Dolores de la Puerta: "La microbiota es responsable de nuestra salud general"

Maravillada por el potencial de la colonia integrada por los millones de microorganismos que habitan nuestro intestino, esta médica abandonó en el año 2000 una prometedora carrera como cirujana plástica para dedicarse plenamente al estudio y atención de la patología asociada a la disbiosis intestinal. Actualmente es una de mayores expertas en esta materia.
La doctora De la Puerta. AEP
photo_camera La doctora De la Puerta. AEP

"Microbiota es salud, con mayúsculas. La microbiota asegura el bienestar intestinal y es responsable también de la salud general del organismo", afirma la doctora Dolores de la Puerta. A la relación entre esta colonia de bacterias y la salud física y mental le ha dedicado el libro Un intestino feliz (Editorial Harper Collins).

El descubrimiento de que el intestino funciona como un segundo cerebro ha supuesto una auténtica revolución. 
Efectivamente, el descubrimiento de que en la pared del intestino tenemos neuronas, y en un número similar al de médula espinal, ha sido realmente sorprendente. Estas neuronas conforman el llamado sistema nervioso entérico y tienen la misma capacidad funcional que las del sistema nervioso central: producir sustancias que modulan nuestros pensamientos  y nuestras emociones. La diferencia es que este sistema nervioso entérico está en conexión con la microbiota, lo que hace de esta una herramienta muy importante para modular la actividad del sistema nervioso. 

¿Qué expectativas ha abierto?
Muchas, por ejemplo en el ámbito del neurodesarrollo infantil, en problemas de los que se habla tanto como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) –que creo que está hiperdiagnosticado– y en patologías más severas como el autismo. Con este en concreto yo tengo bastante experiencia y es obvio que el autismo no desaparece por trabajar la microbiota, pero sí hay una evolución en la situación de estos niños. Lo mismo pasa con los adultos que sufren ansiedad, depresión, estrés... o con la patología neurodegenerativa en los ancianos. El manejo de la microbiota en todos estos grupos logra un impacto positivo sobre su salud mental y emocional, y abre un umbral enorme.

En trastornos como el autismo, al trabajar la microbiota hay una evolución en la situación de esa persona

¿Cómo se establece la relación entre patologías mentales y microbiota?
Una microbiota bien distribuida y funcionando correctamente produce una serie de sustancias que mantienen nuestro normal estado afectivo. En cambio, una microbiota desordenada, lo que se conoce como disbiosis, hace que las bacterias produzcan menos sustancias estabilizadoras y beneficiosas (neurotransmisores, ácidos grasos de cadena corta, etc.), favoreciendo el predominio de otras sustancias proinflamatorias. Este desequilibrio y la inflamación asociada afectan a los diferentes canales de comunicación del eje microbiota-intestino-cerebro, dificultando su actividad. Como consecuencia, baja el umbral de tolerancia al estrés y aumenta el de ansiedad. 

Esa parte de la microbiota es la que denomina psicobioma.
Así es, porque las bacterias que tenemos en la tripa producen sustancias o moléculas que tienen diferentes funciones: tenemos grupos funcionales de microbiota que nos ayudan con la digestión, con el metabolismo, con el sistema inmunitario... y con el sistema nervioso. Las bacterias que tienen más impacto sobre el sistema nervioso forman el psicobioma.

En Un intestino feliz va un paso más allá y explica que la personalidad también se construye en función de las bacterias que habitan el intestino desde la infancia.
Sí, desde la infancia, el predominio de unas u otras bacterias intestinales favorece el neurodesarrollo y determina cómo se construye la personalidad en los niños. También en los adultos, una microbiota diversa y bien estabilizada favorece el predominio de los rasgos más positivos de personalidad. Hay una investigación realizada por unos estadounidenses que hicieron test de personalidad y estudiaron la microbiota de miles de personas sanas. Ahí obtuvieron dos grandes hallazgos: las personas más positivas y felices tenían una mayor diversidad en su microbiota y en esta predominaban unas determinadas bacterias.

Hay cuatro grandes pilares para cuidar la microbiota: alimentación, ejercicio, sueño y control del estrés

¿Qué se puede hacer para tener una microbiota sana?
Para trabajar la microbiota desde la vida cotidiana tenemos cuatro grandes pilares, que son la alimentación, el ejercicio físico, la calidad del sueño y el control del estrés. Es cierto que cada uno tiene la vida que tiene y muchas veces no resulta fácil cambiarla, pero sí podemos buscar herramientas que modulen el impacto que ejerce en ella el estrés.

¿Qué pautas se deben seguir en cuanto a la alimentación?
La alimentación es una de las partes más importantes para lograr una buena microbiota, porque esta se alimenta de lo mismo que comemos nosotros. Por eso debemos buscar esos grupos que le gustan especialmente a la microbiota, como son la fibra, los polifenoles (que, entre otros, están en los frutos rojos, la granada, el aceite de oliva o la cúrcuma) y los fermentados (el yogur, el kéfir, la kombucha o el chucrut).

Al sueño le dedica nada menos que un capítulo íntegro de su libro.
Hay una conexión bidireccional entre calidad de sueño y microbiota: si esta está bien nos va a ayudar a dormir mejor y si está mal, dificultará la inducción y el mantenimiento del sueño. Al revés, si una persona está durmiendo mal eso también tendrá un impacto directo sobre su microbiota. 

Comentarios