«Ahora sé que nací mujer y siento paz»

Cristal Caride tiene 42 años y desde hace cinco está inmersa en el proceso de transición de género. Ya con el DNI que acredita el sexo que siente, la cirugía  genital y conseguir un trabajo son sus próximos objetivos.

Cristal Caride, una mujer transexual residente en Vigo. DAVID FREIRE
photo_camera Cristal Caride, una mujer transexual residente en Vigo. DAVID FREIRE

Cristal Caride da Silva nació en Vigo en 1976. Aunque le fue asignado el sexo masculino, es una mujer y así lo certifica ahora su DNI. Si bien su exterior no cumple todavía los estándares femeninos porque se encuentra realizando su transición, en su interior no cabe ya ninguna duda. Cristal, a sus 42 años, se sabe y se siente mujer. «Ahora sé que nací mujer y siento paz», afirma.

Pero no siempre lo tuvo tan claro. «Con ocho años ya tuve mis problemas —cuenta—. En el colegio me era muy difícil hacer amigos. Parecía que hiciera lo que hiciera no encajaba con nada. El problema es que era ‘rara’, en aquel tiempo ‘raro’. Era la vida sin sentido. A los 26 años fue cuando empecé a darme cuenta de que algo pasaba en mí, pero no sabía qué». Entonces empezó a buscar respuestas incluso «donde a lo mejor no hacía falta». «Quería comprobar que lo de ser mujer no era una tontería mía. Hablé con psicólogos, con amigos... Con 36 años incluso llegué a hacer reiki», recuerda. Y la conclusión siempre era la misma: «Sí, soy mujer».

Después de muchas noches sin dormir en las que solo había lágrimas, a los 37 decidió dar el primer paso. «Me rendí: era así. Fuera a donde fuera, no tendría escondite en todo el universo, así que empecé a tratarme a mí misma como mujer y empecé a obtener respuestas a las preguntas que en el pasado no tenían. Antes no había manera de encajar el puzle y, de repente, todas las piezas encajaban. Fue como si me quitara un peso de encima», explica.

A los 38 dio un paso más: «Salí del armario ya para todos, aunque yo siempre digo que reventé dentro de él». La salida no fue fácil. «Lo pasé mal. Con mi madre hablé casi una hora. Lo lleva a su manera, pero lo lleva bien. El otro día incluso tuvo un detallazo impresionante: me regaló la depilación láser. Con mi padre fue un aquí te pillo aquí te mato. Ni diez minutos tardé. No quería saber. A día de hoy ya lo empieza a asumir porque tengo los datos cambiados y las cartas llegan con mi nombre -relata-. Una vez que lo supieron mis padres, se lo dije al resto de la familia y después a los amigos».

Cuando llegó el momento de salir a la calle lo vivió como «un acto de empoderamiento, de valentía». «Desde que lo conté tengo como una fuerza dentro de mí que me hace decir las cosas y luchar por esto -asegura-. Me ayuda mucho el hecho de estar en colectivos feministas o transfeministas (forma parte de Nós Mesmas, Amizando, la Marcha Mundial das Mulleres, Solidarias y Violetas, Galegas 8M, Conclave Feminista y Feminismos Unitarios Vigo). Salí a la calle con la cabeza bien alta. Pensé: ‘A partir de ahora lo vais a saber todos’. Obviamente, hubo rechazo, personas que lo aceptaron al 50% y otras que lo entendieron como si fuera de toda la vida».

«Salí del armario a los 38, aunque yo siempre digo que reventé dentro de él»

Hace dos años, con 40, después de obtener los informes necesarios, pudo empezar a hormonarse como parte su proceso de transición. Un proceso que para Cristal está suponiendo un redescubrimiento de sí misma. «Desde que estoy transitando siempre digo que soy una cajita de sorpresas -comenta-. Por las parejas que tuve yo siempre fui lesbiana, pero con la transición descubrí que soy bisexual. He descubierto cosas que jamás había pensado. Cada vez me siento mejor conmigo misma. Tengo cierta paz interior. Antes parecía un saco de veneno y nervios, ahora respiro de otra manera. Antes tampoco tomaba decisiones por mí misma y ahora las tomo».

ASPECTO FÍSICO. Mientras su tránsito mental va viento en popa («la esencia sigue siendo la misma, pero la mentalidad cambia»), el corporal sigue otro ritmo. «He estado dos años hormonándome. Todo lo que tenía que salir fue poco a poco saliendo: pecho, trasero, más muslo... Los rasgos de la cara se suavizaron. En mí son cambios lentos por la edad. Ya me dijo la endocrina que habría cosas que ya no cambiarían aunque me metiera la hormonación más fuerte del mundo —explica Cristal. Si yo de pequeña hubiera tomado bloqueadores no me habría quedado calva y la transición sería diferente».

Con respecto a su físico, Cristal reconoce que es importante que su exterior sea el que imagina. «Vas a una cafetería y me preguntan ‘qué desea el caballero’; en la calle, ‘¿señor, me podía dar la hora?’. Es como si me metieran dos taladros en las orejas y me perforaran hasta la sien. Interiormente me hace mal», confiesa. De momento, los trámites para someterse a una mamoplastia para aumentar el tamaño de su pecho y una vaginoplastia (cirugía de creación de una vagina) ya están en marcha y los aguarda con ansia.

«Cuando me tratan como hombre es como si me taladraran las orejas hasta la sien»


Sin embargo, más prisa le genera encontrar un trabajo. «Llevo casi tres año en el paro y sin prestación. Lo llevo fatal. El problema es que para el láser, el cambio de voz... para todo necesitas dinero y yo no tengo ni para un bocadillo. Me mantienen mis padres», señala Cristal, quien, tras estudiar electricidad en un centro de Formación Profesional, incluso llegó a ser jefa de un taller mecánico antes de su transición. Aunque no se atreve a afirmar que su transexualidad es la causa de que se le cierren todas las puertas, sí lo desconfía: «Muchos te dicen ‘para la semana te llamamos’, pero esa semana nunca llega. Y pese a que no noto rechazo, siempre te queda la impresión de que algo no les encaja», comenta.

En la otra cara de la moneda está el cambio de nombre. «Eso fue muy bien -reconoce Cristal con emoción-. El día que tuve el DNI no era capaz de meterlo en el monedero. Llegué a casa con él en la mano y ese mismo día fui a cambiar todo: al padrón, a la Seguridad Social, al Servicio Galego de Colocación... Sentí otra descarga de peso interior, un alivio enorme. Iba por la calle como si mirase a los hombres y les dijera: ‘Os dejé, hasta luego’. Y a ellas: ‘Por fin estoy unida’».

Y es que Cristal es una firme defensora de la causa feminista. «Desde bien pequeña la defendí. Era como un instinto», precisa. Además también está implicada en la lucha contra la discriminación del colectivo transexual. En este sentido, respecto a la decisión de la OMS de excluir la transexualidad de la lista de trastornos mentales para pasar a considerarla un desorden sexual, Cristal es cauta: «Ninguna de las personas transexuales es enferma —afirma—. No sabemos aún por qué se nos asigna un psicólogo. Pero aunque lo de la OMS no es para echar cohetes, creo que un paso adelante se dio. No hay un camino ideal porque las personas somos diferentes -añade-, pero hay que exigir que no te patologicen, que no te asignen un psicólogo/a si no lo necesitas y que si no te quieres hormonar pero quieres el DNI te lo den. Yo amo la diversidad. Cada uno es como es», concluye.

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