Infancias robadas

Víctimas de agresión en la niñez relatan sus historias varios años después, tras pasar por un duro proceso de aceptación y superación de lo ocurrido

Maltrato infantil. EP
photo_camera Un niño víctima de maltrato. Javier Cervera-Mercadillo

En el año 1982 la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió conmemorar el 4 de junio de cada año el Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de Agresión, como respuesta a la enorme cifra de niños palestinos y libaneses inocentes, víctimas de los actos de agresión de Israel. 
Este lunes la cita cumple 36 años y, desde entonces, nada ha cambiado. Los niños siguen siendo víctimas inocentes de violencia, pero no solo en las guerras. En la actualidad miles de niños y niñas sufren a diario agresiones físicas, sexuales o psicológicas, en escenarios que van más allá de los países en conflicto o de los campos de batalla: en sus propios hogares. En 2016, según datos del Ministerio de Interior, alrededor de 27.100 niños fueron víctimas de delitos con violencia en España, delitos que pudieron ser perpetrados por sus propios padres, vecinos, amigos o familiares.
Esta es la historia de muchos de ellos, y también es la historia de Laura, que no se llama Laura. Como tantas otras niñas, sufrió maltrato en el hogar a manos de su padre, cuando no contaba con más de 11 años. "Mi padre me pegaba con sus propias manos, pero había veces que cogía un cinturón o el palo de la escoba", cuenta. Y esta situación no solo se daba con la pequeña, sino también con su madre. "También la maltrataba a ella", afirma.
Pasó un tiempo hasta que, finalmente, lograron acabar con ese infierno. "Mi madre pidió ayuda, no recuerdo cuál fue el procedimiento porque era muy pequeña, pero tomó la decisión", explica. Pero esta, no fue en absoluto una situación fácil de asimilar. "Cuando era pequeña no contaba lo que estaba pasando en mi casa. Muchas veces no podía ir al colegio, me tenía que quedar en casa, pero nunca lo conté", asegura.
A pesar de la denuncia, la vida de Laura todavía daría un giro más, y no para bien. "Mi madre no nos podía sustentar", señala. Por ello, con tan solo 11 años, Laura entró en un centro de menores, en el que viviría durante los próximos cuatro años. En el centro recibió asistencia psicológica, que le ayudó a comenzar a hablar del tema y, con 15 años, regresó al hogar familiar.
Pero la espiral de violencia todavía no se detendría en ese punto. "Cuando volví a vivir con mi madre, en vez de ser maltratada por mi padre, comenzaron los malos tratos por parte de mi hermano". Laura habla de un hermano menor que ella quien, reproduciendo la conducta de su padre, infligió sobre ella maltrato físico y psicológico. "Ahí fui yo la que decidió denunciarlo a la Policía, porque mi madre tampoco hacía nada y casi nunca estaba en casa", cuenta.

Laura fue maltratada por su padre y hermano y vivió en cinco centros de menores


Después de dar, una vez más, un paso al frente, su vida volvió a cambiar. "Nos metieron a todos en un centro de menores", recuerda. Durante su estancia allí, Laura tuvo que asistir a terapia psicológica conjunta con su hermano. Hoy en día sabe que la conducta violenta por parte de él se debió a la traumática experiencia vivida años atrás, reproducida desde las acciones agresivas del progenitor. Pero, pese a ello, la herida sigue estando ahí. "Aunque no quieras, en el fondo sabes que te hizo eso. Puedes perdonarlo, pero nunca lo olvidas", confiesa.
Durante varios años, y a consecuencia de los hechos vividos, Laura recorrió hasta cinco centros de menores diferentes, tanto en Galicia como en Baleares. Con la mayoría de edad, por fin pudo salir y fue entonces cuando comenzó a recomponer su vida.
Hoy la relación con su padre y con su hermano es inexistente. A pesar de la valentía demostrada al contar su experiencia a Diario de Pontevedra, asegura que todavía le cuesta hablar de ello. Pero no se detiene. "Estoy trabajando en eso. Me cuesta contarlo y, aunque es una parte de mi vida que ya pasó, hay situaciones en las que sientes que todavía no lo has superado del todo", indica.
Pero Laura ha salido adelante. La asociación viguesa Abuso y Maltrato Infantil No (Amino.Gal) es la herramienta en la que se ha apoyado durante muchos años para recomponer su vida. "Antes de cumplir la mayoría de edad solía asistir a sesiones individuales y grupos de psicología que me ayudaron mucho", explica. Porque, en su situación, la mejor opción es sentirse acompañada. 2Estar rodeada de personas que pasaron lo mismo que tú te ayuda a pensar que no eres la única que está en esta situación", apunta.
Su vida ha cambiado mucho desde entonces. "Salir del centro de menores fue determinante", subraya. "Es cierto que allí estaba mejor que en casa, pero estar ahí todos los días te recuerda por qué estás ahí y eso no te ayuda a superarlo. Al salir es como si te liberases", explica. Ahora está trabajando y puede permitirse vivir en un piso compartido. No ha vuelto al hogar familiar. "Quiero mucho a mi madre, pero no puedo convivir con ella, porque quedó muy tocada de todo aquello", precisa. "Intenté salir sola adelante", dice. Y lo consiguió. Por ello, trata de concienciar a todas las personas que estén pasando por la misma situación que ella vivió hace años. "Por muy pequeño que seas, siempre te das cuenta de las cosas", destaca. "Lo mejor es contarlo a alguien en el que confíes mucho, un familiar, un profesor... Siempre es bueno contarlo. Callarte te va a hundir más y no te va a dejar salir de ahí", concluye.

Por carta. Contar lo sucedido, como en el caso de Laura, puede ser un paso determinante para comenzar a construir un futuro mejor. Pero cada persona avanza en este proceso de una forma muy diferente, y la forma de liberarse de esa carga no siempre tiene que ser hablando.
María, que sí se llama María, al igual que Laura, se valió de Amino para canalizar sus sentimientos, pero de una forma ligeramente diferente. Ya con 30 años, la segunda protagonista de esta historia decidió escribir una carta a la asociación esperando que su testimonio pudiera servir a otras personas y con el objetivo de ayudarse también a sí misma. "Considero que la lucha aún no ha acabado, solo acabará, o por lo menos se paliará, cuando la sociedad esté concienciada acerca de la lacra que suponen los delitos contra la integridad de los menores", señala en su carta. "Deben llevarse a cabo políticas de prevención y legislar con rigor, endureciendo y aplicando las penas para que no exista impunidad. Creo firmemente que la educación es la base del cambio, y para ello es necesario que se dé desde todos los ámbitos y se invierta a largo plazo, puesto que no es algo que se pueda erradicar de la noche a la mañana", escribe.

Las repetidas agresiones en la infancia llevaron a María a caer en una profunda depresión


Con nueve años de edad, María tuvo la valentía de contarle a sus padres lo que le estaba sucediendo. En su caso, las agresiones llegaron por parte de un familiar directo, un tío de su padre, casado con la hermana de su abuela, con el que vivía puerta con puerta y con el que se tenía que quedar en muchas ocasiones, por el trabajo de sus padres. 
Según cuenta en su carta, el agresor se ganó su confianza. "Me enseñó a montar en bici, jugaba conmigo, me contaba historias...", relata. Un día comenzaron las agresiones. "No recuerdo ni cuándo empezó ni cómo. La mente es así, nos protege de lo que nos hace daño y eso en realidad es mi cruz, ya que tengo el convencimiento de que me pasaron más cosas de las que en realidad recuerdo. Son curiosos los recuerdos, otros están ahí, tan palpables como si los hubiera vivido ayer mismo", explica.
Tras observar en ella comportamientos extraños —pesadillas, malas contestaciones, negativas a ir a casa de su abuela...— su madre comenzó a darse cuenta de que algo le pasaba a su hija. Finalmente, María lo contó todo.
Los siguientes años discurrieron entre asesores, psicólogos y una caída en picado a nivel escolar una vez llegada la adolescencia. Las malas notas y una ruptura con su pareja de entonces al enterarse de lo sucedido acabaron por destruir la autoestima de María. Y luego llegó la depresión, la anorexia nerviosa, el trastorno del sueño y un trastorno adaptativo. 
Pero todo ello mejoró con el tiempo. Con la muerte de su agresor y, aunque a día de hoy este tema sigue siendo tabú en su casa, María comenzó a ver la luz.  Hoy ha podido rehacer su vida al lado de su actual pareja, en quien encontró una fuente inagotable de comprensión. "Hubo un momento convulso de mi vida en el que me sentía cobarde por no ser valiente y acabar con el dolor. Hoy sé que fui valiente, soy valiente", asegura.

El 10% de los niños españoles sufre algún tipo de violencia
Una macroencuesta elaborada a petición del Gobierno central en el año 2014 revela el estremecedor dato de que el 10% de los niños españoles sufre algún tipo de violencia. Estos son los datos que maneja también la Asociación Galega Contra o Maltrato a Menores (Aggamme) que, además, establece que el 6,2% de los niños y adolescentes sufre violencia directamente en el ámbito del hogar, según los casos denunciados. En este sentido, organizaciones como Save the Children o Unicef aportan datos que reflejan la magnitud de este fenómeno en la sociedad.
-Maltrato. Unicef estima que 300  millones de niños de dos a cuatro años de edad en todo el mundo, es decir, unas tres cuartas partes, sufren castigos físicos o psicológicos de sus cuidadores en el hogar. En 30 países, otros seis de cada 10 niños de un año de edad están sometidos sistemáticamente a disciplinas violentas en casa y cerca de uno de cada 10 recibe un golpe o una bofetada en la cara, la cabeza o los oídos. Según estos datos, Unicef estima que al menos 1.100 millones de cuidadores (alrededor de uno de cada cuatro) creen que el castigo físico es necesario, a pesar de que la Convención de Derechos del Niño de las Naciones Unidas (1989) enfatiza que "ninguna forma de violencia es admisible".
- En España. Según la información del Ministerio del Interior, en el año 2016, 27.100 niños fueron víctimas de delitos con violencia, a juzgar por las denuncias. De estos 5.523 fueron víctimas de delitos graves en el ámbito familiar. Otros 4.393 menores fueron víctimas de delitos contra la libertad e indemnidad sexual en España, 26 menores murieron a causa de agresiones y 28 fueron localizados como víctimas de trata con fines de explotación sexual.
- Abuso sexual. Los distintos estudios que se han llevado a cabo a lo largo de los años coinciden en que entre un 10% y un 20% de la población en España ha sufrido algún tipo de abuso sexual en su infancia. El informe Ojos que no quieren ver, elaborado por Save the Children, asegura que los niños son mayormente abusados entre los 11 o los 12 años, y que su abusador suele ser un conocido con autoridad: entrenador deportivo, profesor o monitor de tiempo libre. En el caso de las niñas, suelen ser abusadas mayormente entre los siete y los nueve años de edad, y el abuso lo cometería un agresor del entorno familiar.

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