Rafael Zas Arregui: "Tenemos un sector agrario y forestal en una situación muy delicada"

Doctor en Ingeniería de Montes y científico en la MBG desde hace 15 años, Zas Arregui repasa la importancia de un centro de investigación clave para abordar "los retos a los que nos enfrentamos", empezando por el cambio climático, el abandono del rural, las plagas importadas o la invasión de especies exóticas, "que hacen muchísimo daño"
Rafael Zas Arregui. DAVID FREIRE
photo_camera Rafael Zas Arregui. DAVID FREIRE

CINCO MESES después de ocupar oficialmente el cargo tras once meses de forma provisional, el director de la Misión Biológica de Galicia (MBG), Rafael Zas Arregui (Santiago de Compostela, 1971) hace balance de la historia y los retos de futuro de este importante centro de investigación, en el que compagina el cargo con la dirección del grupo Genética y Ecología Forestal, "con una dedicación un poco menor, porque la dirección me roba mucho tiempo". El organigrama de la MBG, integrada en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), se completa con dos vicedirecciones científicas, que ocupan Serafín González en la sede de Santiago y Pablo Velasco en la de Pontevedra, y una vicedirección técnica, encargada de coordinar las actividades de internacionalización, transferencia y divulgación, en manos de Pablo Peón.

Precisamente en torno a la divulgación, el CSIC desarrolla este mes un amplio programa de actividades para el público en general y para el escolar en particular. ¿Son imprescindibles campañas como esta para que se conozca lo que hacen en espacios como este?
Creo que es muy importante que demos a conocer nuestra actividad en la sociedad. Primero porque somos un centro de investigación pública, pero sobre todo es darle sentido a lo que hacemos, mejorar el conocimiento que tenemos sobre los sistemas agrarios y forestales. Si eso no se transmite al sector productivo y a las empresas, pero también a la sociedad en general, nuestro trabajo quedaría sin concluir.

¿Es conocida la MBG?
Bueno, cada vez lo es más, pero pasaba desapercibida. Era un centro más pequeño, pero ahora es más grande y hace una actividad relevante a nivel científico y de transferencia. El problema de visibilidad es menor, pero cuanto más cercanos estemos a la sociedad, en particular a Pontevedra ciudad y provincia, mejor.

La MBG tiene dos departamentos y 15 grupos de investigación. Si tuviera que explicarle a alguien que no sabe qué se hace aquí, ¿qué le diría?
Esto es un centro de la institución de investigación más importante que hay en España, que es el CSIC, focalizado en la investigación en ciencias agrarias, forestales y ambientales. Nuestro objetivo número uno es aumentar el conocimiento sobre estos sistemas y, con ello, intentar tener conocimiento certero para abordar todos los retos a los que nos enfrentamos, que no son pocos en estos sectores. Especialmente en el contexto de cambio global, de cambio climático, de abandono del rural, de invasión de enfermedades, etcétera. Generamos conocimiento usando el método científico para poder dar respuesta a esos problemas.

La Misión Biológica nació hace un siglo en un contexto en el que el mundo agrario en Galicia tenía mucha más presencia que en la actualidad. ¿Cambió mucho el contexto en el que trabajan?
Desde luego el panorama agrario y forestal ha cambiado mucho en estos cien años. Los problemas son distintos y probablemente son mayores. Tenemos un sector agrario y forestal en una situación muy delicada, por un mundo globalizado, donde la competitividad es determinante y que está sometido a muchísimos nuevos estreses que no había antes, asociados al cambio climático, a la contaminación, los incendios forestales, invasiones biológicas, plagas exóticas... Es un contexto que nos genera muchas complicaciones que tenemos que intentar resolver. Y el conocimiento que hay todavía es muy limitado. Ahí está nuestra labor: contribuir un poco para mejorar el conocimiento y enfrentarnos a esta nueva situación.

Los cereales centran dos de las actividades del programa del CSIC vinculadas con la Misión. ¿Son los cultivos que más investigan aquí?
Pues realmente no. Hay un grupo muy importante trabajando en maíz. Hay un pequeño grupo trabajando en cereales, avena principalmente, pero no es el principal. Trabajamos en maíz, leguminosas, brásicas, especies forestales, en suelos... Otros son más teóricos y trabajan en biología computacional. Y va a haber nuevos grupos trabajando en relación a ecología del paisaje e incendios forestales.

¿Estas serían las novedades a corto plazo en el centro?
Hay nuevas incorporaciones, sí. En los últimos años está habiendo unas cuantas, que van a abordar nuevas líneas de trabajo, entre las que se encuentran los incendios forestales y la ecología del paisaje como herramienta o fuente de conocimiento para abordar el problema de los incendios. Es una apuesta por estas nuevas líneas.

¿Se van a crear nuevos grupos de investigación?
Sí, tanto aquí como en Santiago.

Se cumplen ahora dos años desde que se integró el Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia (IIAG) en la MBG. ¿Cómo valora esta integración?
La valoro positivamente. La suma de los dos centros nos hace más fuertes, más visibles, más atractivos... Ser un centro atractivo es muy importante, sobre todo para captar talento, y eso se está viendo con estas nuevas incorporaciones, que son un síntoma de éxito. La cosa pinta bien, sin que eso quite que es una complicación añadida a la gestión de la dirección.

¿Las instalaciones son suficientes, están actualizadas...?
En Santiago hay un edificio propio del CSIC, unas instalaciones estupendas, con mucho espacio. Aquí en Pontevedra tenemos unos edificios un poco antiguos y con ciertos problemas de funcionalidad, especialmente con estos temporales..., que convendría mejorar. Pero las instalaciones son adecuadas, aunque quizás el espacio es limitado con el crecimiento que se prevé.

¿Cómo los ven en el CSIC, desde Madrid, aquí en la periferia?
Pues creo que cada vez mejor. Antes nos veían regular. Éramos muy pequeñitos y estábamos muy lejos y muy esquinados, tanto en Santiago como aquí. Ahora somos mucho más visibles para el CSIC. Somos más fuertes y la actividad que desarrollamos es más importantes, al haber incorporado gente joven con mucho talento.

¿Cuántas personas trabajan en la Misión Biológica?
Unas 150 personas entre las dos sedes. Es una cifra variable porque hay entradas y salidas de estudiantes de fin de grado y de máster, de doctorandos, personal técnico e investigador contratado para proyectos posdoctorales, visitantes extranjeros de centros, universidades...

¿Qué superficie tiene?
Once hectáreas, dedicadas a fincas experimentales, salvo una pequeña parte de carballeira. donde se hacen los trabajos de campo asociados a la investigación. Y tres edifi cios en uso.

Uno de los proyectos divulgativos más destacados es BioMisión. ¿En qué consiste?
Es un trabajo que intenta poner en valor una de las actividades importantes que hacemos aquí, que está relacionada con la gestión de los recursos fitogenéticos de nuestros cultivos agrarios. Especialmente los recursos locales y tradicionales. Eso es parte de nuestra investigación diaria. En este proyecto hay una sinergia con el mundo de la gastronomía de alto nivel y de la formación para intentar revalorizar todavía más las variedades genéticas locales de los cultivos en el mundo gastronómico. Están involucrados Javier Olleros, del Culler de Pau, y el CIFP Carlos Oroza. Es un proyecto financiado por la Fecyt (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) de muy poca envergadura económica pero con muchísima actividad y difusión en la sociedad. Es un balance muy positivo.

¿Qué investigaciones de las que tienen en marcha destacaría?
Me costaría resumir la actividad de 15 grupos trabajando en temas muy distintos, pero como paraguas común está mejorar el conocimiento de los estreses a los que están sometidos nuestros sistemas agrarios y forestales, en este contexto nuevo. Tanto a nivel de plantas, como de suelos o del ecosistema en general. Hay estreses bióticos, como plagas y enfermedades, que cada vez hay más, por dos problemas principales: el cambio climático y, especialmente, el cambio global, que hace cada vez aparezcan más enfermedades que no son de aquí en nuestros cultivos o más plagas. O las especies exóticas, que hacen muchísimo daño, tanto en cultivos agrarios como en especies forestales. A nivel sanitario hay un problema grande y mucha de la actividad que se hace aquí está relacionada con eso. Y después está el estrés abiótico, relacionado con el propio cambio climático. Otro de los pilares fuertes del centro es la gestión de recursos genéticos.

¿En qué consiste?
Es la gestión de recursos genéticos, la mejora de cultivos o el registro de variedades para su transferencia al sector primario. Los investigadores estudian la variabilidad genética de los cultivos, identifican variedades de interés o desarrollan por procesos de mejora genética variedades que después se registran para transferirlas a los viveros para que las puedan cultivar los agricultores. Se registra el conocimiento. Es el caso del millo corvo o la faba de Lourenzá. Es el fruto de un trabajo de investigación largo sobre los recursos genéticos que permiten identificar una variante con propiedades concretas que funciona en determinados sitios.

Sería todo lo contrario a la globalización.
Sí. [La agricultura] funciona a dos niveles. Uno de producción a lo bestia, que puedes tener un híbrido de maíz que se planta en todo el mundo, o puedes tener una variedad local con un interés casi tradicional o de conservación. Y ahí toda la escola. Son los guardianes de las esencias agrarias. Guardianes por un lado y descubridores por otro. A veces mucho del trabajo que se hace aquí es averiguar qué hay y localizarlo. Mucha de la actividad que se hace aquí tiene que ver con el desarrollo del sector vitivinícola en Galicia, con variedades que estaban en desuso o se habían perdido. Se recuperan, se ponen a punto métodos para saber identificarlas genéticamente, se estudian métodos de trazabilidad... También se están identificando variedades de olivo diferentes a las que están en el mundo productivo actual y que pueden tener mucho interés para recuperar el sector olivícola aquí, porque se sabe que son adaptadas al clima y al suelo. El corolario aplicado a nuestra actividad es, sin duda, impulsar la producción. Nuestro objetivo principal es generar conocimiento, pero a la vez, intentar que sirva para progresar.

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