Un año fumigando a lo loco

Medidas como la desinfección de superficies al aire libre se han probado no solo inútiles sino también no recomendables
Labores de desinfección en una calle de Caldas de Reis. JOSÉ LUIZ OUBIÑA
photo_camera Labores de desinfección en una calle de Caldas de Reis. JOSÉ LUIZ OUBIÑA

Más de un año de pandemia ha servido para dejar algunas cosas claras —la eficacia de las mascarillas bien colocadas en interiores, la necesidad de ventilación, la distancia social...— pero no otras, en las que se sigue incurriendo pese a que la evidencia en su contra se acumula.

Una palpable es la inutilidad de seguir fumigando con desinfectante grandes superficies de las ciudades o de instalaciones públicas. Esa es, muy probablemente, la medida que materializa más claramente lo que ha dado en llamarse teatro pandémico, el fenómeno, bautizado por una periodista estadounidense, en el que se representa una acción preventiva de la que se sabe que tiene una eficacia nula o muy escasa. Es decir, se sabe que no funciona pero se sigue haciendo porque da la apariencia de acción, de implicación con las medidas higiénicas. Muchas veces si se abandona, el público las exige.

El CDC (centro de control de enfermedades infecciosas por sus siglas en inglés) estadounidense emitió esta semana una actualización de sus guías que deja claro, de una vez por todas, que en la mayoría de las instalaciones públicas es más que suficiente limpiar una vez al día con agua y jabón y que no hay necesidad de desinfectar con otros productos. Si se tiene la certeza de que una persona diagnosticada con covid-19 ha estado en ese lugar o en los momentos en los que la incidencia acumulada es tan alta que la posibilidad de que alguien enfermo haya pasado por allí es considerable se puede decidir limpiar con más frecuencia o desinfectar además de limpiar. Para desinfectar se recomiendan distintos productos, pero se concluye que la fumigación en grandes áreas no es aconsejable en ningún caso porque puede implicar varios riesgos. "Pulverizar productos de limpieza o desinfectantes en zonas exteriores, como aceras, carreteras o pavimentos, no es necesario, efectivo o recomendable", dice.

El CDC recuerda que el riesgo de la transmisión del SARS-CoC-2 por contacto de superficies es muy bajo. Es posible, pero improbable. Para que se diese, primero una persona infectada tendría que, por ejemplo, estornudar sobre una superficie y otra sana tocar esa zona y llevarse después la mano a la boca, nariz u ojos. Pero no puede mediar mucho tiempo porque si lo hace, y especialmente si a esa superficie le da el sol por ejemplo, se inactiva el virus. En más de un año de pandemia no se ha podido describir ni un solo caso en el que se tenga cierto grado de certeza de que el contagio se produjo a través de fómites.

Sin embargo, gran parte de los esfuerzos de muchas empresas y administraciones se han centrado, precisamente, en esa limpieza. En la desinfección constante y repetida de áreas que, francamente, se tocan poco. El CDC también recuerda que los puntos en los que merece la pena insistir son aquellos en los que se detienen muchas manos muchas veces: pomos, interruptores, pasamanos, timbres...

Pero es que, además, de tiempo y personal, la insistencia en la limpieza de superficies provoca la derivación de fondos hacia las medidas equivocadas en vez de concentrarlas en otras que se han probado más eficaces. Por ejemplo, resulta más eficaz incrementar el número de frecuencias del transporte urbano, que permita concentrar menos usuarios en cada trayecto, que desinfectar el interior de buses con más periodicidad. Sin embargo, también es cierto que resulta más barata la limpieza constante de una zona determinada que aumentar la flota de buses o la contratación de personal para esos servicios.

Pero no es la única medida ineficaz que se sigue aplicando. Lo son las alfombrillas con producto desinfectante, por ejemplo, y sigue habiéndolas en los accesos de algunos edificios. "Las posibilidades de que los zapatos extiendan el covid es muy baja", explica la OMS. También forman parte de ese teatrillo la toma de temperatura en la entrada de los aeropuertos y otros lugares de paso. Se sabe que, mientras la febrícula o fiebre son algunos de los síntomas más comunes de covid-19, hay muchas personas infectadas que jamás la sufren. Por tanto, detectar la febrícula en un viajero que llega a España puede ser o no ser revelador de que se trata de un positivo. No sirve para cribar la entrada, en realidad, y son numerosos los expertos que han criticado que, durante un tiempo no se exigiera una PCR negativa para entrar en el país y lo siguen siendo los que reclaman cuarentenas.

LA APARIENCIA. El uso obligatorio de guantes en algunos lugares ha ido cayendo en desuso, aunque inicialmente fue recomendado, por ejemplo, en los supermercados. Muchos de ellos siguen ofreciendo en la entrada, junto al dispensador de gel hidroalcohólico, los mismos ejemplares que ponen para escoger la fruta o la verdura y siguen teniendo su público, pese a que se ha dicho hasta la saciedad que los guantes pueden ser perfectos transmisores de virus y bacterias, pueden causar una relajación de otras medidas y que es más eficaz el lavado de manos frecuente y evitar tocarse la cara.

Esas dos últimas figuras son paradigmáticas de hasta qué punto la apariencia de higiene puede tener más peso que la evidencia científica. Cuando se ha prescindido de arcos medidores de temperatura o de promover el uso de guantes en algunos espacios siempre hay quien los reclama.

Las medidas del teatro pandémico contribuyen a crear una sensación de seguridad que, en realidad, resulta falsa o, al menos, muy débil. Por ejemplo, puede que ver a alguien limpiar reiteradamente en el interior de un local de hostelería ayude a crear la percepción de que se cumplen las normas y que se trata de un espacio seguro. Sin embargo, si todos los esfuerzos se concentran en esa limpieza y se ignoran medidas preventivas imprescindibles como el control de aforos, uso regular de mascarilla y ventilación frecuente de poco servirán.

Tampoco tiene utilidad alguna, por el mismo motivo de la improbable contaminación por contacto de superficies, la desinfección de toda la compra. En los inicios de la pandemia, y en aras de una higiene que se creía imprescindible, había quien pasaba por lejía todos los paquetes o que los dejaba en barbecho una semana, a la espera de que cualquier virus presente hubiera perdido toda capacidad infectiva. Ambas medidas se han probado, a estas alturas, inútiles. Limpieza, siempre. Desinfección extrema, error.

"Tras un año de pandemia, las pruebas ahora son claras. El coronavirus SARS-CoV-2 se transmite predominantemente a través del aire, por personas que hablan y exhalan gotas grandes y pequeñas partículas llamadas aerosoles", explicó un editorial de la revista Nature el pasado mes de febrero. Aunque cada vez hay más sitios donde se observa la presencia de medidores de CO2, de filtros Hepa o de ventilación constante, lo cierto es que todavía se sigue viendo más a menudo todavía la fumigación y desinfección de zonas en exterior. Cabe recordar, por último, que la limpieza frecuente es realmente imprescindible, pero que en la mayoría de lugares el agua y jabón es suficiente.

Mascarillas: giro radical de criterio


El uso de mascarillas es la medida preventiva cuya recomendación ha dado el giro más evidente. De decirse que no era útil ha acabado por ser obligatoria incluso en lugares al aire libre y poco concurridos. En las oficinas al principio no era necesario, ahora es imprescindible.

Una mascarilla tirada en la playa de As Catedrais. JOSÉ Mª ÁLVEZ

Parques: el absurdo de cerrarlos


En comunidades como Madrid se tomó la decisión en algunos momentos de cerrar los parques para evitar aglomeraciones que sí se producían en otros ámbitos como el transporte. Ahora se trata de fomentar su uso porque al aire libre apenas hay contagios.

Parque da Praza 8 de Marzo. DP

Servilletas o periódicos, inocuos


Nadie quería tocar nada al principio. La psicosis llevó a bares y restaurantes a retirar servilletas (algunos clientes acaban limpiándose con la mascarilla, lo que aún es peor), manteles o periódicos, cuando está refrendado, incluso por la OMS, que la transmisión por el papel es remota.

Encuestas a hosteleros

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