Sesenta años de polémica convivencia

OS PRACERES ▶ Bajo la fábrica está la playa. Lo saben los vecinos del barrio en donde se ubica Ence, que recuerdan los años en los que un inmenso arenal marcaba la línea que separaba la tierra del mar. Para muchos vecinos, la pastera sigue emitiendo olores, sobre todo por las noches, y estropea el paisaje de la parroquia, aunque da puestos de trabajo

Un paseante camina por delante de las instalaciones de Ence en Lourizán. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Un paseante camina por delante de las instalaciones de Ence en Lourizán. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

La convivencia es difícil. En el caso de Ence y el barrio de Os Praceres, esta frase hecha es más que una realidad que se palpa en cualquier conversación que tenga lugar en los parques, las plazas o los bares del barrio. "Política, todo política", resume el cura de la parroquia poco antes de la misa. Escépticos, ni los partidarios ni los opositores de la permanencia de la pastera creen que el lugar recupere su aspecto anterior a los rellenos de la ría y la construcción de la fábrica.

"Aquí debaixo estaba a praia", señala Carmen Pesqueiras con el índice hacia el extremo de la plaza de Os Praceres más próximo al mar. Esta vecina de Estribela va frecuentemente a la iglesia de Lourizán para ir a misa y todavía recuerda cómo se bañaba en el lugar siendo una niña. "Dende aquí ata a Granxa de Montero isto era unha praia preciosísima e chea de marisco", explica. "Pareceríame moi ben que a levasen de aquí", añade refiriéndose a la pastera.

Otro de los vecinos del barrio, Andrés Rosales, es tajante: "A min Ence só me trae prexuízos, a miña irmá é mariscadora e ten que vender o marisco por catro pesos, mesturándoo no medio do outro porque o dos Praceres non o quere ninguén; iso é unha vergoña". Del mismo modo, reconoce que para los trabajadores de la empresa la situación es complicada porque Ence es su fuente de ingresos, "pero para a parroquia nunca fixo nada, nin pagou festas, nin adecentou o barrio", cuenta Rosales, que pasea en bicicleta por la parroquia. "Vou dar unha volta pero por diante da fábrica evito pasar porque esas chemineas botan un fume que non quero nin saber o que leva", se queja.

Más cerca de la pastera, en el entorno más próximo a su recinto, las opiniones son encontradas. Un estrépito de ruidos de fondo provocados por la actividad de la factoría son el hilo musical diario del pequeño núcleo de viviendas más próximo a la misma. Pese a ello, la mayoría de los vecinos han tenido o tienen alguna relación laboral con la empresa y evitan hacer comentarios negativos sobre ella. "Se pechan Ence onde vai traballar a xente nova de Pontevedra?", se pregunta uno. "Este non é o mellor lugar para unha fábrica", reconoce otra vecina, que prefiere no dar su nombre. "Por min que recuperen a praia, pero iso non o verei eu", añade.

Ana, también de Lourizán, se queja de la cantidad de serrín que barre a diario y que llega a su casa desde la fábrica con la brisa del mar. "Agora non cheira moito, ao ruido xa me afixen, pero a cantidade de "serrín" que teño que varrer cada día moléstame moitísimo", cuenta mientras recuerda todos los perjuicios que le causó la fábrica a lo largo de su vida. «Eu nacín aquí e recordo estar sentada nun muro que daba a unha praia cheíña de camaróns; nunha cana enganchabámolos como cebo e pescabamos de todo", cuenta. De aquella imagen idílica a las vistas que tiene ahora desde el balcón de su casa la realidad ha cambiado mucho. Un montón de chimeneas de acero, metales y naves industriales tapan todo el contacto con el mar desde su casa. "As vistas xa me dan igual, pero cando aínda estaba Elnosa e traballaban con cloro adoitaba haber fugas e queimáronsenos moitas árbores e cultivos por culpa daquelas nubes tóxicas; era terrible", recuerda la vecina.

Cualquier tarde es habitual ver caminando a personas por el paseo que discurre paralelo a la ría, la PO-11 y la propia pastera. "Se está prexudicando á ría o mellor é que a quiten, aínda que entendo que hai moitos postos de traballo en xogo", explica Faustino Cabaleiro, que opta por el traslado de la fábrica como la mejor opción.

"A mí me afecta por la calidad de vida, la piel, el asma... Por no hablar de la imagen de la parroquia y lo bien que estaría este barrio abierto al mar, como era antes", cuenta un vecino que prefiere no decir su nombre. Y es que en Lourizán las posturas están polarizadas y a veces guardar silencio evita una discusión con el vecino. Son muchos los que trabajan en la fábrica y prefieren no hacer comentarios o defienden abiertamente su permanencia.

Pero Carmen Pesqueiras, que llega media hora antes de que comience la misa, no puede sacarse de la cabeza la imagen de la ría antes de la llegada de Ence. "Xa levan aquí 60 anos, penso eu que xa lles chegou de foliada, ou non?", dice antes de entrar en la iglesia.