"'Es que me gusta comer', dicen. ¡Toma! ¡Y a mí!, pero eso no llega para ser gastrónomo"

Cristino Álvarez, ganador del Premio Puro Cora, forma parte de una generación de periodistas que contaron los estertores del franquismo y el alumbramiento de la transición y, desde hace 35 años, su alter ego 'Caius Apicius' publica en decenas de medios del mundo crónicas en las que recorre las geografías, la etimología y la intrahistoria de algo tan simple y tan complejo como el comer
Cristino Álvarez
photo_camera Cristino Álvarez

Cristino álvarez (A Coruña, 1947) iba para boticario, como su padre, pero el periodismo se cruzó en su camino cuando tenía 19 años, cuando decidió dejar Farmacia para probar suerte en las redacciones. «Ha sido un amor de juventud que me ha durado toda la vida», explica.

¿Cómo fueron los comienzos?

Con colaboraciones en El Ideal Gallego, que en aquel momento dirigía Pedro de Llano, ‘Bocelo’, que después sería director de El Progreso. Allí fue donde se desarrolló mi vocación.

Después se traslada a Madrid, para estudiar, y acaba trabajando en la agencia Efe.

Mi idea era terminar la carrera y volverme a Galicia. Comencé en Efe, pero pudo ser en El Progreso, que ya estaba Bocelo de director. Pero en Efe estaba Alejandro Armesto, también gallego... Nunca había pensado en vivir en Madrid y aquí sigo más de 40 años después. Yo en el 74 termino la carrera, me caso y empiezo en Efe. Y sigo con las tres cosas: siendo periodista, con mi mujer y colaborando con Efe.

Nada que ver con las perspectivas actuales de un recién titulado.

En aquel momento había mucha menos oferta de gente y la demanda absorbía a todos los titulados.

En 1974 ya tenían una idea de que iba a pasar algo. ¿Pensaban en un fin de la dictadura? ¿Cómo creían que se desarrollaría?

Ese verano ya había estado Franco enfermo y ya se intuía el fin. Lo que no se intuía era lo que iba a pasar después.

Un contexto así es un regalo para alguien que quiere contar cosas.

Yo empecé como todos los novatos, tapando huecos. La primera cobertura que hice fue para Efe cultural, una rueda de prensa de Ionesco [dramaturgo francés de origen rumano].

¿Guarda esa primera noticia?

Qué va. Los de agencia no guardábamos nada.  Escribíamos  a máquina y se mandaban los teletipos. No sabías dónde te lo publicaban.

Se habla de las agencias como cura de anonimato para el redactor joven con vocación de trascender...

Las agencias son —o eran— una escuela extraordinaria. Tenías que ser conciso, cabe poca opinión y no tienes una hora de cierre, sino que todo el día hay horas de cierre.

En esa escuela comienza a cubrir la información parlamentaria y rompe con lo establecido de que la información de agencias es anónima y comienza a firmar.

Fue José Sotomayor quien me dijo en enero de 1974: «Mañana empiezas en las Cortes». Se empezaba a hablar de asociaciones políticas, que no de partidos. Y estuve haciendo información parlamentaria desde antes de la muerte de Franco hasta después de aprobarse la Constitución. Me pidieron que escribiese opinión. Si opinas, si interpretas, tienes que firmar.

Se convirtió en cronista.

La crónica me encanta. Es el género  en  el  que  me  siento  más cómodo y siempre tuve la suerte de que me dejasen bastante a mi aire. Yo pregunté que si había alguna directriz y me dijeron muy finamente que hiciese lo que me saliese de las narices. Y aquellas primeras crónicas que hice debían de ser buenas, porque no me pidieron que dejase de hacerlas.

A los de su generación se les achaca que están enrocados en la Transición como mejor tiempo posible para el periodismo. ¿Es usted de los de «antes lo hacíamos mejor»?

Estábamos aprendiendo. Estábamos tan ilusionados... Lo fácil sería decirte que sí, que antes se hacían mejor las cosas, pero no quiero ser categórico. Lo que sí que observo en el actual periodismo parlamentario o político un partidismo que viene del medio y no del periodista. En el tiempo aquel, un tipo que trabajaba en el Ya podía fichar por El País o por el ABC y no pasaba nada. Imagínate ahora. No te ideologizaba el medio, simplemente trabajabas en un medio que tenía determinada ideología.

Asistimos a un momento en el que se ha consagrado la espectacularización de la información y el debate político, con debates televisivos que adoptan el formato de la llamada información rosa...

Y de la amarilla. Solo hay que ver también la información de tribunales, que mediatiza al jurado y tiende al espectáculo. Quizás es una influencia anglosajona, pero en el mundo anglosajón hay medios bien serios. ¿Qué me importa quién gana el debate? Lo relevante es el resultado de la votación. Se frivoliza como cuando en la alfombra roja de los Oscar les preguntas a las actrices por el vestido y no por su trabajo. El periodismo se frivoliza porque la sociedad se ha frivolizado. No echo de menos lo de antes, pero no entiendo ciertas cosas. ¿El público demanda eso? Pues no lo sé, pero lo que está claro es que es lo que consume.

¿Hay algo del momento actual, con las redes sociales, los blogs y la inmediatez que le gustaría aprovechar para hacer información.

No me importaría estar en las Cortes ahora. Pero no va a ser. No soy de blogs ni de redes, porque me gusta la información más reposada y creo que es ahí donde el periódico impreso tiene que jugar su papel de herramienta para hacer algo distinto.

"Lo que observo en el actual periodismo político es un partidismo que viene del medio y no del periodista"

"Los gallegos somos de comer 'in any case', l que pasa es que durante mucho tiempo hemos comido siempre los mismo"

"No soy de redes ni de blogs; me gusta la información más reposada y reflexionada, la del periódico impreso"

¿Cómo nace el cronista gastronómico?

Cuando dejé de hacer crónica parlamentaria sugerí este tema. Era la primera vez que un agencia del calibre de Efe, no solo en España, dedicaba una sección fija a la gastronomía. Empecé el 31 de enero de 1981. Me gustó y hasta hoy.

El cambio en la percepción de la gastronomía y la cocina en este tiempo no ha podido ser más abismal en el contexto español.

Ha cambiado brutalmente. Cuando yo empecé los españoles habían dejado de preocuparse por la comida para empezar a interesarse por la cocina. Ahora, más que interés gastronómico hay una burbuja de la cocina, que se ha desorbitado. A lo mejor dentro de unos años enciendes la televisión y no ves a un señor cocinando.

¿De qué material está hecho un gastrónomo?

Las lecturas, los viajes, la curiosidad  son  imprescindibles.  La gastronomía es mucho más que cocina: es historia, economía, geografía, antropología, etimología... No vale con decir: «Es que me gusta comer». ¡Toma! ¡Y a mí!, pero eso no llega para convertirte en un gastrónomo.

El suyo es un nombre que se une a una larga lista de gallegos que han escrito de gastronomía: Camba, Cunqueiro, Picadillo, Pardo Bazán, Castroviejo...

Lo cierto es que Galicia ha dado mucho mejores plumas gastronómicas que cocineros célebres.

¿Cree entonces que los gallegos somos más de hablar de comer que de comer de verdad?

Qué va. Los gallegos somos de comer ‘in any case’ [en cualquier situación, en inglés], lo que pasa es que durante mucho tiempo hemos comido siempre lo mismo, quizás por un respeto casi supersticioso a la despensa y al producto. A los gallegos nos gusta hablar de la comida y nos gusta comer porque no hemos podido comer siempre. Un pueblo bien alimentado no emigraría como emigró el nuestro.

A estas alturas, ¿sigue disfrutando de los restaurantes o prefiere comer en casa?

En mi casa, desde luego, porque en mi casa se come muy bien. Pero eso no quiere decir que no me interese por las novedades para hablar con conocimiento de causa e intentar liberarme de prejuicios y tabúes. Soy un gran curioso.

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