Bridge y las dislocaciones

La inspiración no suele hallarse donde uno espera encontrarla, de igual modo que un mismo acontecimiento provoca opiniones y reacciones opuestas. La recepción de la música es quizá el gran paradigma de la volubilidad del sentimiento, se aloje donde se aloje
El inventor e ingeniero brasileño Santos Dumont, pionero de la aviación
photo_camera El inventor e ingeniero brasileño Santos Dumont, pionero de la aviación

MUCHO SE recuerda en Tegucigalpa a Adelaida —su nombre de adopción— cuando los membrillos se desperezan. El barrio de Escaleritas enmudece a las siete de la tarde —la hora en que salía puntualmente a correr—, esperando en vano verla pasar. Un anciano asegura que al preguntarle el porqué de aquella elección, ella le había respondido que "a las siete es cuando el mar está en calma". Su recorrido terminaba siempre en la avenida Santos Dumont, ilustre pionero de la aviación que nadie recuerda ya, quizá por haber tenido la peregrina idea de rogarle a la Humanidad que los aviones no se utilizasen con fines bélicos. Probablemente adoleciese también de algún tipo de ingenuidad aquella jovencita. Era oriunda de las islas Marshall y había ganado entre los hondureños el apelativo de 'Teguciguapa' gracias a su exótico rostro. Los aspersores de los jardines, todavía más ingenuos que Dumont y que la corredora, intentaban en vano alcanzar con chorros primaverales sus piernas desnudas. Adelaida burlaba aquellos piropos acuáticos con gracia de acróbata, concentrada en completar su viacrucis aeróbico. Durante aquella hora de ejercicio rumiaba con disciplina una idea infantil: si el bikini toma su nombre del atolón del Pacífico, y por lógica nominativa se acuñó más tarde el término trikini para designar al bañador de tres piezas, no sería descabellado que una hipotética unificación de Letonia, Estonia y Lituania se bautizase como Trielorrusia, a imitación, claro está, de la por aquel entonces recién independizada vecina Bielorrusia. Al cielo añil de Bikini jamás llegó el eco antibelicista de las plegarias de Santos Dumont. Una tras otra se sucedieron allí diversas pruebas nucleares, mucho antes de que Adelaida hubiese asomado su cabecita por la vagina de su madre. Tampoco ella sabía quién era Santos Dumont, pero su carrera juvenil se detenía siempre en aquel punto, quizá porque, como reza la bandera de Bikini, "todo está en manos de Dios", incluyendo el cementerio de pecios bajo sus aguas, tan esmeraldas como radiactivas. Adelaida no recordaba el mar, pero lo añoraba. Como único consuelo para mitigar esa nostalgia escuchaba a través de sus modernos auriculares el segundo cuarteto de cuerda de Frank Bridge. Corría y corría y creía acercarse al mar…

Sin embargo, no fue el influjo de las ondas, de los aires salinos, el que inspiró a Bridge la composición de su cuarteto entre 1914 y 1915, años en los que la primera contienda mundial sumía a Santos Dumont en la desesperación de ver su sueño pacifista pisoteado. Tampoco fueron la cruenta guerra, ni la oposición libertaria del compositor a la doctrina de su maestro Standford —también férreo responsable de la educación de otras luminarias como Holst y Vaughn Williams, y cuyo My love's an arbutus entusiasma, como es natural, a mi amigo Rodrigo Rilo—, las musas de Bridge. Benjamin Britten, a su vez alumno del protagonista de este artículo, puso nombre y apellido a la criatura: Darina Biskup. La compositora checa vivió en Londres las dos primeras décadas del siglo pasado. De la amistad que entabló con Bridge poco se sabe, y quizá haya sido fantaseada aquí y allá por Britten, pero tengamos por cierto que en un principio Bridge no mostró mucho interés en escuchar las composiciones de su colega, alegando siempre falta de tiempo o la coincidencia de otros quehaceres, quizá por la desconfianza de una mal curada misoginia. La retahíla de excusas se rompió cuando ella le visitó de improviso. Entonces no tuvo más remedio que invitarla a que se sentase al piano. Su música le cautivó por la forma en que oscilaba entre las lindes de la alegría y la tristeza. Intrigado por conocer al detalle las soluciones armónicas que Darina Biskup empleaba en sus composiciones, el británico descubrió en una charla con teclas de por medio que los acordes menores le parecían a la checa luminosos y rebosantes como uvas maduras, mientras los mayores le producían el efecto de la escarcha en las mañanas olvidadas de enero. Días después Darina fue atropellada. A pesar de que llevaba tatuadas las iniciales S. I. ('situs inversus') en uno de sus pechos, no pudieron salvarle la vida. Había nacido con dextrocardia, una anomalía por la que el corazón se aloja en el lado derecho del tórax: algo así como nacer a la orilla del mar y vivir tierra adentro.

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