Turco-holandeses, gallegos y heroína

Turquía y Holanda son los países clave para los que se dedican a traficar con heroína en el Viejo Continente. El papel de los gallegos en esta red sería coordenar el final del trayecto
Detención del turco Sabdullah Unnu. DP
photo_camera Detención del turco Sabdullah Unnu. DP

EL NEGOCIO DE la heroína es cosa de turcos. "Allí, si hablas, te matan". Así se defendió el emisario otomano que viajaba a España para cobrar las partidas de droga que, procedentes de los Países Bajos, se introducen en distintos puntos de la Península. Lo hizo durante el juicio procedente de la operación Suppo-Roquefort. El Grupo II de la Udyco de Pontevedra fue el encargado de desmantelar, al menos de forma provisional, la red delictiva liderada por el vilanovés Francisco Javier Janeiro, Javillo, uno de los grandes importadores gallegos de caballo en el siglo XXI. La sentencia se conoció hace apenas unas semanas, justo cuando el narco volvía a caer en manos de la Policía relacionado, una vez más, con un pez gordo de la heroína turca: Sabdullah Unnu, alias 'Nicol'.

Los lazos entre gallegos y turcos vienen de lejos. Más de 40 años, opinan los especialistas. Y el sistema sigue siendo, en esencia, el mismo. El exportador fía al gallego (o a un importador de otro punto de España en el que tenga confianza) una importante cantidad de droga, que oscila entre los diez y los 100 kilos, incluso más en contadas ocasiones. El receptor de la mercancía organiza la recogida de las sustancias estupefacientes en un punto determinado, casi siempre en los Países Bajos (cuya legislación y fuerzas de seguridad son muy pasivas al respecto), la transporta hasta la Península y la vende. Por último, el capo turco envía a una o dos personas a Madrid, que, con una periodicidad de entre uno y dos meses, recibe maletas con miles de euros. El negocio ha sido redondo para ambos, pues el español compra barato y vende muy caro.

El último precedente conocido se produjo en las provincias de Pontevedra y Ourense, donde cayó por última vez Javillo al tiempo que lo hacía el citado 'Nicol', uno de los mayores capos europeos del siglo XXI que estaba en horas bajas y había optado por hacer personalmente las entregas para evitar riesgos. La Brigada Central de Estupefacientes le seguía los pasos hasta que le atrapó con siete kilos de heroína que, presuntamente, iba a suministrar al vilanovés para continuar con el negocio. Fue arrestado en el peaje de la AP-9 de Curro en un operativo con participación del Greco Galicia. El turco, vinculado con alijos que suman más de 300 kilos de caballo en los últimos años, tomaba toda clase de precauciones. Sin embargo, los responsables de la Sección de Heroína consiguieron capturarle.

La reciente detención de Sabdullah Unnu y el nuevo arresto de Javillo dejan claro que el negocio vuelve a florecer en la Península

Este no es, sin embargo, el sistema tradicional, que sí quedó reflejado en el operativo Suppo-Roquefort que compartió protagonistas (Javillo y su esposa fueron condenados en el Supremo al tiempo que eran detenidos de nuevo en Galicia), pero no modus operandi. En aquel caso, gallegos y turcos se reunían para sellar los acuerdos, los segundos ponían los alijos en los Países Bajos para que la recogiesen los primeros y éstos viajaban a Madrid para entregarles el dinero.

Suppo-Roquefort se saldó con ocho condenados, de los cuales tres son turcos con pasaporte holandés y otros cuatro gallegos, afincados en tres de las cuatro provincias.

EL ENTRAMADO. El entramado era sencillo. Javillo, que necesitaba heroína para suministrar a sus numerosos clientes gallegos y portugueses, contaba con un colaborador muy cercano en Ferrol y con un transportista con capacidad para viajar por Europa con su camión sin levantar sospechas. Además, disponía de su esposa como tapadera a la hora de realizar viajes (que aparentaban ser 'de familia') y tenía contactos directos con al menos tres súbditos turco-holandeses con los que negociaba precios y a los que pagaba cuando conseguía el plusvalor de la droga.

La Udyco, que seguía los pasos de Javillo (que, con esa, cuenta con dos condenas por tráfico de drogas y está en prisión a la espera de un tercer juicio), obtuvo, a través de seguimientos e intervenciones de las comunicaciones, los datos necesarios como para conocer el funcionamiento de la red de principio a fin. Era de manual. Lograron fotografiarle en encuentros con los turcos, tanto en Galicia como en céntricos hoteles de Madrid, donde acudía a pagarles, y acumularon datos que les sirvieron para interceptar uno de los camiones que, conducido por el citado transportista afincado en Moraña, regresaba de los Países Bajos con diez kilos de heroína. Consiguieron seguirle hasta la capital de España cuando los turcos le reclamaban el dinero y, gracias a ello, pudieron detener al otomano, que no solo venía a recaudar los ilícitos beneficios de sus negocios con Galicia, sino también del resto de España, de Italia y de Holanda, según reconoció ante la Audiencia Nacional en el juicio.

El turco nunca recibía el dinero directamente del gallego, sino que lo hacía a través de un compatriota suyo que hacía de intermediario. Cuando fue detenido tenía 200.000 euros en la habitación del hotel en billetes de 20, 50 y 100. Su papel era recogerlo, normalmente ya empaquetado, y llevárselo clandestinamente a su país para entregárselo a su jefe. Y así se cerraba el círculo.

Las redes dedicadas al tráfico internacional de heroína operan por toda Europa. En la Península Ibérica, los puntos calientes en cuanto a la distribución están en Barcelona, Sevilla, Madrid y Galicia/Norte de Portugal.

Ello hace que tengan que ser los servicios centrales quienes, en muchas ocasiones, coordinen los operativos. La Brigada Central de Estupefacientes y la Udyco Central tienen un papel clave, como quedó reflejado en el más reciente operativo que concluyó con el ya conocido arresto del capo turco Sabdullah Unnu a las puertas de O Salnés.

En cuanto a Javillo, su esposa y los individuos que colaboraron con él en aquel momento, la mayor parte de ellos resultaron condenados. Fue absuelto, eso sí, el segundo chófer del camión que viajó en busca de la droga a los Países Bajos, después de declarar que nada supo de la carga de las sustancias ni de los negocios ilícitos de su acompañante.

La AN impuso ocho años de cárcel al arousano y a su principal socio ferrolano, entre seis y siete años para los tres turcos que pudieron ser localizados, entre ellos el que acudía a España a recoger el dinero, seis años para el conductor del camión, vecino de Moraña, y tres años y medio para la esposa del capo.