En carromato hacia la convivencia

Dignificar y exigir derechos para el pueblo gitano, especialmente para sus mujeres, es el fin de Alaia Gutiérrez y su madre, Marta Bueno, que hasta peregrinaron a Santiago en 'vurdón'
Alaia y su madre. DAVID FREIRE
photo_camera Alaia y su madre. DAVID FREIRE

Si una de las reclamaciones históricas del feminismo fue la incorporación de la mujer al mundo laboral, "para las gitanas esa no es todavía una realidad", tal y como apunta Marta Bueno Bouha. "Una mujer gitana no tiene ni siquiera esa oportunidad", señala refiriéndose a las dificultades para ser contratadas que tienen las mujeres gitanas debido a los prejuicios y el racismo.

Este es solo uno de los motivos por los que Marta, vecina de Ponte Caldelas pero nacida en un barrio tradicionalmente gitano de León, acompaña a su hija Alaia Gutiérrez en un viaje de descubrimiento de sí mismas y de un pueblo. No son gitanas, pero sí tienen vínculos familiares con la cultura romaní. "Quería orientar a mi hija en su adolescencia, educarla en el antigitanismo y reivindicar con ella la cultura y la lengua de los gitanos", explica Bueno Bouha.

Imagen del carro en el que Alaia y su madre viajaron a Santiago. CEDIDA
[Imagen del carro en el que Alaia y su madre viajaron a Santiago. CEDIDA]
 

Así empezó el viaje, literal y figuradamente, porque además de organizar charlas en torno a las discriminaciones que viven las mujeres gitanas, madre e hija realizaron una peregrinación a Santiago de Compostela el pasado verano. Se trataba de recrear la vida de un pueblo nómada en un periplo a bordo de un carromato tradicional gitano, conocido como verdó o vurdón en lengua caló. "Un amigo de Santiago nos prestó un carro y el padre de Alaia nos ayudó a darle la forma de herradura tradicional de los carros gitanos", explica Bueno.

A las viajeras las acompañó una yegua que tiró del carro durante las semanas que duró el viaje. La travesía a Santiago tenía una explicación, que esta fue la ciudad en la que se registró por primera vez presencia de gitanos en la Península, hace unos 600 años. A su llegada a la capital gallega, fueron recibidas por la Batucada Feminista compostelana.

"El propio viaje es ya una representación de lo que es la cultura gitana y sirve también para difundirla por los pueblos por los que pasamos, pero queremos ir más allá en la reivindicación", explica Bueno, que ya celebró una jornada de feminismo gitano en Ponte Caldelas y tiene previsto realizar charlas sobre este tema en otros puntos de la geografía gallega, como Redondela. Además, prepara una jornada de encuentro de feministas gitanas de toda España en Santiago de Compostela. "Queremos que sean las mujeres gitanas las que cuenten su experiencia, no queremos apropiarnos de su voz", cuenta.

Marta Bueno no para cuando se trata de enumerar las discriminaciones que sufren las mujeres gitanas: "Hubo muchos casos, algunos de ellos recientes, de esterilizaciones forzadas a gitanas, por no hablar del estigma con el que viven las mujeres por el hecho de pertenecer al pueblo romaní".

Más allá de las desigualdades de género, denuncia también la invisibilización y los prejuicios hacia todo el pueblo gitano. Hace años Bueno participó en la creación de la asociación llamada Vecinos por la convivencia, cuando se produjo el realojo de dos familias gitanas de O Vao en Caritel. "Aquí la gente los recibió con manifestaciones, les cortaron la luz y el agua de sus casas, aparecieron pintadas nazis y vivieron dos años de acoso. Al final, todo acabó mal y tuvieron que irse", cuenta.

Por eso, para que estas situaciones no se repitan, para poner en valor las aportaciones de la cultura gitana, para proteger la lengua romaní y para no renunciar a lo que ellas también son viajan Marta y su hija Alaia.

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