"Ahora la valiente soy yo"

Durante 33 años Pilar sufrió todo tipo de malos tratos de su marido. Sus nueve hijos también fueron víctimas

El 25-N tiene este año muy presentes a los hijos de las mujeres maltratadas. EFE
photo_camera El 25-N tiene este año muy presentes a los hijos de las mujeres maltratadas. EFE

Pilar tiene 62 años y hace diez volvió a la vida. Porque lo de antes no fue vivir. Ni ella ni sus nueve hijos lo hicieron. "Ni yo disfruté de mi juventud ni mis hijos de su niñez", asegura. Aunque sufrió un cáncer y tuvo tres embarazos que no llegaron a buen término, uno de ellos gemelar, no fue eso lo que desdibujó su historia hasta casi hacerla desaparecer por completo, sino los 33 años de malos tratos de todo tipo que le infligió su marido.  

Su calvario empezó demasiado pronto. A los 18 años se quedó embarazada de su primera hija, "adrede", para que sus padres le permitieran casarse y, a los 19 "recién cumplidos", pasó por el altar. "Nos casamos el 24 de junio de 1975 y el 2 de julio se fue a la mili, a la Marina, y allí ya empezó a hacer el tonto, quedando con chicas... Yo al principio me lo tomaba a risa porque durante el noviazgo él siempre había estado pendiente de mí y, ya se sabe, ojos que no ven... Pero cuando vinieron los niños, ya empezó a haber complicaciones", relata Pilar. 

Aunque durante un tiempo fue camionero, su marido nunca llevó bien las obligaciones laborales. "Trabajaba seis meses, luego a lo mejor se cabreaba y mandaba el trabajo a freír churros y se quedaba en casa", cuenta Pilar, que siempre fue quien, con ayuda de sus padres, sacó su familia adelante, lo que con nueve hijos no era nada fácil. "Él andaba con quien le daba la gana y luego venía a casa a comer y a que le lavara la ropa. Yo era la criada", continúa.

La criada y la diana donde liberaba toda su ira. "Durante 33 años aguanté de todo: golpes, roturas de costillas... Una vez estaba sentada en el comedor con los hijos y llegó y me zapateó con la silla para atrás. Tuvo que llevarme a la cama porque no era capaz de moverme, me quedé tiesa. Me golpeaba por todos los lados. Pasé tantas que hasta me olvidé de muchas cosas. No sé si te olvidas adrede o es la vida... Una vez –prosigue dejando fluir los malos recuerdos–, los vecinos llamaron a la Policía. Estaban asustados porque él decía que iba a romper el tubo del gas y volar el edificio. Eso era seguido". 

Aunque Pilar insiste en que "siempre fue malo", la peor etapa llegó en 2007, coincidiendo con su enfermedad. "Me enteré de que él estaba liado con una mujer. Me sentí muy mal porque era cuando más necesitaba su apoyo pero, según él, yo ya estaba podrida y no valía para nada. Me decía: No vales ni para puta, por ti no pagan ni 50 euros. Entonces, en vez de pegarme a mí, les pegaba a los hijos. A uno le llegó a golpear con las bombonas de butano. Cuando yo estaba haciendo la quimio, él iba a casa y los machacaba vivos, y luego les decía: Cuando venga mamá se lo contáis. Yo llegaba tan mal que ellos no me decían nada para no darme ningún disgusto". 

"Mi hija me abrió los ojos". Fue en esa dura etapa cuando Pilar dijo basta. Una de sus hijas, que entonces tenía 14 años y esta semana le acaba de dar su sexto nieto, le "abrió los ojos". "Ella me contó lo que estaba pasando. Me dijo: Esto ya se acabó. Te voy a contar la verdad porque no puedo más. Y yo exploté. Cuando vino por la noche le di una paliza que lo dejé tirado en el suelo sangrando por la nariz. No sé de dónde me salió la fuerza. Me volví loca pensando que cuando yo estaba en el médico él estaba machacando a mis hijos. Aunque parezca una locura, yo tengo que darle gracias a Dios por haberme dado el cáncer, porque si no lo hubiera tenido hoy seguiría aguantando", afirma con rotundidad. 

Sin embargo, todavía no acierta a explicar por qué aguantó tanto: "Esos 33 años seguí con él porque para mí era mi marido, lo era todo. Fui enseñada así, aunque eso yo no lo viví porque mis padres se llevaban de maravilla. Él sí lo vivió en su familia. Yo estaba ofuscada, no veía más que por sus ojos. Le daba la razón a él en todo y me ponía en contra de quien fuera, hasta de mis hijos. Los mayores me llegaron a cortar el habla. Me decían que lo mandara a la mierda, que yo no lo necesitaba porque trabajaba más que él. Yo no sé qué me pasaba por la cabeza. Yo lo quería y lo veía normal", confiesa.

Afortunadamente, a partir de 2008 todo cambió para Pilar y sus hijos que, hasta ese momento, habían sido, como ella, víctimas de la violencia machista. Y es que la historia de todos ellos ratifica el lema de la campaña que el Concello de Pontevedra puso en marcha este año con motivo del 25-N: "Se é un maltratador nunca é un bo pai".

"Cuando tuve cáncer, me decía: ‘Estás podrida. No vales ni para puta, por ti no pagan ni 50 euros’"

Aunque ninguno de sus hijos tuvo fuerzas para participar en este reportaje, su madre no olvida algunas de sus palabras. "Una de mis hijas me dice: Yo tenía en la cabeza que mi familia era lo más normal del mundo y cuando iba a otras casas y veía a sus padres felices y riendo, para mí aquello no era normal –cuenta Pilar–. Y la primera noche que pasamos en la primera casa que cogimos lejos de él mi hijo me dijo: Mamá, es maravilloso dormir y que nadie te despierte y te diga que va a volar la casa".

Hoy ninguno de los nueve hijos se relaciona con su progenitor. "No quieren saber nada de él. Lo peor que puedes decirles es que se parecen al padre. Una incluso está con los trámites para cambiarse el orden de los apellidos y no se quita el suyo porque si no tendrían que ir a juicio", revela Pilar.

Tampoco ella quiere saber nada del hombre que robó parte de su vida y de la de sus hijos. "Ahora tiene una novia de la edad de mis hijas y está ocupado, gracias a Dios. Espero que esté mucho tiempo así porque si no, sé que va a volver. A mi hija más de una vez le dijo que hasta que no nos quitara de en medio no iba a parar", asegura Pilar con la certeza que le dan muchos años de sufrimiento, miedo y decepciones. 

"Cuando yo estaba haciendo la quimio, él iba a casa y machacaba vivos a mis hijos"

Estas últimas también llegaron de mano de la Justicia. "A mi marido lo detuvieron varias veces y estuvo en la cárcel, pero a los tres meses estaba en la calle por buena conducta. No entiendo que tengan más derecho ellos que las que estamos chupando los golpes. A mí me llegaron a decir en un juzgado que era mi palabra contra la suya –precisa Pilar–. Por eso, a las mujeres que pasen por lo mismo les digo que sean valientes pero que no crean en la Justicia porque no la hay. Que no me digan que se adelantó mucho porque estamos igual. Lo único que se adelantó es que ahora se puede hablar y antes no se hablaba".

De momento, su marido "pasa" y ella, por fin, vive. "Me da la risa cuando lo veo. Ahora la valiente soy yo", concluye.

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