"¿La tercera dosis? Estamos deseando hacer vida lo más normal posible"

Los usuarios de la Residencia de Maiores de Campolongo, con nuevo director, recuperaron la alegría tras meses de restricciones
Juan José López, director del centro, saluda a una usuaria y a una cuidadora. GONZALO GARCÍA
photo_camera Juan José López, director del centro, saluda a una usuaria y a una cuidadora. GONZALO GARCÍA
"¿La tercera dosis? ¡Hoy mismo si fuera posible! Va a significar más seguridad para todos y estamos deseando hacer vida lo más normal posible", explica el nuevo director de la Residencia de Maiores de Campolongo, la única de titularidad pública de la ciudad, Juan José López Peña.

Lo cuenta a las puertas del centro, donde charla y bromea en un ambiente distendido con varios residentes que entran y salen de forma autónoma, ya sea a pasear o a tomar un café con churros al que a veces lo invitan. Ellos también están deseando ese pinchazo que los protegerá todavía más frente al coronavirus y que no tardará en llegar, pues Sanidade anunció horas después que a partir del miércoles la administración de la tercera dosis de la vacuna se generalizará en las residencias de mayores de toda Galicia.

"En general aquí todo el mundo ha tenido un comportamiento ejemplar, y ha sido duro", subraya López Peña, quien llegó a Campolongo el pasado mes de julio. "Creo que otra generación no va a ser capaz de aguantar lo que han aguantado ellos. Estar aquí tres meses sin salir, en habitaciones dobles... Nos han dado un ejemplo de fortaleza y buen ánimo. Han aceptado las pequeñas restricciones de espacios, las limitaciones, no se han quejado para nada".

Generosa sale a dar un paseo tras charlas con María y Salvador. GONZALO GARCÍA
[Generosa sale a dar un paseo tras charlas con María y Salvador. GONZALO GARCÍA]

La plantilla, que hace turnos para cubrir las 24 horas, está formada por más de 90 profesionales que atienden a 85 residentes. "Esta es una residencia mixta: tenemos gente válida y dependiente", explica. Los primeros son autonómos y "entran, salen, tienen sus horarios. Nosotros hacemos una labor de apoyo. Hay un factor importante de cuidado de la salud y de la dependencia, del progresivo deterioro que se produce con la vejez. Son personas que no pueden vivir solas o no tienen recursos o familia, pero son independientes". Para usuarios como ellos sí quedan plazas libres, "pero no hay peticiones" y, por el contrario, "sí es verdad que hay una lista de espera amplia de personas dependientes", como las que ocupan otras dos plantas.

Estas "tienen más necesidades, caminan con andador o están encamadas; son absolutamente dependientes y necesitan cuidados las 24 horas". En este caso, señala, "poco a poco iremos incorporando nuevos residentes una vez que volvamos a la normalidad".

PROTOCOLO. Una normalidad que se resiste, pues todavía quedan habitaciones reservadas para aislar a pacientes contagiados de covid-19 en caso de que se produjera algún caso, y también se sigue al pie de la letra el último protocolo dictado por la Xunta, el pasado mes de junio, cuando se aliviaron las prohibiciones. "Todo el mundo hace su prueba al volver –de pasar unos días con sus familias–, tenemos cribados aleatorios, semanales, PCR... Para todos", también el personal. Y todos con mascarilla. "Nos hemos adaptado muy bien. El mayor problema es lo que rompe la vida cotidiana, esas restricciones que impiden estar todos juntos" y que obliga a "compartimentar servicios, hacer dos comedores y la comida no sale lo bien que debería... Ha sido un problema de organización importante, pero no en cuanto a la convivencia, el mérito es suyo".

Precisamente la comida es lo único que no le convence de la residencia a Mercedes Davila, de casi 90 años, ("estoy en lo mejor de la juventud"), una habladora mujer llegada hace dos años y medio, aunque vivió lo más duro de la pandemia con su familia, en Vigo, al coincidirle el cierre en unos días de visita. "Es un hotel de cinco estrellas", dice destacando "el cariño del personal y la limpieza" mientras el director, al que se refiere como "el jefe de la tribu", admite que "sí hay que mejorar muchas cosas". A su lado, y con una complicidad evidente, también para vacilarse, está su compañera Dina Martins, que ya cumplió los 91 y todavía conserva su originario acento brasileño aunque llegó a España en 1967.

En otro corrillo están Generosa González, ourensana de 81 años ("agora temos algo máis de alegría, que aínda que sexa de ouro, a prisión é unha prisión", dice en alusión al confinamiento), Salvador Brea (Marín, 82 años) y María Moreira (Domaio, 82), la más "novata" del grupo.

Generosa sale a dar un paseo tras charlar con María y Salvador. GONZALO GARCÍA
[Generosa sale a dar un paseo tras charlar con María y Salvador. GONZALO GARCÍA]

Para el director "está siendo una experiencia magnífica", pues pone por delante su "vocación de servicio" y que su trabajo "pueda repercutir sobre otras personas". Elogia el trabajo de sus antecesores, especialmente de María Teresa Caneda, quien "se comió el confinamiento, que fue durísimo para todos". La convivencia con los residentes es "divertida" y llena de aprendizaje. "Están al final del camino y esto tiene que seguir mereciendo la pena hasta el último día".

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