Susana Pedreira: "Sin la radio hubiera sido psicóloga"

A xornalista e presentadora de Onda Cero fala da "súa doce relación" coa cultura e o futuro do xornalismo
photo_camera La periodista y presentadora de Onda Cero habla con Rafa Cabeleira de su "dulce relación" con la cultura y el futuro del periodismo.

Cuando entro a los estudios de Onda Cero y me encuentro con Susana Pedreira siempre dedico un segundo a pensar que, por suerte, todavía quedamos algunos románticos. La radio es el único medio que nos ofrece la posibilidad de cerrar los ojos sin incurrir en un posible delito de desatención, y ese es un lujo al que solo los necios, los idiotas y los cobardes estarían dispuestos a renunciar.

Cerrar los ojos en presencia de Susana es mitad costumbre, mitad devoción, pero la ocasión me obliga a romper con los viejos protocolos y lo primero que digo es una soberana tontería: "Hueles muy bien". No ayudan los nervios, esa sensación de papeles intercambiados, de debutar con picadores en presencia de Manolete. "¿Que sería de Susana Pedreira sin la radio?", le pregunto por abrir senda y salir del paso. "Psicóloga", contesta ella casi de inmediato. Y sé que no miente porque Susana, cuando no es sincera y esquiva la verdad, empieza a hincharse como un pez globo y se muere.

Se trata -intuyo- de un plan b, de una especie de relato alternativo por si el mundo implosiona de repente y todas las emisoras de los dos hemisferios saltan por los aires. Porque nuestra invitada en esta nueva edición de Conversas na Uvi no contempla un futuro alejada de los micrófonos, heredera natural de una estirpe formidable de mujeres que dejaron -y siguen dejando- su impronta personal Conversas na UVIen un medio tan particular como el de la radio. Bajando un poquito la voz, como si le diese algo de vergüenza lo que está a punto de decir, nos cuenta que de pequeña quiso ser como Julia Otero, pero también cabría preguntarse lo contrario: si Julia Otero, de pequeña, no habría querido ser como Susana Pedreira. Y este es el tipo de cosas que conviene no decirle en público, quedan avisados: Susana nunca escatima a la hora de denunciar el peloteo o, todavía peor, el servilismo.

A veces pienso que ni siquiera es consciente de su poder de incrustación, como si el alcance de la audiencia terminase en su propia capacidad de autocrítica, su fiel Lorena Páramo y el control de sonido. Las voces de la radio son lo que un buen amigo mío define como "ganzúas de terciopelo", el instrumento preferido de cualquier ladrón de guante blanco para colarse en tu casa y dejarte en calzoncillos: son familia, en definitiva. Hace unos años tuve la fortuna de conocer a Gemma Nierga y en lugar de darle dos besos, como una persona normal, estuve a punto de entregarle directamente la cartera. Algo similar me pasó con Eugenio Giráldez, al que terminé llamando papá. Con Susana ya son miles los que deben sentir ese lazo afectivo tan imponente, aunque muy pocos los que se atrevan a confesarlo, si acaso algún antiguo redactor o algún columnista de nueva generación en esta misma casa.

La charla avanza y nuestra protagonista nos va contando sus impresiones sobre el presente y el futuro del periodismo sin apenas ajustarse la mascarilla. También sobre su particular relación con el poder político, su dulce coalición con el mundo de la cultura y su inseparable Mercedes Corbillón, que es como un programa de radio y un podcast sobre libros en sí misma. Incluso de la sana rivalidad que a menudo se establece con los medios rivales, con la competencia, y de la motivación que supone para una joven periodista enfrentarse a las voces más clásicas, más enraizadas de la ciudad. Charlamos sobre redes sociales, sobre burbujas que poco o nada tienen que ver con la realidad, sobre feminismo, sobre irse a Madrid... Y sin apenas darme cuenta, el tiempo decretado para el encuentro se ha evaporado, así que tengo la sensación de haber desaprovechado a media Susana, como cuando intento pelar una naranja con navaja, por hacerme el chulito, y termino cortándola por la mitad y con dos prendas más camino de la lavadora.

"Me parece que gesticulo mucho, que braceo demasiado", se enfada Susana consigo misma mientras nos despedimos hasta la próxima ocasión: es el tipo de preocupación que uno debe esperar, siempre, en una perfeccionista de la radio. ¿Cómo no adorarla?