'El Pulpo' completa su condena por la mayor masacre ocurrida en la comarca pontevedresa

José Manuel Rodríguez Lamas seguirá, no obstante, en prisión otros dos años más por una agresión a otro recluso en noviembre de 2002 ►Este miércoles se cumplen 25 años de un espeluznante crimen que acabó con la vida de cuatro personas y dejó con graves secuelas a una quinta
José Manuel Rodríguez Lamas, El Pulpo, trasladado a los Juzgados de Cangas en 1997. M. VIDAL
photo_camera El asesino trasladado a los Juzgados de Cangas en 1997. M. VIDAL

Aquel domingo 26 de enero de 1997 quedó registrado en la historia negra de la comarca como la fecha de la mayor masacre jamás perpetrada: cuatro asesinatos, un malherido y varios involucrados, con José Manuel Rodríguez Lamas El Pulpo erigido en el gran sicario del Hostal La Ría de Vilaboa, que meses después cambió de nombre para que dejaran de asociarlo a tan horrendo crimen.

El autor material de aquel crimen múltiple, del que este miércoles se cumplen 25 años, lleva recluido en la prisión de A Lama desde 1997, cuando fue detenido tras un intenso tiroteo con la Policía en Vigo, cerrando un periplo que inició entonces en el penal pontevedrés y le llevó por Villabona (Asturias), León, Ibiza y Teixeiro, entre otros.

En mayo de 1999 fue condenado a 125 años de prisión, pero pudo beneficiarse de la doctrina Parot y dejar en 25 años el total de su condena, que expira precisamente esta primavera.

La matanza tuvo su origen en unas desavenencias entre 'El Pulpo' y su amigo hasta entonces Roberto Iglesias Domínguez, quien, a finales de 1996, encañonó a su colega para reclamarle 90.000 pesetas

Sin embargo, Rodríguez Lamas todavía no podrá disfrutar de la soñada libertad, puesto que una vez finalice la pena por la brutal matanza de Vilaboa, comenzará a computar otra de dos años por un delito de lesiones, fruto de la agresión a un interno ocurrida el 11 de noviembre de 2002. Es decir, no abandonará la prisión hasta 2024, cuando ronde los 57 años de edad.

Mientras, El Pulpo aguarda la extinción de su condena "como un recluso más, pasando totalmente desapercibido", señalan fuentes penitenciarias.

Su comportamiento en este tiempo ha sido "relativamente bueno, sin montar follones importantes, salvo los lógicos enfrentamientos que ocurren dentro de una cárcel", lo que le ha permitido disfrutar del segundo grado, al que se opta una vez cumplida un cuarto de la condena y que le ha reportado permisos esporádicos de varios días de duración.

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Aunque no ha trascendido el destino exacto de sus estancias fuera de prisión, algunos testigos afirmaron haberlo visto por la ciudad de Vigo y sus alrededores.

Un privilegio que se truncó en enero de 2020. El protocolario cacheo descubrió una conexión de Rodríguez Lamas con las drogas, lo que provocó la inmediata suspensión de los permisos y su traslado al penal de Teixeiro, donde se encontraba.

EL CRIMEN. La espeluznante carnicería tuvo su origen en las desavenencias surgidas entre El Pulpo y su (hasta entonces) buen amigo Roberto Iglesias Domínguez, quien, a finales de 1996, encañonó a su colega para reclamarle 90.000 pesetas. Este se las dio, pero juró que en su próximo encuentro saldaría la afrenta con su muerte.

El Pulpo sabía que su amigo solía ir a comprar droga al Hostal La Ría, en Vilaboa, a una habitación alquilada desde hacía medio año por Jesús Brea (Suso) y Mercedes Castaño (Merchy).

Así que, armado con una pistola y un silenciador, se personó aquel domingo para hacerle la espera a Roberto. Durante las tres horas de guardia, su amigo Carlos Ramos –que acudió también armado para participar en el ajuste de cuentas– intentó disuadirle sin éxito, porque nada más entrar el joven pontevedrés y su amigo José Manuel Pazos Torres por la ventana de la habitación (como solían hacer cada vez que iban a pillar), el sicario les recibió con dos disparos que no llegaron a alcanzarles.

Se inició entonces una tensa discusión y, en un momento dado, Roberto intentó quitarle la pistola a El Pulpo, a lo que este reaccionó pegándole dos tiros y acabando en el acto con su vida.

Junto a Rodríguez Lamas también fue condenada Nuria Esther Arcas, a 15 años de prisión por encubrir al criminal

Suso y Merchy tenían gran cantidad de clientes, lo que explica que en aquella habitación de La Ría hubiesen coincidido varios testigos incómodos. Rodríguez Lamas quiso involucrarlos en el asesinato y obligó a Suso y a Manuel Pazos a clavarle varias puñaladas al cadáver. Otro de los presentes, Marcial Magdalena, se encargó de embalar el cuerpo y hacerlo desaparecer.

Pero a El Pulpo no le pareció suficiente implicación y en la madrugada del lunes 27 decidió cortar por lo sano cualquier posible chivatazo. Le puso el silenciador a su arma y empezó por Suso, de 32 años, cuyo cadáver apareció sobre la cama; Merchy, de 29 años, intentó huir y acabó tiroteada junto a una puerta corredera; y Eugenio Riobó, de 31 años, que tan solo había acudido a por su dosis diaria de droga, acabó también con un disparo en la cabeza. Sus cadáveres fueron descubiertos el lunes por una pareja de consumidores.

Allí estaba también Alberto Piñeiro, de 26 años, con un disparo que le atravesó el cráneo y a quien El Pulpo dio por muerto, pero milagrosamente pudo salvar su vida. El día del juicio en la Audiencia, el joven fue incapaz de reconocer a su agresor ni a los otros cinco acusados, porque además de estar ciego, perdió la memoria tras el impacto.

Marcial Magdalena, por su parte, se libró de la matanza al decidir esconderse en un armario, que solo abandonó cuando todo había pasado.

Junto a Rodríguez Lamas, se sentaron en el banquillo Nuria Esther Arcas, que fue condenada a 15 años de cárcel por encubrir a Rodríguez Lamas y darle refugio en el piso que compartía junto a su novio, Carlos Ramos, fallecido en prisión. Fueron absueltos José Vilar, Marcial Magdalena, José Manuel Pazos y Manuel Crescencio porque actuaron "por un miedo insuperable para salvar sus vidas".

Sorprendente defensa. El asesino declaró en el juicio que no había matado a nadie

Portada Diario de Pontevedra José Manuel Rodríguez Lamas, El PulpoSabiéndose carne de prisión, El Pulpo agotó hasta el último momento sus opciones de jugar al gato y al ratón, primero con la Policía y después con la Justicia. Nunca accedió a colaborar, ocultó durante ocho años el lugar donde había escondido el cadáver de Roberto Iglesias y se enfrentó al Tribunal en la primera sesión del juicio (lo que le valió la expulsión de la sala).

Al día siguiente, Rodríguez Lamas estuvo más dialogante y respondió a todas las preguntas, pero sorprendió a propios y a extraños al plantear una extrategia tan extraña como rocambolesca. Reconoció que estuvo esa trágica noche en el Hostal La Ría pero negó haber matado a nadie, porque solo estuvo unas horas para adquirir cocaína y después se fue.

Achacó a sus compañeros de banquillo una burda conspiración para imputarle el cuádruple crimen e incluso sostuvo que Roberto Iglesias "es un buen amigo que sigue vivo porque me lo dijo en A Lama Felipe Sánchez da Cruz", un pontevedrés con un amplio historial delictivo, cuya versión fue descartada por los investigadores "por su falta de seriedad".

Sobre las armas con las que se enfrentó a la Policía -las mismas utilizadas en la masacre-, El Pulpo dijo que no eran suyas, sino de una persona que ya había fallecido.

Cuando llevaba ocho años de prisión, al criminal le pudo el remordimiento -eso dijo- y contactó con el policía que le había detenido para revelarle que había escondido el cuerpo de su amigo Roberto en un pozo de San Salvador de Cristiñade, en Ponteareas.