La vieja sede de la Xunta de Galicia en Benito Corbal se queda en el esqueleto

"Solo se pudo aprovechar la estructura", explican los técnicos tras encarrilar la reforma su primer mes con la demolición de techos y tabiques

Obreros retirando los escombros del antiguo edificio de la Xunta. RAFA FARIÑA
photo_camera Obreros retirando los escombros del antiguo edificio de la Xunta. RAFA FARIÑA

Los obreros de la UTE Acciona-Construcciones Ramírez llevan un mes trabajando en la antigua sede de la Xunta de Benito Corbal. Para entrar, tuvieron que llamar a un cerrajero, debido al pésimo estado de la verja. Una deficiencia que era extensible al interior. "Había un desorden absoluto, se notaba que esto llevaba nueve años cerrado", explican los técnicos que dirigen los trabajos.

El director de obra es Ernesto Muntaner, del Departamento de Edificación de la Ingeniería Novotec del Grupo Applus, y el jefe del grupo que coordina la reforma es Santiago Rodríguez. "Antes de presentar nuestro proyecto hicimos unas catas para conocer el estado en que se encontraba el edificio y se podría decir que es bastante aceptable", apunta.

Y es que, a pesar del tiempo transcurrido de la absoluta inactividad, el vetusto inmueble de ocho plantas y casi 6.000 metros cuadrados goza de buena salud arquitectónica. "Hay que reforzar algunas zonas, retirar elementos obsoletos o que ya no están permitidos (como canalizaciones de fibrocemento), modificar los accesos, sustituir toda la iluminación de fluorescentes por led, cambiar los ascensores... pero en líneas generales no está nada mal", aclara el técnico.

Los primeros pasos de la ambiciosa remodelación consistieron en vaciar el interior, empezando por el incontable mobiliario de oficina. "Llenamos diez contenedores de obra solo con los muebles de madera", subrayan los operarios como dato significativo de la cantidad de escombros generados. Y los que todavía quedan por retirar, pues actualmente los trabajos se centran en demoler los techos, casi todos de la desfasada escayola. Una tarea en la que participan unos 15 obreros cada día. "No sería efectivo incorporar más, porque el espacio es muy ajustado y se tropezarían unos con otros, además de poner en peligro su seguridad", puntualiza Santiago Rodríguez.

El siguiente paso será anular todos los tabiques hasta dejar las plantas totalmente diáfanas, con la única presencia de los pilares. Los cálculos apuntan a que esta fase rematará en unos dos meses y medio. A partir de entonces empezará a tomar forma el nuevo diseño, si bien de la quinta a la octava planta quedarán abiertas, hasta que la Universidade de Vigo (su futura usuaria) concrete la distribución de espacios.

MUCHO ESCOMBRO. La actual imagen del interior evoca al escenario de un bombardeo, con multitud de agujeros en paredes y columnas y el suelo plagado de cascotes. Nada que ver con el lujo de los antiguos despachos o la funcionalidad de los mostradores donde miles de ciudadanos efectuaban sus gestiones. Ni siquiera se van a mantener las empinadas escaleras a las que se solía recurrir cuando los ascensores estaban llenos o no funcionaban.

Y es que, en su época, el edificio era un ejemplo de modernidad e innovación arquitectónica. Pero ninguno de los elementos de entonces resulta ya útil. "Solo se pudo aprovechar la estructura; y no toda, porque la cubierta estaba llena de filtraciones, consecuencia de la falta de mantenimiento, y eso provocó un serio problema de humedades", explican los técnicos.

La remodelación tiene un presupuesto global de 5,1 millones de euros y el objetivo es recuperar el edificio para darle usos administrativos, sociales y educativos. El Inem se ubicará en el semisótano y las dos primeras plantas, la tercera y la cuarta se pondrá a disposición de asociaciones vecinales y sociosanitarias, y de la quinta a la octava serán para la UVigo. Está previsto que los trabajos finalicen en abril o mayo de 2019.

Okupas, hogueras y un palomar en la planta alta
Cuando los obreros entraron en la vetusta sede de la Xunta se encontraron el desgaste lógico de un edificio que llevaba nueve años cerrado al público. Las filtraciones de agua y la rotura de cristales habían permitido el acceso de diversas aves, convirtiendo la planta superior en un auténtico palomar, donde no faltaban numerosos ejemplares muertos. En esa zona también se hallaron restos de fogatas, efectuadas por los okupas que frecuentaron el inmueble en distintos momentos, después de forzar la cerradura de una de las puertas que da a la calle Javier Puig.

 

Hallazgo de siete cajas fuerte
Una de las cajas fuerte. RAFA FARIÑAEl repaso global al interior del edificio permitió descubrir la existencia de hasta siete cajas fuerte, repartidas en distintas estancias. Eso sí, todas cerradas. Quién sabe si en su interior todavía se conservará alguno de los relevantes documentos que custodiaron en su época.

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