Vidas quebradas: lo que el covid se llevó

Cinco personas, cinco conmovedoras historias sobre lo dura que puede llegar a ser la existencia durante la pandemia: estrés, estigmatización, desempleo, deudas y enfermedad
Cierre de la hostelería durante la tercera ola. SEBAS SENANDE
photo_camera Cierre de la hostelería durante la tercera ola. SEBAS SENANDE

Montse, enfermera; Andrés, director de residencia; Toni, padre de familia que ahora come gracias a las ONG; Adnaloy, restauradora que ha tenido que bajar la persiana; y Mercè, paciente de covid persistente de baja. Cinco historias de catalanes entrevistados por Efe cuyas vidas empezaron a cambiar hace un año.

Montse, enfermera


La joven sanitaria cuenta que ha "interiorizado" tanto los últimos doce meses de trabajo sin pausa que le cuesta acordarse de cómo era antes del coronavirus su trabajo en el Parc Taulí de Sabadell (Barcelona).

Explica que lo llegó a pasar tan mal que pensó en dejarlo cuando estaban en "lo peor", cuando no había materiales, se sucedían las muertes diarias en plantas del hospital donde antes apenas moría una persona a la semana, cuando volvían cada día a casa "aterrados" por contagiar a su familia.

"Llevo un año que solo voy de casa al hospital. Ni salgo a hacer la compra; me la traen. No quiero contagiar a nadie, me sentiría responsable", confiesa. "¿Qué ha cambiado? Quizás el trato, que es menos cercano, y las visitas a los pacientes, que ya no llenan las habitaciones. Ahora los ves más solitos y siempre quieren darte conversación cuando entras a atenderles. Procuramos estar ahí para ellos, nos necesitan más", cuenta.

Andrés, director de residencia


Director de una residencia desde hace 39 años, Andrés Rueda, presidente de la Asociación Catalana de Gerentes de Centros y Servicios de Atención a la Dependencia (Ascad), explicó que hasta hace un año su preocupación pasaba por cumplir con las normativas o gestionar residentes de integración compleja.

"Desde hace un año estamos estigmatizados y criminalizados, al mismo tiempo que nos sentimos abandonados desde la primera fase y perseguidos ahora por la Fiscalía en una situación de inseguridad jurídica total", comenta Rueda, quien asegura que no han descansado en los últimos doce meses y que la Administración ha estado "desaparecida".

"Encima, ahora que hemos aprendido muchísimo con todo lo que hemos pasado, se nos dan instrucciones sin tener en cuenta para nada nuestra opinión", lamenta el director de un centro en Terrassa. Pese a la vacunación, dice que siguen "preocupados" por cada positivo que pueda pertenecer a una nueva cepa y con el constante temor de tener que volver a "revivir la pesadilla".

Toni, padre de familia


Tras cerrar su bar, atosigado por deudas por el confinamiento, y ante la imposibilidad de pagar las facturas, este autónomo de Barcelona, su mujer y sus tres hijos de 2, 4 y 7 años han tenido que acudir a la ayuda de una ONG para llenar la nevera.

Una vez a la semana la entidad Veí a Veí del barrio de Sant Antoni les provee de alimentos donados por otras personas del barrio. También se han visto obligados a dejar un piso del que fueron desahuciados en el mes de septiembre y el Ayuntamiento de Barcelona les ha reubicado por ahora en un apartamento turístico de los muchos que quedaron vacíos ante la falta de turistas.

"Hemos estado tirando de la ayuda que nos consiguió la asistenta de 400 euros durante un año, pero ¿quién puede vivir con 400 euros?", lamenta Toni, al que le sigue preocupando poder volver a trabajar para hacer frente a las deudas que asumió para seguir adelante con un bar que tuvo que traspasar por debajo del precio de mercado "por desesperación".

"Ahora mismo estoy buscando trabajo, pero en el sector de la hostelería está muy mal. A ver si puedo ir quitándome las deudas poco a poco", añade.

Adnaloy Osío, restauradora


Esta venezolana que lleva ya más de una década en España abrió su propio restaurante en Barcelona tras formarse en la cocina del Mugaritz. Tras una "enorme" inversión de su familia consiguió en 2016 encender unos fogones que tuvo que apagar a principios de otoño al no obtener "ninguna ayuda".

"Esas ayudas son hipócritas y nos quedamos sin ellas por la letra pequeña", lamenta la joven, madre de una hija y que vive igualmente junto a sus padres, a los que cada día tenía miedo de contagiar en las últimas semanas antes del traspaso del local, semanas en las que tampoco salían los números.

"Tuvimos que poner las cosas en una balanza y se terminó mi sueño, para el que llevaba toda la vida preparándome", cuenta emocionada. "No llegábamos ni a pagar los gastos básicos. A mis 35 años y con un restaurante tenía que pedir dinero a mis padres para pañales", añade la chef, que está ideando cómo salir adelante con nuevos proyectos.

Mercè, paciente con covid persistente en baja médica


Maestra de infantil en Manresa (Barcelona), Mercè explica que desde que en octubre pasó el coronavirus ha sufrido secuelas que le impiden hacer su vida de antes y que la han obligado a coger la baja.

"Yo era una persona muy activa, me encantaba ir a la montaña el fin de semana y ahora casi no puedo ni andar", relata. "Siento como si los músculos estuvieran atrofiados y lo peor es que los médicos no saben bien qué decirme, eso es lo que me deja más intranquila", explica Mercè, que se mantiene pese a todo "con buen ánimo" y confía en que esto "será algo temporal". 

"Sí que me planteo que igual no puedo volver a trabajar en la infancia, porque es muy físico", ha reconocido la mujer, que pasó el covid como su familia en el mes de octubre, aunque en su caso todavía no ha podido dejarla atrás por secuelas como la movilidad y también el habla.

"Hablo como más despacio y no me salen las palabras, eso no es algo típico de mí", comenta entre risas, porque pese a todo no está dispuesta a abandonar una actitud optimista ante la nueva situación.

El coronavirus, en imágenes 📷 

Una anciana de Xove aparece tras ser dada por fallecida
Una anciana que se creía fallecida por covid volvió diez días después a la residencia de Xove, tras superar la enfermedad en Ourense. Una errónea identificación, al confundirla con otra compañera trasladada con ella al centro ourensano para su curación, propició el malentendido. La fallecida el 13 de enero era otra interna del San Bartolomeu, compañera suya de ambulancia y habitación. Dieron por muerta e inhumada a Rogelia Blanco, pero el óbito fue el de Concepción Arias.

Comentarios