Veinte años sin la 'mili de los quintos'

El servicio militar obligatorio se suprimió, gracias a la presión de CiU, el 9 de marzo de 2001 
Reclutas en el antiguo cuartel de San Fernando, en 1974. ARCHIVO DP
photo_camera Reclutas en el antiguo cuartel de San Fernando, en 1974. ARCHIVO DP

Detrás de la mili hay multitud de historias de todo tipo: desde las más eufóricas y positivas hasta las más deprimentes y detestables. Todo un abanico de sensaciones que impactó a millones de jóvenes, pues el servicio militar obligatorio se prolongó nada menos que durante dos siglos.

Para encontrar su origen hay que remontarse al final de la Guerra de Secesión Española, en 1770, cuando el rey Carlos III, para compensar la escasez de tropas, estableció el reclutamiento obligatorio -pese a ser tremendamente impopular- y uno de cada cinco jóvenes (de ahí la expresión los quintos) tenían que incorporarse a filas. El enganche entonces era de 15 años, los elegidos debían tener entre 16 y 40 años y medir más de 1,40 metros.

La teoría era que se buscaba enseñar aptitudes militares a miles de jóvenes cada año para engrosar la lista de reservistas y disponer de banquillo en caso de precisar un reclutamiento masivo ante un hipotético conflicto armado, muy habitual en aquellos tiempos.

Sin embargo, con el paso de los años, la tensión bélica se fue amortiguando y la mili pasó a estar vinculadas a expresiones que ya forman parte del repertorio nacional: "Sales hecho un hombre" o "ahí te enseñan lo que es de verdad la disciplina". 

DURACIÓN. Hasta 1968, la mili duraba dos años, pasando entonces a los 18 meses; en 1984 se rebajó a un año y en 1991 se estableció en 9 meses.

Desde el sorteo de quintos para conocer su destino hasta la jura de la bandera, los reclutas pasaban por un sinfín de experiencias que, en muchos casos, acabaron marcando sus vidas: los madrugones, cortarse el pelo al cero, las noches al raso, las novatadas o incluso los arrestos por desobediencia.

Para millones de jóvenes, aquellos meses de cuartel y maniobras sirvieron para conocer gente nueva y salir de sus pueblos por primera vez. Los casos más especiales eran los de quienes acudían no solo sin experiencia militar sino también académica y era en la mili donde aprendían a leer y escribir.

La otra cara de la moneda la representante aquellos jóvenes que se veían obligados a pausar sus estudios o incluso a perder su trabajo. Sin olvidar que la mili implicaba una serie de riesgos, tanto es así, que desde 1986 hasta 2001 fallecieron 1.960 personas mientras realizaban el servicio militar.

EL CIR Nº 13. Lo más cerca que tenían los mozos pontevedreses para completar su formación militar era Santa Cruz de Parga, en Lugo (hoy en día sigue siendo escenario de maniobras de la Brilat). Pero en enero de 1967 se puso en marcha en Figueirido el Centro de Instrucción de Reclutas número 13 .

Cuatro meses antes, en la notaría de Pablo Egerique, Filgueira Valverde y Ángel Urbez firmaban el documento por el que el Concello de Pontevedra le cedía los terrenos al entonces Ministerio del Ejército. Eran 140 hectáreas de monte comunal de San Martiño (Salcedo) que, sumadas a las 60 que ya eran de uso militar, totalizó las 200 hectáreas.

El CIR nº 13 se mantuvo operativo hasta el domingo 17 de enero de 1988, cuando acogió el último acto de jura de bandera para ceder el cuartel a la Brigada de Infantería Aerotransportable, comandada por el general Emilio Bonelli.

Los miles de soldados que se adiestraron entre esos muros aún recuerdan, a día de hoy, su paso por aquella mili marcada por la rudeza de algunos mandos, la férrea disciplina y los estrechos lazos de amistad forjados entre imaginarias, desfiles, retretas y visitas a la cantina. Numerosos blogs y foros de Internet se han convertido en cuadernos de bitácora donde los saltos en el tiempo han propiciado no pocos reencuentros y rescatado vínculos que se creían perdidos.

Para muchos jóvenes, fue una oportunidad de salir de sus pueblos y conocer gente. Para otros fue un lastre para sus estudios y sus empleos

OBJETORES E INSUMISOS. En los años 70, con el inicio de la Transición, los insumisos que se negaban a realizar la mili por sus ideales antimilitaristas y pacifistas se hicieron cada vez más populares. Quienes se negaban a prestar el servicio militar eran detenidos y encarcelados, pero la cantidad de insumisos y objetores de conciencia crecía tanto cada año que a finales de los 80 solo se detenía al 8,5 % y la estancia media en prisión no pasaba de 18 días.

Todo cambió en 1996, con el Paco del Majestic. Jordi Pujol puso como condición la supresión del servicio militar obligatorio para garantizar el apoyo de CiU a la investidura de José María Aznar, quien aceptó la exigencia. El 9 de marzo de 2001 se firmó el decreto y el 31 de diciembre la mili de los quintos pasó a la historia.


El CIR nº 13 se traslada de Parga a Figueirido en 1967
La revista de la octava Región Militar, Finisterre, daba cuenta, en la primavera de 1967, del estreno en Figueirido, en enero de ese mismo año, del campamento de instrucción hasta entonces ubicado en Santa Cruz de Parga (Lugo). "En este paradisíaco rincón gallego en el que se conjugan las cálidas brisas marinas portadoras de yodo con el suave perfume de pino y eucalipto abundan varias clases de árboles. Nos encontramos ante un campamento que reúne todas las condiciones necesarias de situación. Clima, fácil acceso y suficientes comunicaciones. Estas cualidades son indispensables para llevar a cabo una completa instrucción de reclutas", recogía la publicación.

SORTEO, EL ORIGEN DE LOS QUINTOSLos nuevos reclutas eran conocidos como quintos, debido al sistema implantado en el siglo XVIIII para elegir quién debía hacer la mili y quién se libraba: uno de cada cinco, elegidos aleatoriamente mediante un bombo. El sorteo despertaba una enorme expectación, como se aprecia en la imagen.

FIGUEIRIDO, CUNA DE LOS NUEVOS SOLDADOS. Las privilegiadas instalaciones de la base General Morillo justificaron la reubicación del CIR que había en Parga. Los primeros llamados a fi las procedían del reemplazo de 1966 y se alistaron en el segundo batallón. Desde entonces, la formación de los nuevos soldados quedó asociada a Figueirido.

FERROL, SANTO Y SEÑA DE LA ARMADA. El Centro de Instrucción de Marinería de Ferrol se encargaba de adiestrar a los jóvenes reclutas, muchos de los cuales vieron en la carrera militar una excelente salida laboral y decidieron profesionalizarse, una vez cumplido el periodo obligatorio. La Escuela Naval, entre los destinos más solicitados.

COLOFÓN, EL GRAN MOMENTO DE JURAR BANDERA. Era el colofón a intensos meses de adiestramientos, esfuerzos, compañerismo, anécdotas y algún que otro castigo. Jurar la bandera era el momento soñado por unos jóvenes que habían iniciado la mili como reclutas y salieron convertidos en soldados del Ejército español.

"Los actuales aspirantes tienen cada vez mayor nivel académico" 
El reclutamiento actual no tiene nada que ver con la vieja mili. El ingreso en las Fuerzas Armadas se realiza ahora por concurso oposición y las vacantes varían cada año, en función de las bajas que se produzcan por jubilaciones y pases a la reserva, y del refuerzo que quiera aplicar en cada momento el Ministerio de Defensa. Este año, por ejemplo, se han convocado algo más de 3.000 plazas.

El proceso selectivo consta de dos fases: una primera prueba teórica que, una vez superada, se debe complementar con un reconocimiento médico y unos desafíos físicos.

Desde la Subdelegación de Defensa de Pontevedra se coordina la selección de la tropa para esta provincia y la de Ourense (el otro centro gallego está en A Coruña) y su responsable es el capitán de fraga César Barros Fraga.

Debido a la avalancha de candidatos, resulta imposible (por espacio y por logística) convocar a todos al mismo tiempo, por lo que "vamos citándolos en distintas oleadas y, en primer lugar, se les valoran los méritos (estudios, nivel inglés, carné de conducir, ser deportista de alto nivel o haber pertenecido anteriormente a las FF AA). A continuación, realizan una prueba, que mide siete aptitudes distintas, y obtienen una puntuación final, con la que se van para casa. Al terminar la fase de selección en toda España se fija una nota de corte según las vacantes (suele llamarse a tres personas por plaza) y quienes la haya superado deben pasar unas pruebas físicas y el reconocimiento médico. Y después a esperar la llamada".

FUTURO LABORAL. El interés por buscar en las Fuerzas Armadas una salida laboral va parejo a las épocas de crisis. Cuanto más decae la oferta de empleo en el mundo civil, más crece la lista de aspirantes a nuevos reclutas.

Ocurrió entre los años 2010 y 2013 (justo después del cataclismo económico de 2008) y se vuelve a repetir ahora por la debacle provocada a todos los niveles por el coronavirus. "En nuestra área manejábamos unas 900 solicitudes cuando en época de bonanza no solían superar las 500", explica César Barros.

Un boom que se traslada a toda la geografía nacional. "El banquillo de aspirantes fluctúa con el estatus de la sociedad, por lo que es previsible que en próximos años tengamos más repuntes", agrega.

El requisito básico para ingresar en el Ejército o la Armada es no superar los 29 años y haber aprobado la ESO. Sin embargo, cada vez se detecta una mayor preparación entre los aspirantes, conocedores de que para poder hacer carrera es preciso contar con una mínima formación académica.

El personal de tropa debe ir renovando sus compromisos y, llegado el momento, se debe replantear su futuro: o promocionar y consolidarse o abandonar. "Pero para poder optar a la escala de suboficiales, deben tener como mínimo el Bachillerato y por eso ha aumentado el nivel de estudios con el que llegan los reclutas. Antes tal vez era un 70% el porcentaje de gente que tenía solo la ESO y ahora no llega al 50%", aclara el capitán de fragata.

Como curiosidad cita que "aunque son menos, también llega gente con carreras universitarias que buscan promocionar directamente a oficiales".

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