El fraude de la hidroxicloroquina, el medicamento 'milagroso'

El fármaco antipalúdico que Trump se ha cansado de promocionar contra el Covid-19 centra el gran escándalo de la literatura científica de los últimos años
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photo_camera Pastilla de hidroxicloroquina, un antipalúdico que ahora se prueba para Covid-19. EP

Fue el primer medicamento usado en pacientes con Covid-19 que ocupó titulares de periódicos. La hidroxicloroquina, el principio activo de fármacos contra la malaria, el lupus o la artritis reumatoide, es en realidad viejísimo. Se usaba en Perú en el siglo XVII contra la fiebre y escalofríos y, enseguida, contra el paludismo. Ahora, en esta pandemia, parecía haber encontrado nueva vida.

Se empezó a administrar en pacientes ingresados por infección causada por el SARS-CoV-2 en combinación con otros fármacos (también en España y también en Lugo) y se empezaron a hacer ensayos clínicos con él para este uso específico. Hay en la actualidad unos 150 en marcha. Cuando los casos se multiplicaban en Estados Unidos, su presidente lo llamó "el fármaco milagroso", para espanto de toda la comunidad científica por atribuirle unas propiedades que aún no habían sido probadas. Dijo también que lo tomaba preventivamente y, tras ese anuncio, dio la vuelta al mundo la noticia de la muerte de un hombre de Arizona que bebió el limpiador de acuarios que tenía en casa y que llevaba fosfato de cloroquina.

El pasado 22 de mayo la prestigiosa revista científica The Lancet publicaba un estudio demoledor, de inmediatas consecuencias. Concluía que, lejos de mejorar el pronóstico de los pacientes con Covid-19, la hidroxicloroquina, en realidad, aumentaba su mortalidad. Inmediatamente la Organización Mundial de la Salud detuvo el apartado de su megaestudio Solidarity que se dedicaba a evaluar la eficacia de ese fármaco. Muchos países hicieron lo propio con sus ensayos en marcha. No España. Aquí siguieron adelante, aunque se obligó a analizar su seguridad y no se encontraron problemas.

El estudio publicado en The Lancet, ya retirado, provocó que la OMS detuviera un megaensayo clínico sobre la eficacia del fármaco

En la comunidad científica hubo quien recibió esa publicación con las cejas arqueadas. Entre ellos, el epidemiólogo vilalbés del IS Global de Barcelona, Alberto García Basteiro. Explica que, en realidad, la primera alerta fue la de su compañero Carlos Chaccour. "Es un experto mundial en ivermectina, un fármaco antiparasitario del que  se analiza su potencialidad frente a la malaria", dice. Al día de todas las novedades sobre ese medicamento, Chaccour leyó un preprint (una publicación no revisada) que le atribuía un descenso del 80% de mortalidad a los pacientes con Covid-19 tratados con él. Escribió a los autores para preguntar varios detalles sobre la base de datos que habían usado y le respondieron "con evasivas", dice García Basteiro. Ese preprint tuvo inmediatas repercusiones. Perú estableció protocolos para uso de ivermectina en todos los pacientes con coronavirus. "Como no había suficiente stock incluso se usó la veterinaria...", explica.

Cuando el Lancet publicó el estudio de la hidroxicloroquina y Chaccour vio que estaba basado en la misma base de datos, la de una firma estadounidense llamada Surgisphere, se le dispararon las alarmas. Pidió ayuda a Joe Brewer y a García Basteiro: era una base de datos demasiado extensa, no sabían cómo había conseguido reunir 96.000 pacientes Covid-19 tan pronto, las cuentas no salían.

En ese estudio los datos se agrupaban por continentes. En uno publicado poco después en la New England British Journal of Medicine, otra biblia de la literatura médica, sobre la relación de la enfermedad cardiovascular y el Covid-19, por países. "De España aparecían 1.793 pacientes ingresados hasta el 15 de marzo, de 7 hospitales, no decía cuáles. Por entonces había más de 4.000 pacientes hospitalizados, pero solo dos hospitales, el Gregorio Marañón y La Paz, tenían más de 250. ¿Cómo habían podido reunir esa cifra solo con siete hospitales?", se pregunta García Basteiro.

Él y sus dos colegas escribieron a The Lancet rápidamente. Fueron de los primeros que lo hicieron, pero vinieron, en cascada, muchos más. Los datos no cuadraban en ningún país. Las revistas —donde es evidente que la revisión por pares, piedra angular de la credibilidad de toda publicación científica, falló— pidieron explicaciones a Surgisphere. Amparándose en los contratos de confidencialidad suscritos con los hospitales que entregaron los datos de los pacientes, la firma no las satisfizo. Ambas revistas, para bochorno internacional, publicaron ahora sendas cartas retractándose y retiraron los estudios. La OMS retomó su ensayo.

Una actriz porno en la plantilla
The Guardian, uno de los primeros periódicos en investigar el LancetGate, reveló que, no solo el director de Surgisphere, Sapan Desai, contaba con tres denuncias por mala praxis, sino que en la plantilla de Surgisphere había personal con cero experiencia científica, como una actriz porno como directora de marketing o un escritor de ciencia ficción como redactor científico.

Uso compasivo. A la hidroxicloroquina se le dio en España, y en Lugo, uso compasivo; que es el uso de un fármaco no aprobado cuando no existe otra alternativa. El doctor García Basteiro cree que no se debe utilizar de otra forma hasta que no se pruebe su eficacia.

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