus historias y su lucha a favor de sus comunidades y, sobre todo, de las mujeres.

¿Qué supone para ustedes esta gira por Pontevedra?

Juventina López: Nos alienta para seguir defendiendo el derecho de las indígenas en Guatemala, pero este proyecto también debe ser un instrumento que sirva para todas las mujeres. A muchas personas les falta consciencia de lo que sucede en el mundo, por ejemplo en Guatemala. Allí somos cuatro pueblos con cuatro culturas: el garífuna, el xinka, el maya y el mestizo, y tenemos nuestras diferencias, pero luchamos con un solo fin, que es la recuperación de la tierra y la defensa del agua y el territorio. El Estado de Guatemala ha excluído, perseguido y criminalizado a nuestro pueblo y solo defiende los intereses propios o los de la cúpula empresarial que ha invadido nuestros espacios, mientras a nuestras comunidades le limitan la libre expresión y nos dicen que somos piratas.

El nombre del proyecto que las ha traído a Galicia es ‘Mulleres que mudan o mundo’. ¿De qué modo transforman ustedes el mundo con sus luchas?

Ita Xocol: Las protagonistas de este proyecto somos mujeres que tejen el cambio y que se tranforman a través de sus vivencias. En mi caso, tenemos la asociación Asomujerdi y a través de ella luchamos para contar con un medio de comunicación comunitario, con la colaboración de Agareso y la Asociación Mundial de Radios Comunitarias Amar Guatemala, para transformar la vida, sobre todo de las mujeres jóvenes. El poder económico está encima y a ese poder no le gusta cuando salimos adelante, pero nosotras estamos sembrando las semillas, defendiendo nuestros derechos para poder identificar nuestra identidad y dignidad como mujeres jóvenes del pueblo maya k’iche’. Yo soy la directora de una radio comunitaria, La Voz de Racantaj, y en ella defendemos nuestro derecho a la comunicación y, además, hablando el idioma k’iche’, que a los grandes medios de comunicación no les gusta. Para nosotras la comunicación es el pilar de la vida para que las mujeres puedan tejer ese cambio.

J.L: "En Guatemala somos cuatro pueblos, pero luchamos co un solo fin: recuperar la tierra y defender el agua y el territorio"

¿Cómo combaten la doble discriminación que sufren por el hecho de ser mujeres e indígenas?

J.L.: En el pueblo indígena, por su diferente forma de organizarse y estructurarse, las autoridades ancestrales han sido humilladas. El Estado no reconoce nuestro derecho de identidad, nos limitan el espacio tanto desde el poder ejecutivo como desde el judicial. Por eso tenemos que unirnos y por eso creamos la Asociación Indígena Agripecuaria Prodesarrollo Integral (Asiaprodi), de la cual soy presidenta, y en la que somos incluyentes con las diferentes etnias porque queremos impulsar el desarrollo integral. Para eso hemos tenido el apoyo de la cooperación internacional, que para nosotros es fundamental para fortalecer nuestras bases y demostrar que realmente podemos. Asiaprodi trabaja con la ONGD Arquitectura sin Fronteras para mejorar las condiciones de acceso a un hábitat digno y los proyectos sociales que se han hecho en nuestra región nos han servido para abrir más puertas ante las autoridades y empezar a entablar negociaciones con ellas, pues al ver que hemos hecho viviendas, una escuela… les da vergüenza no haber atendido ellos esas necesidades.

I.X: "Soy la única hija mujer y no me dejaban estudiar, pero no me conformé y salí para buscar una alternativa"

I.X.: La discriminación duele realmente. Yo tengo cuatro hermanos, soy la única hija mujer y no me dejaban estudiar. Me decían que, si mis hermanos no estudiaron, cómo iba a tener yo el derecho a hacerlo. Ahí fue cuando decidí buscar la forma de seguir adelante. Salí y conseguí una beca, a través de la cual estudié. Pero para mí no fue suficiente porque pensé: si yo pude, ¿cómo no van a poder otras mujeres? A través de mi vivencia quise ser un ejemplo para las demás, ayudarlas a cambiar sus vidas para que también conozcan sus derechos y tengan libertad de expresión.

I.X: "Tenemos una radio comunitaria porque la coimunicación es el pilar para que las mujeres puedan tejer el cambio" 

Y por eso crearon la emisora de radio La Voz de Racantaj…

I.X.: Sí. A través de nuestra radio nos comunicamos con toda la población para que las mujeres también sigan adelante en sus luchas. Pero también a las radios comunitarias la discriminan las autoridades y uno de sus argumentos es la religión. Le dan espacio a otros medios católicos o evangélicos, pero a nosotros nos cierran la puerta. Y ese es solo un ejemplo de las muchas discriminaciones que sufrimos.

"Mi experiencia al ser expulsada de EE UU me dio fuerza para luchar en mi tierra"

Las dos hablan de la importancia de la cooperación internacional pero muchos gobiernos hacen todo lo contrario y cierran puertas. Juventina, hace años usted viajó indocumentada a Estados Unidos en busca de un futuro mejor, pero fue capturada, retenida y retornada a Guatemala. ¿Qué siente cuando ve las medidas que está adoptando Donald Trump o cuándo ve lo que está sucediendo con la caravana de migrantes hondureños que partieron rumbo a EE.UU. y siguen retenidos en México?

Juventina López: Me da tristeza porque ser emigrante no es fácil. Yo intenté ir a Estados Unidos a causa de la pobreza, la humillación y la discriminación. Crucé la frontera de México con Guatemala, subiendo en los tráilers y arriesgando la vida, caminando noche y día en el desierto. Pero llegar a Estados Unidos no es tener el pleno derecho ni la libertad. Al contrario. El derecho a la salud, a conseguir un trabajo…, sin un documento legal todo está limitado. A mí me capturaron y estuve tres meses en una cárcel en Houston, cuando yo solo había ido en busca de una vida mejor porque no tuve la oportunidad ni de ir al colegio a causa de la pobreza, ya que mis padres vivían trabajando de finca en finca con un salario mínimo que no es nada para garantizar la seguridad alimentaria. Ahora veo a estos hermanos hondureños que buscan una vida digna movidos por la misma pobreza y la humillación a la que fue sometida la población por el fraude electoral. Pero que Trump cierre las fronteras nos hace sentir que hay que seguir luchando.

¿Y cómo?

J.L: A mí, mi experiencia me dio fortaleza para integrarme en las organizaciones y defender el derecho de la población, el derecho de expresión de las mujeres y levantar su espíritu, porque nosotras sí podemos salir adelante. Me motivó a continuar trabajando para que otras mujeres no emigren, sino que nos quedemos en nuestro pueblo y lo levantemos con ayudas internacionales. Nuestro actual plan de trabajo es desarrollar talleres con jóvenes para que, en lugar de irse a otros países, fortalezcan sus espacios en su propia comunidad y defiendan su derecho y su dignidad. Es cierto que en Guatemala tenemos una amenaza sobre nuestros territorios y que nuestros pueblos son perseguidos a causa de intereses económicos como el cultivo de caña de azúcar y palma. Pero en abril de 2016 hicimos una caminata de doce días en defensa del agua y del territorio y se nos unieron otras organizaciones. Todo eso nos motiva para continuar nuestra lucha.