Etiopía, o cuando el dinero para matar el hambre se gasta en armas

Millones de dólares destinados por Occidente a la lucha contra el hambre en Etiopía entre los años 1984 y 1985 se emplearon en realidad a financiar la compra de armamento para derrocar al Gobierno de aquel momento. Y las operaciones las gestionaron los propios rebeldes, engañando a los grupos humanitarios.

La información la aporta una investigación de la BBC, que destapa la trama de varios ex rebeldes ya han reconocido, y que pasaba reunir el dinero se hicieron pasar por comerciantes en las reuniones con trabajadores de organizaciones no gubernamentales. Un líder insurgente estimó en 95 millones de dólares la cantidad donada por gobiernos y ONGs de países osccidentales que se desvió a la lucha de los rebeldes.

En aquellos años, cuando la sequía diezmó las cosechas, aproximadamente un millón de personas murieron de hambre. La comunidad internacional movilizó millones, pero no todas las donaciones llegaron a quien las necesitaba.

En Etiopía no se luchaba sólo contra la falta de alimentos, sino que la mayor parte de las zonas del país estaban lejos del control del Gobierno y en las provincias norteñas de Eritrea y Tigray se libraban batallas que buscaban derrocarlo. Las agencias de ayuda introdujeron asistencia desde Sudán en forma de comida y en efectivo, con el que se pretendía comprar grano a los agricultores que todavía tenían alimentos para vender.

La CIA lo sabía
En un documento que data de 1985 que lleva por título Etiopía: Impacto de la sequía en la Política y la Seguridad, la CIA alertaba ya de que el dinero se estaba empleando mal. "Algunos fondos que las organizaciones insurgentes están recaudando (...) se desvía casi con toda seguridad a fines militares".

Era la información que poseía la agencia estadounidense. Aunque las cifras dicen que la ayuda enviada desde Occidente sí salvó la vida de millones de personas, la realidad dice que se podría haber hecho más. Max Peberdy, un cooperante de Christian Aid, llevó a Etiopía casi 500.000 dólares en moneda etíope a través de la frontera sudanesa en 1984. Compraba cereales a los comerciantes y asegura que, hasta donde él sabe, la comida llegó a quien pasaba hambre.

Solo hasta dónde él sabe. Porque el comerciante con el que trató dice ser un alto mando del Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés), y cuenta la otra verdad. "Me dieron una ropa para que pareciese un comerciante musulmán. Fue un truco para las ONG que no me conocían". Bajo los sacos de cereales que vendía Gebremedhin Araya había sacos llenos de arena y el dinero que cobraba por ellos se lo entregaba al TPLF, a sus líderes, entre ellos a Meles Zenawi, que se convirtió en primer ministro de Etiopía en 1991.

"Los trabajadores humanitarios fueron engañados", dice el ex rebelde, que cifró en unos 100 millones de dólares el dinero desviado. El 95% de esta suma se utilizó para comprar armas y para crear un partido político dentro del grupo, de inspiración marxista. Y todo ello en el marco de la Guerra Fría, cuando la URSS ayudaba al Gobierno de Etiopía a luchar contra los rebeldes, y los USA no sólo estaban al tanto del uso indebido del dinero --como rebela el informe de la CIA-- sino que, probablemente, lo apoyaban.

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