Alejandro Sanz tocó a los 14 años en un bar de Foz por un plato de mejillones

Marisa Otero, por entonces propietaria de A Taberna, relata cómo era el hoy cantante y recuerda algunas curiosas anécdotas
Marisa Otero, este jueves en A Taberna, el local donde tocó Alejandro Sanz
photo_camera Marisa Otero, este jueves en A Taberna, el local donde tocó Alejandro Sanz

La conexión Alejandro Sanz-Foz regresa al primer plano. El detonante fue la entrevista que le hizo Bertín Osborne en su programa En la tuya o en la mía, el pasado miércoles. Recordó el cantante como con 14 años la vida le escupió a la cara su primer desamor. Fue Marta, una vecina de Madrid, a la que persiguió a la costa de Lugo, donde veraneaba junto a sus padres.

El madrileño, que también tiene raíces gallegas -con un abuelo natural de Santiago-, aterrizó junto a un amigo en Foz, tras una breve parada en Lugo. Pusieron la tienda de campaña enfrente de A Rapadoira, una playa ancha y con una ducha en el centro.

En la década de los 80, en Foz, A Taberna comenzaba una exitosa andadura, que tiene continuidad en la actualidad. También funcionaba el Chiringo de la playa. En torno a la playa urbana se vivían las estivales noches ochenteras.

Tocó en A Taberna, un bar situado en A Rapadoira y propiedad de Marisa, que le dijo: "Aquí solo tocan la guitarra los que saben"

Alejandro, herido por el desamor de Marta, se buscaba la vida. Y fue a dar al bar de Marisa Otero, propietaria entonces de A Taberna. "Cuando me preguntó si podía tocar le dije: ‘Aquí solo tocan los que saben", apuntaba este jueves Marisa, que rebusca en su memoria anécdotas mil veces contadas. Entonces Alejandro era un adolescente rebelde de 14 años que se había escapado de casa para perseguir a su primer amor.

Recuerda Marisa como le daba un plato de mejillones cuando cogía la guitarra que, por aquel entonces, también manejaban con soltura y presteza Xesús do Breogán y Tono Alonso, actual director del colegio Martínez Otero de Foz, y dueño de una peculiar y profunda voz. "Era muy delgadín", dice Marisa de Alejandro, que también recuerda a Marta, el motivo de su locura adolescente. "Era hija del Huesos, un señor de Foz que emigró a Madrid y que venía a pasar el verano con sus hijos", apunta Marisa.

LA GORRA FIRMADA. La expropietaria de A Taberna recuerda como estaba de moda, entonces, poseer en cada local nocturno una guitarra. "La teníamos colgada en la pared", subraya, mientras le asalta de nuevo un nuevo episodio.

Fue en un pueblo de Guadalajara, de donde es su marido. Pasaba el matrimonio unos días allí y, casualidades de la vida, tocaba cerca Alejandro Sanz. "Yo no quería ir a verle, pero me insistieron los amigos y me acerqué; los de seguridad no me dejaron, pero le grité que era la de los mejillones de Foz y me firmó una gorra", dice.

Alejandro tuvo un desliz durante la entrevista. Dijo que el nombre del bar era La Guitarra, no A Taberna. "Se lo perdono", dice Marisa, que está agradecida porque Sanz nunca ha olvidado dónde empezó musicalmente.

Los caminos de Marisa y de Alejandro Sanz se cruzaron en un tiempo donde la noche se escribía con mayúsculas. La empresaria siguió en su mundo de la hostelería, y ya en este siglo regentó Porto Chico, un restaurante que también tuvo un gran éxito.

El cantante, un desconocido imberbe cuando sus vidas se cruzaron, fue dando pasos de gigante en la música hasta acabar en la cima, con millones de discos vendidos y un sinfín de premios que reconocen una carrera a la que todavía le queda recorrido.

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